En la historia reciente estadounidense nos encontramos una serie de hitos que han marcado las distintas percepciones acerca de la seguridad. Aparte del 11S, quizás haya sido Sandy Hook (Newtown, Connecticut) el caso más representativo y que mayores cambios trajo consigo. A pesar de todo, sin embargo, muchos más tiroteos en masa han tenido lugar tanto dentro como fuera de Estados Unidos en los últimos ocho años.
Al hablar de incidentes armados, el papel de la gestión es fundamental, ya que en muchos casos son incidentes inevitables. No obstante, sí se pueden prevenir y mitigar las razones que llevan a los mismos, así como las posibilidades de ocurrencia.
Existen múltiples comportamientos de riesgo detectable: acoso sexual entre trabajadores, acciones no violentas como faltas de respeto o malas contestaciones en el entorno laboral, gestos, amenazas verbales, bulling, etc. Todas ellas pueden constituir estadios previos de acciones violentas dirigidas a una persona o personas más o menos específicas.
En todos estos escenarios se producen comportamientos observables durante largos periodos de tiempo que, por supuesto, pueden escalar en intensidad numérica y cualitativa. En muchos casos, estos son identificados por compañeros de trabajo, colegas, amigos o familia. Algunas de las motivaciones son agravios reales o percibidos, distintos tipos de problemas y enfermedades mentales, ideología o búsqueda de fama. Los casos de violencia ideológica, como el antisemitismo o el jihadismo, son altamente marginales. Sin embargo, y así lo señala el Texas Domestic Threat Terrotist Assessment1 de 2020, cada vez existen más casos de lo que se ha venido a conocer como “incel” o involuntary celibate (célibes involuntarios), en los que los comportamientos extremos misóginos y paranoides se normalizan y afectan a las dinámicas, por ejemplo, del entorno laboral.
Los comportamientos de riesgo detectable pueden constituir estadios previos de acciones violentas dirigidas a una persona o personas
La casuística dice que cada tipo de amenaza debe ser identificada y gestionada, puesto que, aunque todas ellas resultan muy diferentes, afectan al entorno de trabajo deriven o no en acciones violentas. Los ejemplos son múltiples: el tiroteo del Virginia Tech (Blacksburg, Virginia), en 2007, por un caso donde no se hizo seguimiento de una valoración psicológica que situaba al sujeto en los valores de riesgo; el caso de Bryce Williams en la WCB17 por un despido; el tiroteo del hospital Mercy, en Chicago, como continuación de un caso de violencia doméstica; o el tiroteo de Aurora (Illinois) tras un despido el año pasado. Todos ellos son solo ejemplos de la necesidad de identificación, alerta temprana e intervención como mecanismos de prevención.
Mejores prácticas
Algunas de las mejores prácticas en lo que se refiere a evaluación de la amenaza parten de la base de la formación de equipos multidisciplinares en el seno de las empresas que permitan la monitorización de casos, en los denominados threat assessment teams (TAT). Puesto que, como ya se ha mencionado, la violencia en el ámbito laboral rara vez aparece de forma totalmente espontánea, las políticas internas y los procedimientos establecidos con claridad en materia de monitorización de backgrounds, consumo de sustancias estupefacientes, tratamiento dado a situaciones tales como órdenes de alejamiento o antecedentes penales, pueden resultar de extrema utilidad; siempre dentro del marco de la legalidad vigente.
Dichos procedimientos deben comprender también pautas de comportamiento adecuadas. Estas deben ser lo suficientemente flexibles como para ser inclusivas, pero con capacidad de identificar potenciales conductas de riesgo, establecer canales de comunicación y notificación de dichas conductas, implantar mecanismos de protección tales como medidas de seguridad como control de accesos y personal de seguridad privada, y contar con protocolos de gestión de despidos y régimen disciplinario, que con frecuencia representan factores estresores de alto riesgo.
Finalmente, esta subestructura organizativa debe incluir, como mínimo, a personal de recursos humanos, de seguridad, conocedor de las instalaciones y a profesionales de la psicología. Del mismo modo, es necesario en estos procedimientos establecer canales continuos de comunicación con las fuerzas de seguridad. Todo ello, para que contribuyan a la evaluación y asesoren a la entidad en la forma de proceder y de gestionar una posible escalada.
Enfoque mutidisciplinar
Los TAT parten de un enfoque multidisciplinar basado en los protocolos establecidos y en el manejo de información compartida. Algunas metodologías de aplicación que pueden ser de gran utilidad son las técnicas de investigación y OSINT, el conocimiento de técnicas de escalada de conflictos y la expansión de estas formaciones de forma adaptada a todo el personal de la organización, incluyendo puestos directivos y de gestión y a la propia organización.
Asimismo, los canales preestablecidos y entrenados con las fuerzas de seguridad resultan críticos. No solo porque mejoran los tiempos de respuesta en caso de incidente, proporcionando una información previa valiosa, sino fundamentalmente debido a que a nivel preventivo pueden determinar si legalmente una persona representa un problema para la comunidad antes de que el incidente llegue a producirse.
Iniciativas
Resultan de interés algunas iniciativas estadounidenses al respecto. Una de ellas es la Threat Assessment, Prevention and Safety Act, presentada −aunque no aprobada− en enero de 20192. Una iniciativa para prevenir la violencia selectiva a través de la evaluación de la amenaza del comportamiento gracias a una mayor integración entre las administraciones nacional, estatal y local. Sin embargo, en esta materia, el hito posiblemente lo marque el modelo presentado por el Servicio Secreto para prevenir asesinatos selectivos, que posteriormente ha adaptado en los últimos años a desarrollar una metodología de trabajo respecto a la violencia selectiva.
El modelo presentado por el Servicio Secreto se basa en la interrupción de las interacciones que llevan la violencia. Para implementar estas medidas, señala tres pasos fundamentales3: la identificación temprana de los comportamientos de riesgo, su evaluación por el personal cualificado correspondiente y la gestión de dichos comportamientos. Así trata de mitigar la potencial escalada de violencia e implica a los actores internos y externos correspondientes.
Todo ello se estructura en ocho elementos a desarrollar:
- Establecer un TAT multidisciplinar.
- Definir los comportamientos de riesgo y los prohibidos en la organización.
- Crear un mecanismo centralizado de notificación.
- Determinar el nivel necesario para solicitar la intervención de las fuerzas de seguridad.
- Establecer procedimientos de evaluación que incluyan motivaciones, comunicaciones, acceso a armas, intereses inapropiados, estresores y dificultades emocionales, problemas psicológicos, posibilidad de planeamiento de una acción violenta, etc.
- Desarrollo de mecanismos de gestión de riesgos.
- Promoción de un entorno seguro en la organización.
- Formación para todos los actores interesados.
El modelo hace hincapié en el esfuerzo colectivo por encima de técnicas como el profiling, mucho más funcional para otro tipo de asesinos en masa, como los asesinos en serie. No obstante, resulta fundamental la presencia y participación de profesionales de la medicina como psiquiatras forenses especializados en evaluaciones psicológicas de riesgo de violencia, capaces de utilizar e interpretar los resultados de herramientas estructuradas de evaluaciones de riesgo potencial de violencia.
Los ‘threat assessment teams’ pueden resultar una herramienta de gran utilidad por su potencial de mitigación en entornos controlados
Podemos concluir que los TAT no son una panacea que eviten los incidentes armados. Y que su funcionalidad, posiblemente, se vea limitada a entornos controlados donde la observación del comportamiento y la alerta temprana es posible, dando lugar a todas las excepciones a esta norma en cuanto a la gestión de dichos incidentes. Sin embargo, en dichos entornos controlados puede resultar una herramienta de gran utilidad por su potencial de mitigación. No obstante, estas estructuras, por su multidisciplinariedad, deben organizarse siempre sometidas a procedimientos perfectamente detallados para garantizar los derechos de todos los trabajadores, además de su seguridad. Sin duda, es una línea de trabajo que merece la pena explorar en el ámbito de la seguridad corporativa.
Referencias
1Gobierno de Texas (2020), Texas Domestic Terrorism Threat Assessment, en https://www.dps.texas.gov/director_staff/media_and_communications/2020/txTerrorThreatAssessment.pdf
2HR 838, Threat Assessment, Prevention and Safety Act, 2019. En https://www.congress.gov/bill/116th-congress/house-bill/838/text
3US Secret Service (2015) Attacks on Federal Government, 2001-2013. En https://www.secretservice.gov/data/protection/ntac/Attacks_on_Federal_Government_2001-2013.pdf