Desde su punto de vista, ¿qué nuevas actividades cree que pueden surgir para los servicios de vigilancia tras la salida de la crisis del COVID-19?
Las nuevas actividades irán encaminadas al aseguramiento de las actividades de los clientes. La actual situación ha creado disparidad en las medidas a tomar en diferentes ámbitos, y es parte de nuestra actividad el asesoramiento de las tecnologías apropiadas y la aplicación de medios no invasivos, pero tampoco demasiado laxos. Encontrar esa simbiosis es lo primordial para volver a la normalidad lo antes posible. Habrá que tener especial cuidado con no invadir con soluciones difíciles de ejecutar o innecesarias, ya que tecnologías inadecuadas o sin un criterio definido pueden saturar a los clientes.
¿Cómo cree que afectará esta crisis sanitaria a los servicios de seguridad privada, en términos generales?
Al comienzo de la situación creada por el COVID-19, muchos clientes cesaron o minimizaron su actividad. Y con ello los servicios de vigilancia o las instalaciones de sistemas previstas. La recuperación dependerá de la diversificación que tenga la prestataria de clientes entre públicos y privados y las actividades que desarrollan estos, si se han visto afectadas en su actividad o si pueden volver a su productividad habitual. También influirá la versatilidad de las empresas para dar soluciones más eficientes y económicas a sus clientes con menor capacidad y la resiliencia para sostener la plantilla propia y poder prestar servicios cuando se recuperen las actividades.
En nuestra empresa apostamos por soluciones tecnológicas de implantación permanente y no invasiva. Ponemos el foco en la autogestión del visitante, y no solo en el control por parte del cliente. Con ello creamos una tendencia de autoprotección e implantación de medidas que creen una normalidad al entrar en oficinas o espacios de ocio haciendo que sea el usuario el que de forma sistemática utilice estos medios, como controles de temperatura, sistemas termográficos, etc.