Las Fuerzas de Paz de la Organización de Naciones Unidas, conocidas como «cascos azules», tienen el objetivo de mantener la paz en áreas de conflicto así como observar los procesos de paz.
Al hablar de grandes catástrofes y emergencias se nos viene a la mente, de una manera rápida y directa, la imagen del sufrimiento de personas, con el trasfondo desgarrador de la fuerza de la naturaleza que ocasiona desolación, tragedia y desamparo. Dichas situaciones ya son recurrentes, máxime hoy día en que a los pocos minutos de suceder un evento de estas características, en cualquier rincón del planeta, los medios de comunicación son capaces de mostrarnos información detallada y concisa.
Ahondando en los grandes desastres, existen otros escenarios catastróficos tan devastadores o mayores que los reseñados en el párrafo anterior, que son los que provocan de una forma u otra la acción del hombre, como son los desastres derivados de las industrias y de las tecnologías, así como los producidos por las guerras y los conflictos. Precisamente en estos dos últimos escenarios adquiere protagonismo la labor de los cascos azules.
Yendo más allá, si un escenario de guerra y conflicto se amalgama con un desastre natural se crea un contexto apocalíptico en el que los cascos azules, en caso de que estuvieran desplegados, además de atender a su misión tendrían que asumir entre sus cometidos parte de las desgracias provocadas por la naturaleza con el factor de las emergencias añadido.
Si uno busca entre las herramientas de la comunidad internacional para acometer o aminorar el impacto de estas desgracias, tendríamos que fijarnos en los organismos internacionales, especialmente, en las Naciones Unidas. La conclusión que obtenemos es que, aunque existen organismos, grandes alianzas y tratados para asuntos relacionados con la defensa y la seguridad internacional, que funcionan de forma coordinada y con cierta credibilidad, ninguno aúna y resuelve el problema de cómo hacer frente a las catástrofes derivadas de los grandes desastres, sea cual sea su naturaleza.
Cascos azules: ¿qué son?
Las Fuerzas de Paz de la Organización de Naciones Unidas (ONU) cuentan con más de 60 años de existencia y son popularmente conocidas como “cascos azules” debido al color de los mismos. Éstos nacen como una fuerza orientada única y exclusivamente para –dentro del marco de una resolución de la ONU– crear y mantener la paz en áreas de conflicto, monitorizar y observar los procesos de paz, así como asistir a las partes contendientes en la implementación de tratados con fines de paz.
Los cascos azules actúan por mandato directo del Consejo de Seguridad de la ONU y están formados por miembros de las fuerzas armadas y policiales de los países integrantes de las Naciones Unidas, encuadrados en fuerzas multinacionales para llevar a cabo las conocidas operaciones de paz. Esas operaciones van desde la ayuda humanitaria hasta la imposición de la paz por la fuerza militar. En ese espectro de misiones, el uso de la fuerza se gradúa y va desde una autodefensa de los contingentes de los cascos azules hasta operaciones militares que imponen los mandatos de la ONU y que usan la fuerza en su más amplio sentido.
Si vamos a casos prácticos y concretos sobre sus misiones, veremos que:
Si los cascos azules han sido desplegados para apoyar una gran catástrofe humanitaria, su papel más probable será como facilitador para que la ayuda humanitaria llegue a los damnificados, escoltando convoyes, dando seguridad a los puntos de almacenamiento y distribución, instalando y asegurando hospitales de campaña, montando campamentos de refugiados, reparando y abriendo rutas, etcétera.
Por el contrario, si han sido desplegados para imponer la paz lo harán forzando una tregua o un cese de operaciones definitivo hasta que se acuerde un pacto. Igualmente, se interpondrán entre los contendientes, realizaran operaciones militares y demostraciones de fuerza, etcétera. Si, mientras están haciendo este papel, se suma una gran catástrofe natural serán nuevamente un claro facilitador para atenuar las derivadas de la misma.
Fruto de todo lo expuesto, en lo que respecta a las grandes catástrofes y emergencias hay que reseñar un par de aspectos que responden y clarifican el papel de estas fuerzas de protección. Por un lado, que por sí sola esta fuerza no está diseñada para acometer la gestión de una gran catástrofe. Por otro, que al ser los cascos azules una fuerza militar y desplegarse como tal, su organización, preparación y funcionamiento la hacen óptima para trabajar en el marco del mayor de los desastres: la guerra y los conflictos. Por ello, se puede afirmar que si bien los cascos azules no han nacido para gestionar emergencias ni catástrofes por sí solos, son sin duda una herramienta a tener en cuenta en los escenarios en los que actúen.
Es bueno recordar que en 1988, siendo Pérez de Cuellar secretario general de la ONU, los cascos azules fueron agraciados con el Premio Nobel de la Paz por su participación en numerosos conflictos desde mediados del siglo XX. También, en 1993, los cascos azules destacados en la antigua Yugoslavia recibieron el Premio Príncipe de Asturias de Cooperación Internacional. Mencionar también que, a pesar de la imagen contrastada de apoyo a la solución de con conflictos y el mantenimiento de la paz que tienen los cascos azules, en varias ocasiones han recibido críticas debido a sus actuaciones, incluso alguna de ellas contrarias a la Ley de la ONU: los derechos humanos. Por suerte, la polémica ha sido algo excepcional.
Catástrofes y emergencias
Como he mencionado en la introducción del artículo, podríamos decir que a nivel mundial no existe ningún organismo supranacional para defendernos de las catástrofes que asolan el mundo. Frente a la fuerza desatada de la naturaleza o a los desastres producidos por la huella del hombre, no existen herramientas unificadas y consolidadas.
Sin embargo, el problema está más que bien planteado e identificado en las referencias de la Estrategia Internacional para la Reducción de Desastres (ISDR), como es incrementar la conciencia pública sobre el riesgo, vulnerabilidad y reducción de los desastres a escala global, favorecer el compromiso de las autoridades, provocar la participación interdisciplinar y aumentar el conocimiento científico.
Sería bueno ensalzar el esfuerzo que hizo la ONU en la década de los noventa con un detallado análisis sobre las acciones a gestionar e impulsar antes, justo y después de producirse una catástrofe, clasificando estos desastres como:
- Hidrometeorológicos: ciclones, huracanes, inundaciones, sequías, tornados, temperaturas extremas, nevadas, etc.
- Geológicos: terremotos, volcanes, tsunamis, corrimientos de tierra, glaciares…
- Y, por último, medioambiental y tecnológico: incendios, centrales nucleares, etc.
A pesar de estos esfuerzos, todavía no se ha conseguido crear una herramienta ejecutiva ágil y eficaz que haga frente a estas rutinas.
Herramienta de emergencia
¿Son los cascos azules una solución de futuro para convertirse en una herramienta de cara a las emergencias? Para dar respuesta a esta cuestión estoy seguro de que no habría que sondear si el mundo quiere dotarse de una capacidad para gestionar y coordinar una emergencia o catástrofe de forma sólida y contundente. Creo que todos pensamos que se debería tener, desde hace tiempo, un pool de fuerzas y capacidades, preferentemente militares, certificadas y sometidas a criterios de disponibilidad, con un tinte exclusivo de dedicación al mundo de las emergencias. Asimismo, que éstas estuvieran muy capacitada para coordinar, gestionar y dirigir los esfuerzos sobre el terreno.
Siguiendo la propuesta de Nicole Guedj de que debería favorecerse la constitución de una fuerza supranacional exclusivamente humanitaria (a la que llamó cascos rojos), creo que esa podría ser la tecla que necesitamos frente a las catástrofes naturales o provocadas. Los cascos azules siempre han sido y serán un excelente complemento y apoyo a cualquier tragedia, pero como señalé antes, no son la solución idónea.
En España se constituyó la Unidad Militar de Emergencias, que ya ha demostrado su capacidad de intervención en incendios, nevadas, inundaciones, etc.; siendo una unidad con unas capacidades básicas y una estructura militar. Su actuación se enmarca dentro del mundo de las emergencias y su papel está orientado a actuar cuando las capacidades de las comunidades autónomas no llegan a cubrir el espectro de las emergencias/catástrofes, completando a las mismas. Cuando la situación sobrepasa a éstas y se convierte en un asunto nacional, estamos ante la bien conocida responsabilidad y acción del Estado. Su capacidad de gestión, de unificar, de coordinar y, sobre todo, de mando y control en estas situaciones, la convierten en esa herramienta de estado que bien podría ser un modelo si lo extrapolamos a un nivel supranacional.
Conclusión
Los cascos azules son una excelente herramienta dentro de las grandes catástrofes por su naturaleza militar y policial como valor añadido; pero, por sí solas, no tienen la capacidad de gestionar y coordinar una gran catástrofe.
Un pool de fuerzas especializadas coordinadas bajo un organismo con un sistema de mando y control que tenga la capacidad de aunar, coordinar, dirigir e integrar este pool de fuerzas en una gran emergencia, sería sin duda el comienzo de un concepto de seguridad internacional mucho más amplio al que tenemos actualmente, así como una excelente respuesta a lo que creemos demanda la humanidad.