El pasado 28 de abril, se celebraba el Día Mundial de la Seguridad y Salud en el Trabajo, y como no podía ser de otra manera, todos los informes, consejos de autoprotección y propuestas de acción que provenían desde las diferentes instituciones con competencias en materia de riesgos laborales tenían un objetivo común: protegernos de la COVID-19.
Probablemente en todo el mundo no hay empresa o institución de cualquier ámbito que no se haya visto afectada por la pandemia y que no haya tenido que tomar medidas para proteger a sus trabajadores del virus. Tampoco podemos olvidarnos de todos esos miles de voluntarios del ámbito de la seguridad y emergencias que, de manera desinteresada, han trabajado también codo con codo con el personal remunerado y para los cuales también iban dirigidos estos consejos de autoprotección. En este sentido, en septiembre de 2020 tuve la oportunidad de publicar en el número 175 de la revista Formación de Seguridad Laboral el articulo técnico “COVID-19 prevención y autoprotección en la administración local” donde exponía algunas de las pautas que se desarrollaron para la protección de los trabajadores y voluntarios de una administración en los primeros momentos de la pandemia.
Pero seamos optimistas. Han pasado 15 meses desde que comenzara esta crisis sanitaria y ahora parece que, con la vacunación masiva de la población, empezamos a vislumbrar un pequeño haz de luz al final del túnel.
En todo caso, la vida, aunque de manera gradual, parece que retoma el frenético nivel de estrés y “caos” al que estábamos acostumbrados en los años ‘precovid’, lo que nos llevará a que se sucedan de nuevo esas situaciones de emergencias o catástrofes que, unas veces originadas por el ser humano y otras por la naturaleza, nos lleven a ser conscientes de los riesgos a los que nos enfrentamos como sociedad. Graves incendios forestales en Canarias, el accidente en el teleférico de Mottarone, en Italia, con un número terrible de víctimas o las crisis migratorias y su desconocido número de víctimas mortales, son solo algunos de los ejemplos recientes.
Así es. La vida continúa y los profesionales y voluntarios que trabajamos en la seguridad y emergencias debemos también proseguir con nuestra labor para que esa reactivación de la sociedad, y todo lo que ello conlleva, nos no coja desprevenidos en materia de protección y cuidado de nuestra salud. Porque sí, el riesgo a contagiarnos de COVID-19 sigue presente, pero también el resto de los riesgos que asumimos cuando intervenimos en un incendio forestal, en el rescate de una patera en alta mar con cientos de personas a bordo, en un accidente con múltiples víctimas…
Riesgo continuo de emergencias
Y es que el riesgo siempre está ahí, aunque a veces no lo veamos. ¿Sabe el lector cuántos bomberos fallecieron como consecuencia de los atentados del 11-S en los Estados Unidos? Alrededor de 350, pensarán aquellos que tengan buena memoria. Pero la cifra es mucho más alta, puesto que debemos sumarle otros 200 que han fallecido desde entonces a causa de enfermedades relacionadas con las tareas de rescate que, heroicamente, desarrollaron junto a cientos de agentes de policía, miembros de servicios de atención de emergencias, etcétera, y que también enfermaron. Sin entrar en el detalle de los daños psicológicos o las enfermedades mortales que padecieron, entre las que destacan diversos tipos de cáncer debido a ese polvo blanco que flotaba en el aire tras la caída de las torres y que todos pudimos ver en televisión. Un polvo que presentaba una elevada toxicidad debido a la alta alcalinidad de la mezcla de cemento en polvo. Algo “similar” a la presencia de contaminantes tras el incendio y derrumbe del vertedero de Zaldívar, en Vizcaya, y que aquí sí obligo a paralizar las labores de rescate.
Sin ninguna duda, aquí desempeñan un papel imprescindible los servicios de prevención de riesgos laborales como ya cité en mi artículo publicado en la revista número 166, titulado “La PRL en la gestión operativa de las emergencias de protección civil y catástrofes” y lo que la Ley de Prevención de Riesgos Laborales cita en su artículo 3.2, respecto a la intervención ante situaciones de “grave riesgo colectivo” y las normativas específicas que serán inspiradas por los principios relativos a la prevención de los riesgos profesionales.
Por citar un ejemplo que creo resume cuál puede ser el camino a seguir para cuidar nuestra salud en el ámbito de la seguridad y las emergencias citaré la Guía de prevención y seguridad para el voluntariado de Cruz Roja Española, la cual supone un verdadero hito a nivel nacional en materia de prevención de riesgos para personas voluntarias y donde se abordan los fundamentos de la seguridad y la salud, recomendaciones… Sigamos en el camino de la prevención.