La pandemia ha mostrado vulnerabilidades inesperadas tan inimaginables hace unos pocos meses, como la necesidad masiva de vacunas, las simples mascarillas, la escasez de microchips (la cual dificulta la fabricación mundial de productos electrónicos y coches) o restricciones a la movilidad. Todo ello ha llevado a las principales organizaciones de transporte de mercancías a advertir a la asamblea general de la ONU de la posibilidad de un colapso logístico mundial.
Aunque también existen otras muestras de esta nueva vulnerabilidad: un barco varado en el Canal de Suez que paraliza el comercio mundial o la erupción de un volcán que podría llegar a impactar en las comunicaciones entre Europa y Estados Unidos.
Un aviso que obliga a reconsiderar los marcos de pensamiento convencionales sobre el riesgo. Aunque la innovación tecnológica ha ido presionando hacia una redefinición de la seguridad más como producto que como servicio, con un creciente protagonismo de dispositivos que ofrecen sofisticadas prestaciones técnicas cada vez más autónomas, tantos acontecimientos inesperados motivan una mirada distinta; especialmente sobre el concepto convencional de seguridad.
En Loomis hemos vivido este cambio de percepción en primera línea, porque el dinero que transportamos ya no es visto solo como una utilidad transaccional o de custodia para nuestros clientes. Ahora también es percibido como una función esencial de seguridad de carácter general. Una infraestructura básica para el funcionamiento de nuestros clientes y a la vez del propio país. El flujo normal del dinero en el confinamiento significó asegurar el acceso a productos y servicios esenciales.
El dinero que transportamos ahora también es percibido como una función esencial de seguridad de carácter general
Protagonismo colectivo
El efectivo ha cobrado un mayor protagonismo colectivo tras la irrupción de la innovación tecnológica en los diversos usos del dinero. Esta evolución ha multiplicado exponencialmente la dependencia de procesos y actores que residen fuera de nuestras fronteras, y que paradójicamente se muestran cada vez más vulnerables. Es precisamente una percepción general de inseguridad la que ha provocado cifras históricas de fabricación y distribución de billetes en todo el mundo, debido a que las personas confían en el efectivo como un factor de seguridad personal.
La seguridad del dinero en esta nueva normalidad supera el protagonismo expansivo de la tecnología, ya que trasciende su utilidad en cada transacción. No se limita a un medio necesario para un acto de intercambio. Es, sobre todo, la columna vertebral de una economía y una garantía de seguridad colectiva, confirmándose en los últimos tiempos como una infraestructura básica de carácter sistémico.
La seguridad del dinero, su transporte, juega un protagonismo fundamental en las organizaciones y en las sociedades, cumpliendo una función imprescindible en su funcionamiento. No por las instalaciones, objetos y actores que componen la cadena de protección, sino también porque se refiere a la seguridad de la propia actividad. Y eso en Loomis lo sabemos ahora mejor que nunca.