Seguritecnia 379

98 SEGURITECNIA Octubre 2011 Seguridad en Museos y Patrimonio Histórico Retablo de la Seguridad A l igual que en todos los ámbi- tos, también en cuanto a pa- trimonio hay clases estableci- das: están por un lado los VIP, entendidos en este caso como “ very important patri- mony ”; y por otro aquéllos a los que na- die protege, los semienterrados en yaci- mientos olvidados y los que luchan por aparecer en zonas urbanas bajo los efec- tos de las edificaciones que crecen a ritmo desbocado, no siempre lógico, y son pacientes de intervenciones arqueo- lógicas de urgencia, no siempre idóneas. A los que sentimos que el pasado nos habla desde los rincones más recóndi- tos se nos encoge el corazón cuando ve- mos piezas, de mayor o menor valor ar- tístico pero siempre de un gran valor do- cumental, que se van perdiendo bajo los efectos de la naturaleza, severa, y de los hombres, implacables. Bien consciente de que no es en abso- luto fácil abarcar el cuidado de un patri- monio inagotable, como lo es el de este país, querría no obstante reseñar la ne- cesidad de crear conciencia de que nos enfrentamos a un serio problema. La preocupación ha de venir de todos los sectores, desde la ciudadanía a la clase política. Las soluciones no pueden en- focarse desde un único punto de vista, pues el asunto es complejo y afecta a lo social, lo cultural, lo económico, lo aca- démico…Y todo ha de converger. Sin embargo, esto que parece de sentido co- mún se olvida ante la vivencia de lo real. A la pregunta de quién se ocupa de este patrimonio, la respuesta es confusa y, a los ojos de los ciudadanos de a pie, entre los que me incluyo, la conclusión es que nadie se ocupa… o se ocupa con poco empeño. Distintas administracio- nes lo afrontan con diferentes grados de compromiso y los resultados se hacen perceptibles en relación directa. Tenemos que ser conscientes de que se está perdiendo un número incalcula- ble de yacimientos y, con ellos, todos los vestigios que ayudarían a desentrañar claves del pasado, ya que solo su cono- cimiento permite una elaboración histó- rica rigurosa. Su estudio y protección no ha de con- siderarse un obstáculo al desarrollo; sin embargo, necesariamente así se ha visto en ocasiones por el propietario de un te- rreno que deja infructuoso la ineficacia de los gestores del patrimonio, o por los que han de sufrir la paralización de obras públicas necesarias por la inoperancia de los mismos. La Administración, como todo engranaje, necesita de aceite para impedir que se paralice. Existen ciudades que han escrito su his- toria a la vez que recuperaban el patrimo- nio, mientras otras lo han arrasado literal- mente. Es el ejemplo de que la gestión no es homogénea y está muy mediati- zada por la responsabilidad y coherencia de los administradores públicos. Cuando el patrimonio se ve some- tido a intereses espurios, el resultado es siempre luctuoso; por el contrario, su recuperación lleva a un incremento de la riqueza de la colectividad, en el plano del conocimiento y en el inmediato ma- terial, ya que la puesta en valor de ya- cimientos despierta el interés por un área y potencia un turismo cultural que funciona como motor económico, lo que tendría que interesar a pequeños y grandes municipios. Desde mi experiencia –no de espe- cialista en legislación sobre patrimonio ni de arqueólogo experimentado, sino desde la huella que dejan impresa los kilómetros recorridos y la visión de los destrozos, los olvidos, los daños irre- parables–, desde la sensibilidad ante esa parte de la historia que, teniéndola en nuestras manos, dejamos que se nos escape incapaces de poner solu- ción, propongo protección para estos bienes. Protección significa conocer- los, y conocerlos, estudiarlos. Cuando los hemos conocido se nos hace im- posible no desear ampararlos. En esto debe estar implicada la Administra- ción y los agentes políticos que la pue- blan, las universidades y los hombres y mujeres del conocimiento que la for- man, la ciudadanía con todo tipo de personas que la viven. Y, por supuesto, el colectivo que se ocupa de la seguri- dad, al que hay que agradecer que no se frene en el deber preciso y aséptico que se le exige, sino que se posicione en el desvelo. S La herencia olvidada María Loira Enríquez / Licenciada en Historia y doctoranda en Arqueología Romana

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