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SEGURITECNIA Octubre 2015 37 Diálogos con el arte minada. La seguridad, cada vez más, responde a factores técnicos concre- tos y su desarrollo a acciones precisas, adaptadas a los niveles de riesgo en que nos encontremos. Es evidente que, el mantener vías de conexión con los res- ponsables de la seguridad de otros mu- seos y el intercambio de experiencias sobre los incidentes ocurridos en los mismos en foros profesionales –como el Comité de Seguridad del Consejo In- ternacional de Museos (ICOM) y la aso- ciación PROTECTURI–, resulta benefi- cioso para poder adelantarnos a situa- ciones de riesgo inesperadas (nuevas bandas internacionales de criminales, nuevas tecnologías, etc.) que ya hayan sido planteadas y superadas en aquellas instituciones. Es evidente que cualquier colección monetaria es muy sensible a todo riesgo de seguridad, dada la sutil relación existente entre el valor del me- tal de la pieza, el posible importante va- lor de ésta desde el punto de vista nu- mismático, las dimensiones de la misma y el hecho de que las monedas únicas son muy raras, ya que se trata de ob- jetos múltiples industriales, que, de ser robados, puede resultar bastante difí- cil demostrar que, la pieza localizada, se trata del mismo ejemplar robado. En fin, todo esto hace que las monedas hayan sido históricamente un objetivo muy apetecible para los amigos de lo ajeno y de lo nuestro. S didas de seguridad que se adoptan en ellos, especialmente las habituales en museos de casas de moneda, bancos centrales, etc., donde los trabajadores están más que acostumbrados a con- vivir con lo que, desde fuera, podría pa- recer como “obsesión histérica y humi- llante” por el control y la seguridad, pro- pia y, como es lógico, emanada de la misma naturaleza y circunstancias inhe- rentes a este tipo de instituciones. Antes de aplicar cualquier medida de protección ante cada uno de los riesgos que pueden acechar al museo, es pre- ciso hacer una minuciosa evaluación de ellos –robo, incendio, agresión vandálica, extravío, etc.–, un examen exhaustivo de la situación, de forma que se esté prepa- rado para suprimir esos riesgos o, si esta eliminación resulta imposible, reducirlos en la forma debida. Para una evaluación correcta del riesgo que tiene un museo, al igual que haría una compañía de se- guros antes de asumir una importante póliza, se deben considerar una serie de factores que hagan ver, mediante una posterior cuantificación de los mismos, el nivel de riesgo en que nos encontra- mos. De esta forma, se podrán dictami- nar qué acciones se han de adoptar para alcanzar el nivel de seguridad deseado o previamente establecido. No se pueden dictar criterios de se- guridad homogéneos para todos los casos y situaciones de manera indiscri- jándose desde la dirección para ejer- cer un papel mentalizador del perso- nal hasta que se llegue a la admisión de estas medidas de forma natural y con plena convicción. Aunque, como es ló- gico, algunas medidas de seguridad se suelen considerar molestas por diversas circunstancias: concepto estético del lu- gar (extintores, sistemas de seguridad contra robo, cámaras, detectores de in- cendios, etc.), imposibilidad de un con- tacto más directo con la pieza (crista- les de protección, líneas de separación, etc.), y sensación de inseguridad (con- troles de acceso, arcos detectores de metales, cámaras en movimiento, etc.). Evidentemente, si no se lleva al visitante del museo a la convicción de que la “realidad” hace que estos dispositivos sean necesarios y cumplen una función imprescindible que justifica sobrada- mente esas molestias, no se podrá lo- grar la deseada colaboración por parte de todos que resulta imprescindible en el campo de la seguridad para la adop- ción y puesta en práctica de cualquier tipo de medida efectiva. Es preciso, pues, una información y divulgación “clara” de las medidas de control y prevención desplegadas para la superación de actitudes menos co- operantes. El visitante y el trabajador del museo deben aceptar con plena responsabilidad donde se encuentran, y el hecho de que los dispositivos y pla- nes de seguridad forman parte inte- grante del propio museo y son medidas tendentes a reducir los diferentes ries- gos que a ellos mismos les acechan en su vida cotidiana, haciéndose, por tanto, patente, la necesidad de una estrecha colaboración entre el público visitante, personal auxiliar, técnicos responsables y la propia dirección, en relación con los organismos responsables encarga- dos del diseño y de la implementación de los planes de acción y seguridad in- tegral. Estos son desarrollados para su propia protección y la de un patrimonio histórico-artístico que, en definitiva, es de todos los ciudadanos. En cualquier caso, nadie que no sea ajeno al mundo de los museos monetarios puede lle- gar a sorprenderse por las estrictas me-

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