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74 SEGURITECNIA Octubre 2015 Diálogos con el arte debería tener en cuenta esta circunstan- cia y hacer especial hincapié en la de- tección precoz y fiable de incendios. El personal que reciba estos avisos deberá acreditar una completa formación que le permita actuar de forma rápida, segura y eficaz para extinguir el conato. Ningún espacio, ni siquiera los desvanes más re- cónditos, carecerán de un detector sufi- cientemente rápido, colocado en un lu- gar que realmente alcance el humo. Por fortuna, la tecnología de protec- ción contra incendios está muy desarro- llada, y no cesa de avanzar. Actualmente existen en el mercado, a precios muy razonables, soluciones muy adecuadas para el entorno de un EPHA: sistemas in- visibles de detección de humo muy rá- pidos, cortinas automáticas de sectori- zación que sólo se ven cuando se des- enrollan en caso de incendio, rociadores camuflados que escupen agua de forma selectiva y precoz cuando se detecta el humo incipiente de un conato, rejillas de ventilación ocultas que emergen auto- máticamente para aspirar el humo ge- nerado, agentes extintores que no man- chan las telas ni los lienzos… Notará el lector el abuso de la palabra “humo”: es la segunda forma más rápida de percibir un incendio. La primera, el olor a quemado, no está aún al alcance de la tecnología. Con un buen estudio de propaga- ción del incendio y los innovadores sis- temas actuales se puede proteger ra- zonablemente un EPHA, sin estropear ostensiblemente el aspecto de los volú- menes del recinto. Se construirá un edi- ficio que no puede arder, ni siquiera un poquito (siempre que esté bien mante- nido). Así el arquitecto podrá volver a oír los sones de la sinfonía espacial que había imaginado inicialmente para su edificio, sin dejar de proteger adecua- damente el irreemplazable patrimonio que albergan. S frecuencia y cada vez la respuesta ha sido variable. Pondré un ejemplo bas- tante actual y relevante: la amenaza te- rrorista. ¿Hasta qué punto cambiamos nuestra forma de vida para defender- nos de ella? Todos hemos asumido que haya que esperar largas colas, despren- derse de caros frascos de perfume lí- quido, y hasta casi desnudarse en un ae- ropuerto, en aras de la seguridad. Viajar a Estados Unidos, a Israel y a otros paí- ses es una odisea. Posiblemente nues- tras comunicaciones privadas son vigila- das sistemáticamente. Sacrificamos una porción de nuestra vida ordinaria para intentar (sólo intentar) evitar un impro- bable suceso extraordinario. La enorme mayoría de nosotros jamás seremos víc- timas de un atentado terrorista, pero to- dos nos vemos afectados por estas re- nuncias diarias. La mejor opción Bien, con esto doy por finalizada la dra- matización de las cuitas del arquitecto que se ve en la coyuntura de modificar su diseño inicial, para asegurar la pro- tección del patrimonio histórico-artístico que se le ha encomendado. Me he per- mitido esta digresión para que el arqui- tecto perciba que soy perfectamente consciente del enfrentamiento que, como buen profesional, sin duda debe desarrollarse en su interior. Y le digo que no siga el camino fácil, que tome su tiempo para seleccionar un buen pro- fesional, que confíe en él, que solicite una segunda y aún una tercera opinión, pero que no ponga en riesgo las obras de arte. Un EPHA cuenta con una fortaleza: está vigilado 24 horas. Y con una debili- dad: incluso un pequeño conato puede ocasionar un daño irreparable a una pieza. Es buena práctica contar con las fortalezas para esquivar las debilidades. El sistema de protección que se diseñe vir como guía para determinar la diná- mica del incendio: con qué rapidez cre- cerá la temperatura, cuál es la cantidad de humo producida, cuánto resistirá la estructura, cuál es la sobrepresión ge- nerada y qué velocidad transmitirá a los gases calientes, qué caudal de aire debe mover el sistema de control de humos, etc. No debe utilizarse para sacar con- clusiones generales a partir de aspectos particulares de una realización. Distinguir entre una cosa y otra es la auténtica la- bor del experto. Supongamos, pues, que el arquitecto dispone de un estudio riguroso y fia- ble sobre cómo será la previsible evolu- ción de un incendio. Para ello la simula- ción debe haberse efectuado un buen número de veces, cada una con unas condiciones ligeramente distintas, para que el abanico de posibles realizaciones tenga la mayor amplitud. Ahora debe se- leccionar qué temperaturas, concentra- ciones de humo, etc. son las máximas admisibles para cada sala, a la vista de los resultados presentados en el informe. Son los denominados parámetros de di- seño. Con esta información los expertos deben desarrollar los sistemas que de- tecten el incendio y lo neutralicen antes de alcanzar estos parámetros de diseño. Por supuesto, ninguna de estas medidas será neutra y tendrán impacto en el di- seño ideal de edificio que el arquitecto tenía en su cabeza. Llegados a este punto es natural que el arquitecto se plantee si debe sacrifi- car su proyecto original, y la vida de su edificio, por la satisfacción de unos re- querimientos que, después de todo, na- die garantiza que sean totalmente efi- caces. A fin de cuentas, el EPHA cumple con la normativa, la vida de la gente no corre peligro, incluso tiene alguna me- dida más que la estrictamente requerida, ¿qué más debe hacer? Y entonces surge la disquisición acerca de la preeminencia de lo ordinario frente a lo extraordinario. ¿Hasta qué extremo se debe sacrificar el funcionamiento ordinario, diario, cons- tante, regular, por un posible aconteci- miento extraordinario que quizá jamás se produzca? Esta pregunta ha sido for- mulada por nuestra sociedad con cierta Los reglamentos no tienen en cuenta el valor histórico- patrimonial contenido en los edificios

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