No hace mucho tiempo, he tenido la oportunidad de colaborar en un estudio de la Fundación Borredá en el que se abordaba la aportación de la seguridad privada a la seguridad nacional. En él, bajo la diestra batuta de César Álvarez, se acuñaba un término muy interesante y que sin duda recoge lo que la seguridad privada representa en la seguridad pública, muy por encima de las empresas de seguridad privada que recoge nuestra legislación.
Hablamos del concepto de «seguridad civil», en el que se agrupa, al margen de las citadas empresas de seguridad privada, todo un compendio de actividades que conforman la industria de la seguridad a través de la sociedad civil. Son muchos los actores de esta significativa industria y distintos los repartos de papeles en los que cada una aporta en esta labor, de manera imprescindible e insustituible.
En concreto, hablamos de fabricantes, asociaciones, distribuidores, consultores, certificadores, laboratorios, instaladores, mantenedores, usuarios, ingenieros, etcétera, bien sean del entorno de la seguridad física tradicional o del más reciente entorno lógico y digital.
Seguridad corporativa
Sin duda, de entre todos estos importantes e insustituibles actores, creo que la seguridad corporativa y las empresas de seguridad privada representan papeles protagonistas, dada su función vehicular para trasladar las soluciones, productos o servicios que el resto de los actores de la seguridad civil aportan a la sociedad, en colaboración con la seguridad pública.
Por un lado, la seguridad corporativa responde a la necesidad de proteger los activos de cualquier naturaleza de una organización empresarial. Por otro, las empresas de seguridad privada responden a la necesidad de protección de particulares y organizaciones que no disponen ni de medios ni de conocimientos específicos para planificar su propia protección.
Siendo este su origen, y siendo todavía hoy una de sus principales misiones, es importante resaltar la evolución que la seguridad corporativa y, por ende, la de sus grandes aliados, las empresas de seguridad privada, han realizado en los últimos años hacia el aseguramiento de la continuidad del negocio de la actividad empresarial a la que protegen.
Activo de seguridad
Efectivamente, la seguridad corporativa ha incorporado la seguridad al ciclo productivo de la empresa como uno de sus principales activos. Hoy, ya en muchas de nuestras empresas, la seguridad no se considera un gasto, sino un elemento diferencial del producto que aportan a la sociedad y un protagonista imprescindible para garantizar la gestión de posibles crisis y la vuelta a la normalidad tras su resolución.
En este viaje, la industria de la seguridad y las empresas de seguridad privada, en particular, han hecho un especial esfuerzo en incorporar nuevas tecnologías en beneficio del negocio, integrando datos de los sistemas de seguridad en la información generada para la toma de decisiones empresariales. Tecnologías como, por ejemplo, el 5G, la inteligencia artificial o los avances en el procesamiento y análisis de imágenes de los sistemas de videovigilancia. Ambos protagonistas, la seguridad corporativa y las empresas de seguridad privada comparten en gran medida regulaciones, controles y legislaciones, empezando por la Ley de Seguridad Privada, su desarrollo reglamentario, la legislación para la protección de infraestructuras críticas o las necesarias transposiciones de las más recientes directivas europeas NIS, NIS 2, CER o el Reglamento Dora.
Este protagonismo ha sido especialmente abordado por el legislador, que ha entendido que la seguridad corporativa es imprescindible para garantizar la seguridad y la continuidad de los de servicios clasificados como críticos o esenciales. En este empeño, la seguridad corporativa precisa, por tanto, del coprotagonismo de las empresas de seguridad privada, a través de la prestación de servicios de calidad basados en estándares exigibles, certificables y auditables. De hecho, ya tenemos algunos ejemplos en este sentido como la UNE- EN 17483 -1, que recoge la prestación de servicios de seguridad privada para la protección de infraestructuras críticas, si bien queda mucho por hacer todavía en este terreno.
Otro aspecto decisivo para la prestación de servicios de calidad es la disponibilidad de medios humanos debidamente formados, cualificados e incentivados para ello. Se hace imprescindible la reivindicación del personal de seguridad privada habilitado y acreditado en todas sus especialidades.
Ciberseguridad
No en vano, debido al vertiginoso avance de las tecnologías de la información y las comunicaciones, los riesgos cibernéticos suponen hoy en día gran parte de las amenazas y preocupaciones en nuestras empresas y por ende a ellos responden los mayores esfuerzos que la seguridad corporativa realiza hoy en día en pro de su protección.
Lamentablemente, esa rapidez viene dificultando la regulación adecuada de la ciberseguridad en el marco normativo de la seguridad privada, tendiendo a disiparla en distintas áreas, provocando disfunciones y conflictos internos en las organizaciones empresariales.
En este sentido, la Ley de Seguridad Privada (5/2014) ya tuvo en cuenta en su redacción esta circunstancia y se adelantó a su tiempo incorporando las actividades de seguridad informática. Prueba de ello es que son muchas las empresas de seguridad privada que se incorporaron a este viaje, en respuesta a las necesidades que muchos de los departamentos de seguridad corporativa venían reclamando.
No obstante, y a pesar del gran incremento de las amenazas en el entorno ciber, la realidad de nuestra seguridad corporativa en muchos casos sigue siendo dependiente del entorno físico y de la protección de los riesgos en la que habitualmente venimos colaborando desde las empresas de seguridad privada.
Entorno colaborativo
Sigue siendo imprescindible, por lo tanto, la colaboración de la seguridad corporativa y las empresas de seguridad privada para seguir avanzando en la homogeneización de servicios de seguridad de calidad y en el establecimiento de estándares certificables que así lo evidencien tanto en el entorno físico como en el lógico.
Asociaciones de uno y otro entorno deben intensificar la dignificación de un sector cada vez menos atractivo por el enfoque anticuado de la prestación de servicios tradicionales, en el entorno físico, desde donde de manera muy generalizada siempre se ha buscado el abaratamiento de estos servicios y la reducción del gasto asociado a este concepto.
Es necesario, por tanto, seguir apostando por una renovada colaboración entre los dos grandes coprotagonistas de la seguridad civil en aras de un mayor apoyo para disponer de servicios de calidad que, sin obviar la importancia del precio, se centren en reducción del riesgo abandonando el objetivo principal de la reducción del gasto.