Los modelos representativos del siglo XXI han experimentado cambios sustanciales que demandan nuevos paradigmas de interrelación en el mundo de la seguridad con el patrimonio cultural. La implementación de la seguridad que debemos hacer los profesionales debe enfocarse desde tres perspectivas: la objetiva, en relación con el análisis y estudio de los datos de los diferentes contextos; la subjetiva, vinculada a la percepción social y a los medios que debemos activar para evitar desviaciones que puedan generar riesgos inducidos; y la tolerable, según los riesgos y la incertidumbre que estamos dispuestos a aceptar.
Los modelos jerárquicos de antaño han dado paso a sistemas sociales plurales y, por tanto, complejos. De ahí que los diferentes actores sociales deban ser capaces de entender la nueva realidad y desarrollar nuevas vías y metodologías de conexión y actualización. A este contexto social no es ajeno la seguridad en el patrimonio histórico cultural.
El pasado 24 de agosto de 2022, la Asamblea General Extraordinaria del ICOM, reunida en Praga, aprobó la propuesta de la nueva definición de museo: «Un museo es una institución sin ánimo de lucro, permanente y al servicio de la sociedad, que investiga, colecciona, conserva, interpreta y exhibe el patrimonio material e inmaterial. Abiertos al público, accesibles e inclusivos, los museos fomentan la diversidad y la sostenibilidad. Con la participación de las comunidades, los museos operan y comunican ética y profesionalmente, ofreciendo experiencias variadas para la educación, el disfrute, la reflexión y el intercambio de conocimientos».
Esta nueva definición nos interpela como profesionales de la seguridad para ir transformando tanto nuestra filosofía como nuestra praxis, para adaptarlas a las nuevas necesidades de unas organizaciones que están, a su vez, inmersas en una reformulación de objetivos, compromisos y funciones. En paralelo, como colectivo debemos seguir trabajando en el desarrollo de las dos dimensiones fundamentales de nuestra labor:
- Promover la cultura de la seguridad como un factor estructural de cualquier institución u organización vinculada al patrimonio cultural, dado que es necesario consensuar, de manera sistémica, cómo abordar la complejidad que propone la nueva definición de museo.
- Reformular la seguridad en la cultura hacia un modelo específico y adaptado a las necesidades que plantea la nueva definición de museo.
Protección del patrimonio cultural: situaciones inéditas
En los últimos años hemos experimentado situaciones inéditas en los museos. En 2020, como consecuencia de la crisis sanitaria, se nos planteó el desafío de garantizar la seguridad del patrimonio durante un tiempo incierto en unas condiciones sin referentes anteriores. Además de las medidas habituales, la Interpol y el ICOM recomendaron, en abril de 2020, la implementación y el refuerzo de acciones como:
- La adecuación de los sistemas de seguridad y alarma y sus funcionalidades a la situación de cierre obligado de los equipamientos.
- Adaptar los protocolos a los contextos y la disponibilidad de recursos externos de aquel momento.
- Establecer una comunicación regular con los cuerpos de seguridad pública.
- Colaboración permanente con otras instituciones que se encontrasen con las mismas circunstancias.
- Involucrar a las comunidades locales.
- Empezar a diseñar el futuro.
En ese momento, no sabíamos que estábamos transitando hacia un nuevo escenario. No sabíamos que aquellos retos suponían la piedra angular de una transformación que apenas hemos comenzado a transitar.
Tras la reapertura de los museos, los equipos se enfocaron en garantizar el retorno de los visitantes con las condiciones de seguridad y protección necesarias. Nada hacía sospechar que acabarían siendo plataformas elegidas para las acciones de los activistas medioambientales. Aunque la crisis climática nos incumbe a toda la sociedad, los miembros de Protecturi defendemos que la cultura debe ser un factor de mediación de los conflictos sociales, un contexto que favorezca a la reflexión para dar respuesta a las nuevas demandas. No obstante, bajo ningún concepto debe ser rehén de la proyección mediática de acciones como las mencionadas.
Tanto la crisis sanitaria, como las acciones de los activistas de este último año, han sido la piedra de toque para empezar a replantearse la protección del patrimonio cultural con un enfoque híbrido, es decir, favoreciendo nuevas sinergias entre los tres vértices clásicos de cualquier programa de seguridad: personas, tecnología e información (datos).
Sin duda, necesitamos procesos de transformación y estrategias para garantizar la seguridad del patrimonio cultural en los siguientes parámetros: personas, bienes e instalaciones; pero incluyendo el diálogo con nuevos marcos de referencia como la accesibilidad, la diversidad, la sostenibilidad, etc.
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