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SEGURITECNIA Octubre 2015 23 Diálogos con el arte tualmente hemos llegado a ser. Unos seres cargados con una mochila en la que cabe la suma de muchas y diferen- tes vivencias e influencias, producto de una maravillosa miscelánea de culturas. Difusión Pero esta labor de difusión es responsa- bilidad de muchos actores sociales ca- pacitados para tal fin. Por supuesto de las administraciones, máximos respon- sables (y no siempre conscientes de ello). También la es de otras instituciones que tienen entre sus fines la formación e in- cluso la custodia de los referidos bienes. En ultima instancia de los medios de di- fusión y, por supuesto, de cada uno de nosotros como supuestos expertos en alguna de las parcelas que aludimos. Podemos extrapolar estas considera- ciones al mundo reducido del museo, microcosmos donde se generan activi- dades y expectativas en torno a una pe- queña parte de este patrimonio. Insti- tución controvertida, entre cuyas obli- gaciones se citan la conservación, el estudio y la difusión de una parte de este legado. Tiene sentido si es capaz de generar la curiosidad suficiente y la información asequible y cercana para que la mayoría sea consciente de su protagonismo en el disfrute y contem- plación, así como de la necesidad de su implicación en las tareas de salvaguarda de ese patrimonio. El propio museo ha tenido que ale- jarse de sus planteamientos endogámi- cos y dejar de ser un espacio en el que confluyen mundos paralelos e indepen- dientes, donde los roces son circunstan- ciales, provocados no por la voluntad de intercambio de experiencias, sino por las necesidades de funcionamiento. Hoy ya no es aceptable la figura del ex- perto, del conservador o del restaurador recorriendo las salas de exposición en un estado de ensimismamiento, centrado en el estudio y ajeno al mundo que le rodea, como si este decorado estuviera com- puesto por figuras inanimadas, maniquís que algún designio extraño ha situado aleatoriamente en su recorrido. Este ex- perto es un comunicador que se acerca al público, trata de satisfacer sus necesi- dades de información y le motiva para in- volucrarle en esta tarea de prevención. Lógicamente, ese esfuerzo de integra- ción (formación), debe dirigirse primero al propio personal de la institución. Sólo desde la conciencia de una la- bor común, de un proyecto donde par- ticipen todos los estamentos implica- dos, donde los departamentos o las áreas responsables de la conservación y exhibición de las colecciones y de la organización de eventos, colabore en la formación del personal encargado de diferentes tareas como lo es el de la vigilancia y mantenimiento del es- pacio donde se realizan, sólo enton- ces se puede crear la sinergia necesaria para considerarlo un cometido global. Ser plenamente conscientes de la im- portancia del trabajo del otro dentro de este proyecto común. Así por ejemplo, un vigilante de sala o un supervisor son piezas fundamenta- les en el desarrollo de la actividad expo- sitiva, pues su actuación es inmediata. Debe ajustarse a unos protocolos es- tablecidos pero tiene que partir, sobre todo, del amor hacia aquello que está custodiando y ese afecto parte del co- nocimiento del objeto y de su impor- tancia social. Las piezas dispersas de este puzle cobran sentido cuando se entrelazan entre si y son capaces de re- construir la imagen completa. Un pat- chwork cada vez más amplio que hil- vana piezas diferentes bajo la mano experta de unos buenos tejedores, donde se suman cada vez más retazos para irradiar a la sociedad esa imagen sugerente y atractiva. S Hélène Desplechin Hélène Desplechin Ruinas de Palmira.
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