Hace menos de un año, coincidiendo con la celebración del Día Internacional de la Mujer, a través de la carta que escribí para Seguritecnia y que vuelvo a compartir esta vez en primera persona del singular, quisimos expresar nuestro reconocimiento a todas las mujeres que dedican su vida profesional a trabajar por y para la seguridad aportando sus capacidades desde diferentes ámbitos.
Como en tantos otros casos, el mundo de la seguridad no fue sencillo para el desarrollo profesional de la mujer. Solo tras la Constitución de 1978, que prohibía la discriminación por razón de sexo, fueron adaptándose los mecanismos y las estructuras laborales y sociales para que la mujer pasase de tener funciones auxiliares a conseguir la igualdad efectiva sin hacerse distinciones por sexo a la hora de ocupar destinos.
Al igual que tantas mujeres de mi generación (los años setenta), mi vinculación al mundo profesional de la seguridad fue accidental, por tradición, vinculación familiar o por casualidad. La mayoría no teníamos o desconocíamos nuestra vocación y amor por la seguridad, probablemente porque fuimos educadas bajo los cánones de la época. Como esa profesión «no era de mujeres», simplemente no formaba parte de nuestras opciones.
Mi aterrizaje en el mundo de la seguridad fue por una mezcla de todas esas cosas. Mi abuelo era militar y un firme y apasionado defensor de la seguridad, pionero en lo que hoy todos conocemos como seguridad privada. Esa pasión le llevó a fundar Seguritecnia y, a través de ella, a comprometerse con los cimientos, desarrollo y defensa del espacio que debía ocupar este sector.
Tras su fallecimiento, mi vida profesional estaba vinculada al ejercicio del derecho y la docencia, que pude compatibilizar con el apoyo profesional que necesitaba el negocio familiar en aquellos momentos.
Al poco tiempo se despertó en mi la vocación por la seguridad, unida a la profunda y maravillosa huella que dejó mi abuelo en mi vida y persona. Decidí colgar la toga y servir a la SEGURIDAD a través de Seguritecnia en las más de dos décadas que llevo vinculada a este sector y que me ha permitido aprender, madurar, disfrutar y descubrir que si volviera a nacer habría muchas posibilidades de que vistiera uniforme en mi vida profesional.
Útiles a la sociedad
Mi posición privilegiada en Seguritecnia, testigo fiel de la SEGURIDAD, me ha permitido compartir el día a día con los profesionales de la seguridad, fundamentalmente masculinos. De ellos he aprendido que, por encima de cuestiones de género, el espíritu que debe mover a cualquier persona que decida dedicar su vida profesional a la seguridad es el constante afán por mejorar para ser útil a la sociedad, con rigor y generosidad, impregnando todas sus acciones de una sincera vocación de servicio a los demás para hacer un mundo más seguro.
Por eso, vaya por delante mi agradecimiento a todos esos hombres que durante estos años me han brindado y me brindan su colaboración, ayuda y apoyo cada vez que lo he necesitado y que han forjado el sector de la seguridad privada que tenemos, con sus aciertos y sus errores. Y mi desprecio por aquellos que en algún momento hayan discriminado, limitado o humillado a alguna mujer vinculada a la seguridad por motivos de género. Como en todos los sectores, la cuota de «estúpidos» que nos corresponde la tenemos que asumir…
Mujeres profesionales de la seguridad
Y mi admiración por todas las mujeres profesionales de la seguridad, especialmente por las que, aunque no lo tuvieron fácil, lucharon por alcanzar sus sueños y hoy ocupan cargos de responsabilidad. Mi cariño, reconocimiento y gratitud porque fueron pioneras en abrir caminos para conseguir que la seguridad en estos momentos esté al alcance de cualquier mujer cuya vocación le lleve a dedicar su vida profesional a tan noble profesión.
Afortunadamente, en Seguritecnia la mujer siempre ha tenido voz, espacio y reconocimiento; quizás porque en sus 40 años de existencia, más de 30 ha estado dirigida por mujeres y editada por hombres que han apoyado, respetado y defendido nuestro papel con absoluta normalidad.
Los valores requeridos para el ejercicio de esta profesión, como son la lealtad, el compromiso, el rigor, la entrega y el servicio a los demás, no tienen género. En estos momentos en los que la tecnología está cambiando el paradigma de la seguridad, son necesarias habilidades que antes no eran tan valoradas y que suelen predominar más en la mujer: empatía, resiliencia, capacidades intuitivas, multitarea, buena gestión del tiempo, trato amable. A lo que se suma una apuesta por la formación en nuevas competencias como análisis de inteligencia, gestión de crisis, gobierno de integral de la seguridad, entre otras. Materias que son necesarias y de gran valor para afrontar los retos y las amenazas a los que nos enfrentamos.
Talento femenino
Por eso es tarea de todos conseguir atraer mujeres con talento hacia todos los ámbitos de la seguridad. Como firme convencida de que hacen faltan muchas más mujeres en la seguridad, quiero contribuir a que no nos perdamos a las mejores o a todas aquellas que quieran dedicar su vida profesional a la seguridad. De ahí mi compromiso personal para continuar eliminando «techos de cristal» y «suelos pegajosos» también a través del Observatorio Mujer y Seguridad.
Mi admiración por las mujeres luchadoras y brillantes que he conocido y con las que he compartido estos años de mi vida profesional.