Seguritecnia 391
SEGURITECNIA Noviembre 2012 Editorial “Ser lo que soy, no es nada sin la Seguridad” (Shakespeare) 7 L a tragedia ocurrida la noche del 31 de octubre en el pabellón municipal Madrid Arena ha abierto muchas vías de de- bate respecto a la seguridad en los encuentros multitudinarios. La estampida humana que se produjo en uno de los pasillos del recinto durante el festival Thriller Music Park causó la muerte de cuatro jóvenes y mantiene a una quinta en estado grave. El cúmulo de errores y la falta de profesionalidad demostrados en torno a este evento podrían incluso ha- ber dado origen a un balance de víctimas muy superior . Las culpabilidades se depurarán en el proceso judicial abierto para el caso; sin embargo, se pueden extraer algunas conclusiones sobre este terrible suceso que se extrapolan a cualquier faceta en la que intervengan los actores privados que se dedican a la seguridad. La más importante es que la seguridad constituye, por encima de todo lo demás, una responsabilidad con la sociedad que debe exigirse tanto a los proveedores como a los usuarios, sean públicos o privados. Cuando los ajustes presupuestarios conllevan un detrimento de la eficacia y la calidad de la seguridad, los resultados suelen ser nefastos. En esta ocasión, hasta tal punto que ha costado vidas humanas, lo que supone la antítesis del cometido de esta actividad. La concienciación sobre la importancia de la seguridad no debe proyectarse únicamente hacia el exterior del sector, también hay que interiorizarla. Por otro lado, casos como el del Madrid Arena demuestran la relevancia de la forma- ción, tanto teórica como práctica, del personal que participa en los dispositivos. En los últimos años se han llevado a cabo esfuerzos notables para procurar que los profesio- nales del sector reúnan las capacidades necesarias para ejercer su labor en todo tipo de situaciones. Pero todavía existen figuras (que no forman parte del personal de se- guridad privada recogido en la ley que regula dicha actividad) que intervienen en es- tos acontecimientos, como es el caso de los controladores de accesos, cuyos conoci- mientos aún están lejos de considerarse suficientes, especialmente ante circunstan- cias críticas. Si la normativa permite su presencia en espectáculos de tal envergadura, tendrá asimismo que exigirles una formación acorde a los riesgos inherentes a dichos eventos. En tercer lugar, ha quedado patente la necesidad de establecer una coordinación impecable a todos los niveles. El conjunto de actores que intervienen en la seguridad de los eventos donde se concentran miles de personas tienen el mismo objetivo, el de proteger; por lo que todos han de colaborar para evitar los incidentes o reaccionar eficazmente en caso de que se materialicen. Aunque cada uno tenga asignada una ta- rea diferente, el compromiso de velar por la integridad de las personas y los bienes es compartido. Si bien no debe buscarse en la normativa relativa a la seguridad en estos espectáculos el origen del problema, una revisión serviría para comprobar si realmente esta ofrece todas las garantías. Hay que acotar las posibles interpretaciones que ofrece la regulación, y así evitar lecturas diferentes según la comunidad autónoma en la que nos encontremos o el responsable en- cargado de asignar los recursos necesarios. La tragedia de la noche de Halloween invita a tomar conciencia una vez más sobre la responsabilidad contraída por el sec- tor de la seguridad con la sociedad. Es tiempo de reflexionar sobre lo sucedido e insistir en la relevancia de cada decisión que se toma en la materia. Es una vía imprescindible para continuar construyendo el futuro y evitar que sucesos como el del Madrid Arena vuelvan a suceder. S Una trágica lección “La seguridad constituye, por encima de todo lo demás, una responsabilidad con la sociedad que debe exigirse tanto a los proveedores como a los usuarios”
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