Hace menos de un mes el mundo de la seguridad se daba cita en SICUR, como espacio para compartir novedades y visiones diferentes sobre nuestro sector. ¡Qué lejos nos parecen ahora aquellos encuentros! ¡Cómo han cambiado nuestras vidas en tan poco tiempo! Pese a que ya empezaban a filtrarse noticias preocupantes y a activarse algunos protocolos para la prevención de la enfermedad, no podíamos suponer que la actual realidad se iba a precipitar sobre nosotros con la fuerza devastadora de un alud.
Pero el fenómeno no es nuevo; Bill Gates ya pronosticó, en abril de 2015, con motivo de la crisis del ébola, que el mayor riesgo de catástrofe global ya no era la guerra nuclear: “si algo mata a más de 10 millones de personas en las próximas décadas, lo más probable es que sea un virus altamente infeccioso”. Denunciaba, al mismo tiempo, que la comunidad científica no estaba lista para la próxima epidemia. Lo vio él y lo vieron nuestros estrategas de la Seguridad Nacional, pero cuando la catástrofe llegó, ¡no teníamos mascarillas…!
Ahora toca cumplir con lo que se nos pide, permanecer tan aislados como nos sea posible para evitar la propagación del virus. Aprovecho las reflexiones y los aprendizajes de este aislamiento para compartir estas líneas en este momento en el que todos estamos teniendo que poner en práctica nuestra resiliencia personal y profesional, y ese término que tanto nos ha acompañado estos últimos años en nuestras páginas y eventos se ha convertido en protagonista.
La resiliencia se define como una capacidad de los seres humanos para adaptarse positivamente a las situaciones adversas. El diccionario de la RAE la define también como la capacidad de un material, mecanismo o sistema para recuperar su estado inicial cuando ha cesado la perturbación a la que había estado sometido.
Nuestra editorial, BORRMART, como tantas pymes, ha tenido que aprender a teletrabajar y ha conseguido estar plenamente operativa con todo el equipo dedicado a aportar la información más relevante para los profesionales de la Seguridad y del resto de sectores que opera, en España y en Latinoamérica. Estamos inmersos en un proceso de digitalización, de ahí que nuestro stand de SICUR este año les recibiera a todos ustedes con el lema: “Súmate a nuestro nuevo ecosistema digital”. Pero el Covid-19 nos ha obligado a pisar a fondo el acelerador, porque el mundo digital es ahora la única dimensión en la que podemos seguir interactuando con nuestros lectores.
«La crisis sanitaria provocada por el cornovarius, Covid-19, nos ha obligado a pisar a fondo el acelerador, porque el mundo digital es ahora la única dimensión en la que podemos seguir interactuando con nuestros lectores»
Nuestro equipo está dando lo mejor de sí para continuar con nuestra actividad como medio de comunicación y contribuyendo, en la medida de nuestras posibilidades, a que España no se pare. Humildemente, creo que ese es el espíritu que debe mover a nuestras empresas y profesionales de la seguridad: mejorar constantemente para poder ser más útiles a la sociedad. Dicho de otra forma, impregnar todas nuestras acciones de una auténtica vocación de servicio público, en la inteligencia de que no es incompatible con la cuenta de resultados.
La resiliencia es también uno de los principios rectores de nuestra política de Seguridad Nacional, a la que se orientan el análisis de las amenazas y las consiguientes líneas de acción.
La Estrategia de Seguridad Nacional incluye a las pandemias entre los desafíos, porque, sin tener de por sí entidad de amenaza, incrementan la vulnerabilidad, provocan situaciones de inestabilidad o pueden propiciar el surgimiento de otras amenazas, agravarlas o acelerar su materialización (“casualmente”, a la crisis sanitaria se superpone, en este preciso momento, una crisis provocada entorno a la forma política de nuestro Estado o a nuestro modelo económico). La globalización ayuda a la aparición de las pandemias, especialmente en el caso de España que recibe más de 75 millones de turistas al año, con puertos y aeropuertos que se cuentan entre los de mayor tráfico del mundo.
En consecuencia, la ESN, al planificar nuestra seguridad frente a pandemias y epidemias establece el objetivo de “adoptar planes de preparación y respuesta ante riesgos sanitarios, tanto genéricos como específicos, bajo el principio de coordinación entre la Administración General del Estado y las Administraciones Autonómicas y con organismos internacionales”. Parece lógico, si tenemos en cuenta que el primero de los objetivos generales que orientan la acción del Estado en materia de Seguridad Nacional es “desarrollar un modelo integral de gestión de crisis”. A partir de ahí, se desarrollan hasta cuatro líneas de acción para alcanzarlo.
Tiempo habrá de analizar si las decisiones adoptadas, o no, con motivo de la crisis del coronavirus se han correspondido con la planificación prevista en el documento. Lo que intentaremos hacer aquí es reflexionar sobre cuál es el deseado estado inicial que deberíamos recuperar tras la perturbación. Porque quizá esta crisis haya sido sólo la última manifestación de un proceso de pérdida de referencias que, progresivamente, nos ha dejado inermes ante una situación como la que vivimos.
En efecto, en un mundo básicamente estable como el que hemos disfrutado, aunque no exento de riesgos crecientes, fiamos nuestro desarrollo a la mejora de nuestras cuentas de resultados y, apoyándonos en las efímeras ventajas de la globalización, no tuvimos reparos en “deslocalizar” nuestras empresas, impulsados por la entrada de capitales ajenos que buscaban beneficios rápidos. Ahora, los fondos desaparecerán y nuestra capacidad de producción se ha visto reducida casi a cero.
Como si no hubiéramos aprendido nada de la reciente crisis económica, vivíamos sin más horizonte que nuestro propio bienestar a corto plazo, sin ser capaces de entender nuestra posición en el engranaje del sistema. Todos somos necesarios para que funcione y hemos de ver nuestra aportación como una pieza fundamental, que, combinada con las demás, permite el éxito del conjunto. Por eso nuestro trabajo es fundamental y tenemos la obligación de desarrollar los medios para que sirva mejor al sistema. El beneficio individual caerá como fruta madura.
Estamos viendo estos días de zozobra, junto a numerosos ejemplos de incivismo, multitud de homenajes sentidos a colectivos que tienen una especial contribución a la recuperación de todos. Primero fue el personal sanitario, pero pronto nos dimos cuenta de que había otros grupos dignos de admiración: policías, empleados de supermercado, de gasolineras, transportistas, operadores de redes de suministro de energía y comunicaciones, transporte de viajeros… Yo añado a los siempre olvidados, el personal de seguridad privada. En definitiva, estamos descubriendo que todos somos necesarios y que el sistema será tan fuerte como lo sea su eslabón más débil. No importa que seamos un asalariado o una PYME, y una gran empresa tendrá que hacer también este ejercicio de humildad, debemos tomar conciencia de que nuestra aportación nunca será pequeña y habremos de mejorar nuestra actitud y aptitud para mejorarla.
Quizá sea también el momento de poner en tela de juicio algunos de los referentes que hemos adoptado en nuestra permanente búsqueda de lo fácil: estrellas mediáticas que nada o muy poco aportan a nuestro fortalecimiento como sociedad, deberían dejar paso a otro tipo de profesionales sólidos, que con su trabajo y su esfuerzo contribuyen manifiestamente a mejorar nuestras vidas. Me divierte que mis hijos admiren a algún futbolista o cantante; pero me encantaría que tuvieran como referente y modelo a imitar a algún investigador en la lucha contra el cáncer o en el desarrollo de soluciones tecnológicas.
Hoy España está inmersa en una emergencia sanitaria; no sabemos cuánto sacrificio y dolor nos cobrará y ya vemos que el camino será largo, triste y muy costoso. Tenemos la firme convicción de que la superaremos tarde o temprano, pero debemos prepararnos para la crisis que vendrá después: la económica. Por más ayudas y facilidades que puedan aportar nuestras autoridades, el destrozo que sufrirá nuestro tejido productivo como consecuencia de esta pandemia, lastrará nuestra economía en los próximos años. Ahí es donde se hará imprescindible tomar el camino de la oportunidad y, analizando los errores que, en uno u otro momento, nos llevaron a ser vulnerables, adoptar las decisiones necesarias para fortalecernos.
El pueblo español tiene acreditada su capacidad de superación en momentos puntuales a lo largo de nuestra historia. Estos días estamos viendo cómo crece una ola de solidaridad entre nuestras gentes y deberíamos aprovechar el impulso para mantener esta ola, haciendo oídos sordos a cantos de sirena que sólo buscan nuestra división y debilitamiento, orientándonos hacia esa nueva estrategia de apoyo en lo próximo, en lo real.
Cada uno, en la medida de nuestras posibilidades, intentemos no parar nuestra actividad, consigamos que esto sea un paréntesis-pesadilla que pese a las cicatrices en el alma y en el corazón, las lecciones y el aprendizaje personal y profesional nos permitan a todos contribuir a mejorar la resiliencia de España.