Seguritecnia 396

74 SEGURITECNIA Abril 2013 Opinión zas, lisonjas ante la facilidad crediticia, era fácil obtener subvenciones, ayudas por plantar árboles, también por arran- carlos... El empresariado confiado rea- lizó sus inversiones, ampliaron sus ne- gocios, sin suspicacias, la situación era espléndida ¿por qué desconfiar? No se trataba de limosnas, ni de favores, ob- sequios o caridades. Entonces, insisto, ¿por qué desconfiar? Pues quizás por la poca credibilidad que poseían quienes otorgaron el dinero, porque quienes efectuaron la aportación monetaria te- nían intenciones ocultas, como pedir “algo” a cambio, y porque lo que se re- cibió no tenía el valor que aparentaba, vamos, lo mismo que el santo ante la gran limosna. Asistimos cada día al cierre de im- portantes empresas, consecuencia ló- gica de la ineficiencia y la falta de com- petitividad, la cual dicen que nos hacen débiles. Me niego a sentirme culpable de esta situación. Hemos de ser cons- cientes del abandono por parte de los poderes públicos –según su opinión plenamente justificado–, dado que ayu- dar a superar los aprietos de los sec- tores productivos se convierte en una conducta indeseable. Los gobernan- tes de la mega Europa dicen pomposa- mente que se trata de una interferencia anómala sobre las leyes naturales que ri- gen los mercados, cada uno debe ocu- par el sitio que le corresponda. Esa idea egoísta explica la mayoría de las formu- las políticas del momento que vivimos. En el sector de las Seguridades hemos de analizar en concreto las dificultades por las que atraviesan los negocios y re- cuperar el equilibrio en cada momento, arriesgando tiempo y dinero, aunque no se reciba compensación. Trabajar con la justa pretensión de cobrar por los servicios prestados, pero sobre todo ser de utilidad al cliente. Pese a la senci- llez de los argumentos expuestos, nada de ello parece posible a corto plazo, pues en estos momentos los empre- sarios se sienten intimidados, descon- certados, perseguidos por una desco- munal y enorme regulación legislativa, improcedente cultura sindical funciona- rial y excesiva burocracia. Dejemos de mendigar, reivindiquemos un solo mer- cado, una sola regulación, con pocas le- yes, pero precisas y claras. Preparemos las empresas para competir en el mer- cado mega Europeo. Si somos capa- ces de dominar los miedos nos será fá- cil emprender la acción. Además, resis- tir sin desfallecer sin duda nos permitirá sobrevivir. No dejemos de lado que los verdaderos empresarios son aquellos que se anticipan a ciertas situaciones huyendo de otras, sin olvidar de nin- gún modo la constancia, la perseveran- cia y la flexibilidad en nuestras acciones, pues el que vive de esperanzas corre el riesgo de morirse de hambre. S H an transcurrido apenas cinco años y parece que algunos, ¡al fin!, se han percatado de que sufrimos una crisis profunda, larga en el tiempo, que nos atenaza inmisericorde. Los empresarios arrastran el ánimo por los suelos, cansados por el desmedido esfuerzo realizado para sobrevivir. Algu- nos muestran su indignación contra no se sabe bien qué, e incluso abundan los descorazonados; eso sí, expresan su dis- posición a esforzarse al máximo, a la lu- cha necesaria para levantar la ilusión del colectivo, con la esperanza puesta en ver si mengua de una vez por to- das el temporal que nos azota. Necesi- tamos darnos cuenta de las circunstan- cias en las cuales vivimos, colmadas de fatalidades y leyes cambiantes, de inte- reses múltiples, contradictorios. Preci- samos de trasformaciones profundas, adaptadas a la realidad, arrinconando a un lado las revoluciones enloquece- doras, las ideas geniales, arrimando el hombro en esta época de sorpresas in- esperadas. No dejo de preguntarme si la totalidad de los sacrificios consuma- dos por el empresariado, los emplea- dos, los funcionarios y los jubilados de este país desde el inicio de la inseguri- dad económica valen la pena. Estamos inermes, forzados a una severa austeri- dad, en la lucha por nuestro destino en un mundo amoral. El año 2000, como un nuevo Caba- llo de Troya, transportó oculto en su panza el euro –moneda fuerte para disfrute del conjunto de la ciudada- nía europea–, pero no vino acompa- ñada de las mismas leyes fiscales. Los empresarios creyeron en el progreso, en la lucha contra los monopolios; por ello, ilusionados, los más emprende- dores recibieron el “favor” de las enti- dades financieras. Todo fueron alaban- Dejemos de mendigar, reivindiquemos un solo mercado, una sola regulación, con pocas leyes, pero precisas y claras Antonio Ávila Chuliá Cuando la limosna es grande, hasta el santo desconfía “Jamás he conocido en mi vida a un hombre que no pudiera soportar como un perfecto cristiano las desgracias ajenas.” Alexander Pope

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