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SEGURITECNIA Octubre 2015 69 Diálogos con el arte salsa, receta que trajo la cocinera de un abogado de la capital amiga de “la fun- dadora” que hacía las delicias de las se- ñoras más distinguidas en las celebracio- nes más importantes de sus familiares. Llegaron los vehículos a motor, los pri- meros y tímidos turistas desde la otra parte del mundo con sus extrañas cos- tumbres, asombrados por esta ciudad que rezumaba historia, tipismo, ale- gría y unas enormes ganas de apren- der de todo lo nuevo. Y en este escena- rio, como si de una obra costumbrista se tratase, recogió mi abuelo Julián Du- que, segunda generación, el testigo de sus mayores. Fama de la Casa La Casa afamada llegaba hasta la capi- tal, la fama de Casa Duque de buen co- mer, buen beber y de reuniones y ter- tulias que a veces se alargaban hasta la noche, entre los habituales de la ciudad con algún que otro forastero que lle- gaba allí para aliviar sus penas después de una visita al notario o algún festejo entre amigos. Ya nos acompañan los alegres años veinte, el abuelo se casa con Jacinta, dulce zamarriega de ojos azules y sem- blante risueño, que llena la casa de can- tos, flores, nuevas recetas y un precioso y gran fogón encargado en Bilbao, traído en trozos a casa y dentro de ella soldado, que formó el revuelo de todos los del gremio. Abren nuevos establecimientos que llenan la ciudad, unos con asombro (café estilo moruno El Quetama) y otros con expectación y no pocas ganas (café can- tante de bailarinas y actuaciones varias El Columba), que se sumaban al clásico de la plaza del azoguejo y al de Valsain. Pero el mimo y el amor estaba en su Casa Duque, donde vivía la familia y pa- saban los días entre guisos, cochinillos y preparaciones de toda clase que la con- vertían en un trasiego constante del que llegaba a vender, a comer, a tomar un chato, de los niños que iban y venían del colegio bajo la tutela de la abuela Do- lores, que toma el mando de la familia ante la pronta marcha al cielo de mi que- rida abuelita Jacinta. Con este triste episodio la casa torna dolorida y apenada. Ya mi padre Dio- nisio Duque compagina sus tareas de bachillerato en el colegio de los Maris- tas con los pequeños trabajos que ha- cía en la Casa. Llegando así su mayoría de edad, parte para Deusto, donde comienza su carrera de marina mercante... “Un aven- turero segoviano... que amaba el mar”. El destino le trajo tierra adentro, en su casa, al frente del negocio familiar él. Duque Maestro Asador, fue quien dio impulso nacional e internacional no sólo a su buena Casa de Comidas, sino que hizo patria allá donde su fama le llevaba. Tuvo numerosos reconocimientos y premios nacionales e internacionales por su gran labor de difusión a la cocina de su tierra, que siempre dedicó a su es- posa María Luisa, también hija de hoste- leros, que fue su mejor ayuda y compa- ñera. Entre ellos destaca la Medalla del Trabajo. Fue miembro y fundador de varias asociaciones de carácter nacional e internacional. Fue un enamorado de su trabajo, creando un patrimonio cultural que unió a su restaurante, como la rehabili- tación de dos de los edificios más caris- máticos de Segovia: la Casa Curato de la Parroquia de Santa Columba, fechada en 1570, y La Casa Neira, de 1900, edifi- cio modernista. También compró y re- habilitó el palacio de la Floresta, edificio del siglo XVI catalogado como bien de interés público, convirtiéndolo en sala de convenciones. De esta manera cumplió uno de sus mayores deseos, salvaguardar la tradi- ción junto con el dinamismo empresa- rial que la sociedad requería. Amante de la cocina, coleccionaba fórmulas y recetas que practicaba cuando el trabajo amainaba. Entre sus recetas podemos encontrar los rega- los a sus queridos nietos: a Andrea su “soufflé de colas de cangrejo de rio con salsa de gambas” y a Luís “las manitas de cerdo rellenas de boletus y piñones”, platos que aúnan la tradición con el momento actual y demuestran el arte de la cocina unido al amor de a la fami- lia, máximo detonante que me transmi- tió junto con mi madre como gran se- creto para que cada visitante de la casa se sienta en ella como parte de nues- tra historia y comparta con nosotros su más fiel sentimiento. S El visitante se acercaba a Casa Duque con su comida, y allí mi bisabuela se la ponía a punto y mi bisabuelo se la servía
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