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18 SEGURITECNIA Mayo 2014 Seguridad en Puertos N o pensemos por el título, al menos no del todo, que va- mos a tratar aquí de la dulce ensoñación de los cuentos que Shere- zade encadenó uno tras otro, y uno den- tro de otro, hasta que después de mil y una noches en las que urdió múltiples y entrelazadas ideas, consiguió vencer a una muerte ya asumida por otros que se rendían ante algo que les parecía imposi- ble de combatir. No obstante, tampoco descartemos del todo que el ingenio de Sherezade nos pueda servir para acer- carnos a la resolución de nuestro dilema. Para nuestros propósitos, podemos decir que el puerto se concibe como un servicio para facilitar los intercam- bios de todo tipo entre el mar y la tie- rra. No en vano, el Código Internacio- nal para la Protección de los Buques y de las Instalaciones Portuarias (PBIP) hace especial hincapié en los asuntos de seguridad del llamado “Interfaz bu- que-puerto”, como punto neurálgico de la actividad portuaria. Eso sí, por ob- vios motivos de competencias y opor- tunidad, el código deja para otro mo- mento el tema de la seguridad del resto de las instalaciones portuarias, aunque la mayoría de estas interfieren de al- guna forma en el resultado de la segu- ridad de las operaciones realizadas en el citado interfaz. Como tal servicio, se trata entonces de obtener la máxima rentabilidad del mismo, para lo que tenemos que plan- tear las bases del negocio de forma que resulte eficiente, sostenible y creciente. Para ello, la seguridad, en todos sus as- pectos, es un factor que hoy día nadie con visión de negocio se atrevería a po- ner en duda como elemento clave de la gestión del mismo; tanto para la protec- ción de los activos propios como para ofrecer a los clientes un ambiente fiable y seguro donde puedan realizar sus ope- raciones sin temor a sobresaltos y pérdi- das que no se deben asumir. Sin duda, la seguridad en estos ambientes, vende. Así, el puerto marítimo, el medio en el que nos tendremos que mover, va a resultar bastante complicado de con- trolar. Es tan dinámico y abierto como una moderna y compleja ciudad, muy alejada de aquellas a las que se les po- día cercar por altos muros y controlar con un puñado de puertas. Eso puede quedar para otras infraestructuras que, aunque no nos no quepa duda de que puedan poseer una complejidad inte- rior igual o incluso mayor que la que pueda tener un puerto de mar, no son comparables al maremágnum interior y exterior existente en las zonas portua- rias y a la enorme porosidad de los fil- tros que tratan de regular el incesante intercambio de estos dos fluidos. La simple visión de un puerto comer- cial de mediano tamaño nos muestra un complejo universo de entes moviéndose sin aparente control en un espacio aba- rrotado y a veces frenético, donde para los concesionarios y transportistas prima sobre todo la velocidad de las gestiones, para así conseguir abandonar cuanto an- tes la zona portuaria en busca de ávidos e impacientes clientes que no están dis- puestos a aceptar muchas excusas sobre problemas de estiba, burocracia adua- nera o controles de seguridad. En el plano estrictamente físico, a un puerto podemos dotarle de un cerra- miento bastante completo, aunque con las lógicas soluciones de continuidad que plantea la lámina de agua y otras zonas que luego comentaremos. Pero resulta inviable, desde todos los aspec- tos comerciales, convertirlo en una bur- buja impenetrable en la que sus acce- sos puedan ser controlados con cierta eficacia. Además, podrían existir otros accesos que ni siquiera son conocidos o no se reflejan en los planes de segu- ridad y sobre los que no siempre se dis- pone de la capacidad de actuar de una forma coherente y eficaz. Puerto y ciudad En este espacio portuario, nos encon- tramos con un sistema estructural que no ha sido concebido como un todo homogéneo, sino normalmente pe- gado a espacios urbanos que han ido creciendo al mismo tiempo, empuján- dose mutuamente, aunque de forma simbiótica en cuanto a sus intereses comunes, y que no pueden prescin- dir uno del otro sin que ambos se de- teriorasen enormemente. El puerto en general solo puede crecer vegetativa- mente hacia el mar, a veces incluso ga- nándole grandes áreas de nuevo te- rreno, posibilitando así un crecimiento empresarial que no siempre será posi- ble de absorber por las infraestructuras y servicios de los barrios que lo abrazan al otro lado de la frontera y que pueden llegar a asfixiar a estas nuevas conce- siones. Necesitará, por tanto, buscar sa- lidas suficientemente permeables para sobrevivir a la presión de este entorno y acabará encontrando las necesarias vál- vulas de escape, por lo que será mejor Enrique Polanco Socio director de Global Security y consultor de Seguridad Global e Inteligencia Puertos de mar, las mil y una puertas El dilema de la Seguridad Integral en las infraestructuras portuarias
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