El dueño y CEO de Telegram, Pavel Durov, fue detenido en Francia el 24 de agosto de 2024. La acusación es que su plataforma social alberga actividades ilícitas, incluido el tráfico de drogas y la distribución de imágenes de abuso sexual infantil.
¿Quién es el dueño de Telegram y por qué le detienen en Francia?
Pavel Durov nació en Rusia, pero por el trabajo de su padre se crio en la ciudad italiana de Turín. Hoy conserva su nacionalidad originaria, pero también tiene la ciudadanía de Francia, de la isla caribeña Saint Kitts y de Emiratos Árabes Unidos (UAE). La detención tuvo lugar a finales de agosto en el aeropuerto parisino de Le Bourget, donde llegó procedente de Azerbaiyán. Tras cuatro días de interrogatorio, el empresario tecnológico quedó en libertad. Tuvo que pagar una fianza de 5 millones de euros y aceptar presentarse en una comisaría dos veces por semana, según la fiscalía de París.
La detención de Durov sucedió apenas aterrizar en su avión privado en Le Bourget, aeropuerto especializado en vuelos corporativos y situado a 14 kilómetros de París. La acusación de las autoridades francesas era que la falta de monitorización de contenidos en Telegram favorece delitos como el tráfico de drogas y las redes de pedofilia.
La trayectoria rebelde de Pavel Durov
El 16 de abril de 2014, Durov se negó a entregar los datos personales de los activistas ucranianos opuestos al presidente prorruso Viktor Yanukovich. Esta actitud le costó perder la red social rusa VK, que había fundado en 2006 con enorme éxito. Su familia materna procede de Kiev y ha explicado que está orgulloso de la sangre ucraniana que corre por sus venas, representada por su segundo apellido Ivanenko. En el conflicto entre Rusia y este país, Durov se proclama a favor de una Ucrania independiente. Su oposición a Vladimir Putin ha sido valiente, negándose a bloquear la cuenta de el opositor Alexei Navalny en la red VK. A finales de abril de 2014 aseguró que su red social había caído en manos del gobierno ruso y acabó marchándose de su país, diciendo que no pensaba volver jamás.
La libertad en las redes sociales y su efecto sobre la seguridad global
La detención de Pavel Durov representa otra fase del debate mundial, a menudo confuso y contradictorio, sobre el grado de responsabilidad que asumen los directivos de las plataformas digitales por el contenido que comparten sus usuarios. Y sobre el impacto directo que tienen las normativas de las redes sociales (o la falta de ellas) sobre la seguridad global.
Estos portales o ciberespacios —incluyendo las plataformas de mensajería directa como Telegram y WhatsApp, pero también las redes sociales como el Facebook de Mark Zuckerberg y el Twitter/X de Elon Musk— funcionan en todo el planeta, o al menos son accesibles para la mayoría de la población mundial mediante un teléfono inteligente. Es decir, que cualquier restricción o falta de control de una plataforma afecta de manera casi instantánea a la seguridad planetaria, interfiriendo con frecuencia en el cumplimiento de las leyes vigentes en cada país.
Por un lado, los gobiernos pretenden responsabilizar a las plataformas del contenido ilegal que contienen, al tiempo que presionan a sus dueños para que cedan la información personal de los usuarios considerados polémicos. En Rusia, la propia Telegram —como antes la red VK del propio Durov— recibió coacciones para que diera los nombres de los activistas del Euromaidán que usaban la app para organizar manifestaciones contra Vladimir Putin y su incipiente invasión de Ucrania.
En paralelo, los defensores de la libertad de expresión luchan contra la exclusión de determinados usuarios de las plataformas. Los comentaristas políticos, por su parte, se quejan de no tener suficiente libertad para expresar sus opiniones políticas, o de sufrir una censura ideológica.
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