A lo largo de la historia, la especie humana ha logrado sobrevivir gracias a su capacidad para reaccionar rápidamente ante situaciones imprevistas e indeseadas. Los casos son tan numerosos que su simple enumeración haría interminable este artículo. Sin embargo, no cabe olvidar que, como se decía al principio, se trata en la mayoría de los casos de eventos indeseados e imprevistos. Es esta cualidad la que nos lleva a analizar brevemente, en el contexto de la inteligencia, las «sorpresas» en el ámbito empresarial, su origen, su prevención y, finalmente, el modo de remediarlas o, al menos, ser capaz de minimizar sus efectos.
Según el Diccionario de la Lengua, sorprender es coger a alguien por sorpresa; es decir, pillarle desprevenido, con muy poca o ninguna preparación ni tiempo para reaccionar. Ni que decir tiene que, bajo este punto de vista, la sorpresa es indeseable e indeseada y, además, puede llegar a producir efectos catastróficos en la organización afectada por el evento. El extraordinariamente complejo e interconectado mundo actual ofrece multitud de ejemplos, brillando con luz propia las «sorpresas» o ataques cibernéticos que se prodigan sin fin, afectando en muchas ocasiones a potentes organizaciones tanto gubernamentales como privadas.
¿Qué es la inteligencia?
La finalidad de la actividad y de las organizaciones de inteligencia es, por definición, el apoyo a los decisores en el proceso de toma de decisiones, pero no debemos quedarnos ahí; es necesario tener en cuenta que no es lo mismo, ni tiene los mismos efectos en la organización, la decisión que se adopta para responder a un problema a corto plazo que cuando se trata de la adoptada para responder ante un reto de carácter estratégico. En el primer caso, la inteligencia tiene un carácter descriptivo, mientras que en el segundo ha de tratar de anticipar lo que pueda ocurrir en un futuro a medio o largo plazo para tomar la decisión que mejor se corresponda con el escenario o problema considerado. Es en este caso cuando podemos decir que la inteligencia proporcionará el conocimiento imprescindible y necesario al decisor para no ser sorprendido por futuros acontecimientos que puedan afectar negativamente a su organización o empresa.
Como expresaba muy acertadamente un viejo analista de la CIA (Agencia Central de Inteligencia del Gobierno de Estados Unidos): «Nada es más importante en el mundo de la inteligencia que prevenir la sorpresa» (Hulnick, 2005:593). Por ello, después de la amarga experiencia que supuso la sorpresiva ofensiva comunista en la península de Corea, fueron el deseo y la necesidad de no dejarse sorprender nuevamente los que, en el ámbito de la inteligencia militar, dieron lugar al establecimiento del llamado Sistema de Indicadores y Alertas (I&W) en los Estados Unidos y en la OTAN. Un sistema que estuvo en servicio ininterrumpidamente durante toda la llamada Guerra Fría, y que garantizaba en la medida de lo posible un conocimiento preciso y anticipado de las actuaciones de un enemigo perfectamente conocido y localizado.
Indicadores y alertas
Un sistema de este tipo consiste esencialmente en un conjunto de indicadores, que no son otra cosa que instrumentos que proporcionan evidencia de una determinada condición o del logro de ciertos resultados. Es decir, de su detección se puede inferir que algo está ocurriendo o va a ocurrir. Lógicamente, el sistema de I&W estaba organizado para la detección de cualquier actividad (o ausencia de ella) que pudiera considerarse como un cambio que representara una posible amenaza más o menos inminente, y estaba relacionado con los consabidos «componentes del poder»: militares, económicos, tecnológicos y diplomáticos (a los que cabe añadir otros, según el caso). En la actualidad, y aplicado el concepto al mundo no militar, está claro que los indicadores serán de otra naturaleza: sanitaria, económica, tecnológica, comercial, medioambiental, etcétera, y que su definición habrá de ser realizada por aquellos que conocen el ámbito de que se trate y la forma en la que se comportan sus actores.
Sin duda, no todos los eventos que se produzcan en un determinado «terreno de juego» tienen la misma importancia, ni por ello conllevan una misma respuesta. Los expertos en la materia y en el escenario tratado deben llevar a cabo una interpretación y valoración del evento y de sus posibles/probables efectos en el “equilibrio” de dicho escenario. Pudiéramos decir que, para que el indicador genere el interés/inquietud del decisor, es necesario asociarle de alguna forma un calificador del “estado/nivel de importancia o gravedad” para que el decisor reciba una señal nítida del entorno y pueda, en consecuencia, adoptar la decisión más ajustada a la realidad de las cosas.
Iniciativas
Sin duda, el lector puede deducir que, para que la implantación de un sistema de indicadores y alertas sea realmente de utilidad en una organización, su departamento de Inteligencia no solamente deberá ser capaz de identificar claramente la información necesaria sobre las actividades de su adversario, buscarla y obtenerla, analizarla, interpretarla y valorarla (identificando su nivel de gravedad), sino que también la propia organización en su conjunto deberá tener analizadas y organizadas las medidas a tomar para hacer frente a la amenaza cuya materialización se considera. Es una tarea de anticipación difícil de conseguir, especialmente en un entorno tan volátil como el actual, donde la incertidumbre y complejidad son tan fuertes y la ambigüedad está tan presente en cualquier evento.
Conceptualmente, la capacidad de un sistema de este tipo puede resultar igualmente de mucho interés para las grandes corporaciones actuales en un entorno tan dinámico y fuertemente competitivo como el actual. No solamente permitiría anticipar “ataques por sorpresa” de sus competidores, sino que también ayudaría en gran medida en la identificación de oportunidades en el mercado global. No en vano, este tipo de sistemas es también conocido como “de alerta temprana”, y sus potenciales beneficios son fáciles de deducir.
Las corporaciones son diferentes entre sí, por lo que un sistema de alerta temprana basado en indicadores y alertas sería como un traje a medida; pero nos atrevemos a decir que una solución de este tipo es la adoptada recientemente por el SYNFIE (Sindicato francés de la Inteligencia Económica): «Un Observatorio de Inteligencia Económica, cuya misión es detectar lo antes posible las amenazas que pesan sobre las empresas y tecnologías estratégicas francesas y alertar a los poderes públicos o encontrar una solución adecuada». Se ha puesto en marcha en un contexto de recrudecimiento de la guerra económica entre Estados, marcada por la utilización de medios legales para desestabilizar y apoderarse de empresas estratégicas francesas, el recurso masivo al espionaje económico y la toma de control por fondos extranjeros de empresas que desarrollan tecnologías fundamentales.
Sin embargo, como SYNFIE comentaba justificando la creación de dicho observatorio, hemos de ser realistas, pues no es algo que tenga una gran acogida: «Sin embargo, existen señales débiles. Denunciantes, periodistas de investigación, altos ejecutivos o mandos intermedios de empresas o del Estado dan constantemente la voz de alarma. Están en posesión de información privilegiada, pero no saben cómo explotarla, y a menudo son reacios a informar a sus superiores. A menudo tienen la sensación de causar problemas o, lo que es peor, se topan con un muro de indiferencia o complicidad». Ojalá una iniciativa de este tipo tuviera una respuesta diferente en España.