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96 SEGURITECNIA Diciembre 2013 Opinión gan con cantidades de medio pelo; con lo cual, ya somos polivalentes y malea- bles, también fácilmente trasladables, con tal de salir de este contexto. Pero no dejo de preguntarme: ¿qué más po- demos hacer? No dudo que saldremos de esta situación, aunque me niego a que lo hagamos siendo más pobres. No me resigno, debemos resistirnos a que el reloj de la historia nos devuelva a los años sesenta o setenta, porque en ese caso tendríamos un nuevo marco social, privatizaciones y jubilaciones precarias, sin olvidar que lo buscado por los go- bernantes es lograr menos desembolso para poder mantener su coste. En nuestra viviendas poseemos bom- billas que no empleamos por el ele- vado precio de la energía eléctrica; te- nemos coche, pero no lo usamos por el alto valor del combustible; disfrutamos de espléndidas calles con variada clase de comercios, cines, bares, restaurantes, peluquerías... cerrados o con apenas ra- ros clientes. La pérdida de poder eco- nómico reduce el consumo, de modo que retroalimentamos la crisis; existen muchos y variados impuestos que pa- gar (como el IRPF, IBI, IVA, IAE, socieda- des, transmisiones patrimoniales, suce- siones y donaciones, el de circulación, además del combustible, tabaco, tasas de todo tipo, alcohol, multas...) con me- nos ingresos. Sólo la ayuda racional de la Administración Pública para con las sociedades, compañías, comercios y or- ganizaciones aliviando los trámites bu- rocráticos a la mediana y pequeña em- presa podría mitigar parcialmente la di- fícil situación, sin olvidar una política ilusionante por parte del gobierno, no la de unos hechos consumados que descorazonan. Nuestra pícara cultura popular nos adoctrina que la confesión descarga de los males terrenales, pero si le añades el diezmo y alguna limosna o dádiva mu- cho mejor, porque el porvenir no sólo es tiempo o suceso futuro si no lo que vamos a hacer. S E nfrascado en mis embrolla- dos pensamientos, luchaba por comprender cómo no éra- mos capaces de darnos cuenta de que la vida, pese al transcurso de los años, no ha cambiado substancialmente. Como emprendedor, además de vete- rano empresario, me inquieta la triste realidad de este tiempo, la situación que vivimos –¡llamadla como queráis! –, pues seguimos padeciendo su trave- sía desde hace años, como cuando en pleno temporal esperas que calme el viento, pero la mar y el vendaval arre- cian. Nos hablaron de los brotes verdes, ahora de la luz al final del túnel, y, entre tanto, todos, absolutamente todos, vi- vimos sumidos en una lucha sin cuar- tel por hallar una señal, una meta, una esperanza. Son ya excesivos los años de tormen- tas, de tiempos ingratos, hasta malman- dados, porque aquí ninguno cumple con los vaticinios, pese a que los jóvenes están dispuestos al cambio, a lo desco- nocido. Resulta lamentable, pero nadie es capaz de mostrarles el camino a re- correr, siempre se responde con idéntica cantinela: es cosa de pocos meses; un verdadero vía crucis para la joven gene- ración que, desde su adolescencia, fue- ron preparados para alcanzar el triunfo en una sociedad hoy malherida. ¿Qué podemos hacer? Reconozco como empresario, de una empresa familiar del siglo XVIII, mi enorme preocupación, porque la con- tinuidad es la gloria de la familia empre- saria. Todos esperamos el fin de la pér- fida crisis. Los sueldos se han abaratado hasta el punto que en algunos casos no son el factor determinante de los cos- tes; los precios de los productos están al borde del sostenimiento de la em- presa; la inteligencia y el saber se sufra- Antonio Ávila Chuliá El supuesto pasado es presente “Cuando la juventud pierde entusiasmo, el mundo entero se estremece.” Georges Bernanos

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