Seguritecnia 379
78 SEGURITECNIA Octubre 2011 Seguridad en Museos y Patrimonio Histórico Desde el Capitel C ontaba un inspector de po- licía, que hacía las funciones de delegado gubernativo en la plaza de toros de las Ventas, la impresión que le había causado la reacción fisioló- gica y verbal de un veterano matador de toros que, antes de iniciar el paseíllo y en la soledad del patio de cuadrillas, sudaba copiosamente por la punta de los de- dos, en un goteo incesante que caía de la mano al albero. Al verlo tan tenso, se acercó al maestro y le ofreció un cigarrillo para aliviar sus sufrimientos, y éste, viéndose sorpren- dido en su estado anímico, le miró fija- mente a los ojos con agradecimiento y le dijo: “Me muero de miedo”. Tras unos se- gundos de silencio y después de dar dos caladas al cigarrillo, añadió: “No es por los toros, es por el respetable, créame”. A esta actitud le llaman los aficionados tau- rinos “vergüenza torera”. Cuando oí esta anécdota y reflexioné sobre la misma, supe a qué se refería. Los directores de Seguridad de los museos sabemos lo que es vestirse cada mañana para ir a trabajar entre las mejores obras de arte de los genios de la pintura y es- cultura mundial y sentimos cómo nos miran y examinan los que allí están sus- pendidos de las paredes o subidos en sus pedestales; ellos son “el respetable”. Cuando paseamos por las salas de los museos haciendo nuestro trabajo, senti- mos cómo nos vigilan “Las 150 Marilyns” del genial Andy Warhol al pasar cerca de ellas; notamos a flor de piel cómo exa- minan nuestro atuendo los caballeros españoles de “La rendición de Breda” del maestro Velázquez mientras repasamos el estado de los sistemas de seguridad de esa sala; oímos los cuchicheos de los soldados que aguardan en formación en “El friso de los arqueros” cuando habla- mos con los vigilantes; y agradecemos los silencios cómplices del severo “Moi- sés” del universal Miguel Ángel cuando algo no lo hacemos tan bien como él y nosotros quisiéramos. ¿Alguno conoce un tribunal examina- dor más riguroso, más selecto? Soy muy consciente de que traba- jando por y para ellos, velando por su se- guridad, facilitamos el trabajo de otras áreas y profesionales del museo que, con la misma vergüenza torera que nosotros, se visten cada mañana para rendir cuen- tas ante tan severos y eminentes jueces. Todos los que trabajamos en depar- tamentos de Seguridad de museos sa- bemos que, con nuestro esfuerzo co- lectivo, posibilitamos el milagro diario de que miles de personas se emocio- nen con la observación de estas obras de arte. Sabemos que somos unos pro- fesionales muy afortunados por trabajar en semejante escenario y con unos jue- ces tan respetables y singulares. Pero se- pan ustedes que nuestra función –anó- nima siempre– es muy difícil, no tene- mos margen de error y, en la mayoría de las ocasiones, tampoco disponemos de una segunda oportunidad, ya que cual- quier incidencia que le sucediera a una obra tendría eco mundial, y el daño a la reputación para la institución y para el país sería muy grave. Por esto admiro a mis amigos y com- pañeros directores de Seguridad de los museos y por ello respeto tanto su tra- bajo. Tampoco puedo olvidar las leccio- nes aprendidas, de entrega y de buen hacer, de todas las generaciones de profesionales que nos precedieron en este oficio. Ellos, con su vergüenza torera, me le- garon el profundo respeto que tengo por mi trabajo y la satisfacción y el orgu- llo de saberme cada mañana observado por “el respetable”. S Vergüenza torera Fernando Ordorika / Director de Seguridad del Museo Guggenheim de Bilbao
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