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SEGURITECNIA Julio-Agosto 2016 31 Seguridad contra incendios En definitiva, el incendio sigue a fe- cha de hoy constituyendo una ame- naza importante para las infraestruc- turas críticas, con graves consecuen- cias si no se considera adecuadamente. Para ello es fundamental realizar una correcta y exhaustiva evaluación de riesgos de la actividad, que determine tanto los riesgos probables como los medios de protección a considerar. Es- tos medios deben ser correctamente diseñados, instalados y mantenidos por empresas especialistas, y verificados a lo largo de todo este proceso por una entidad imparcial, experta, que actúe como tercera parte para garantizar la limpieza y validez del proceso ante el usuario final. Pese a todo, no existe ninguna re- ceta ni varita mágica para asegurar que accidentes como el relatado aquí no vuelvan a suceder. Pero sí que es posi- ble trabajar para minimizar el riesgo, y reducirlo a límites que resulten acep- tables. En lo que se refiere específica- mente al incendio, las instalaciones de protección no son ni mucho menos las que más contribuyen a elevar la inver- sión necesaria para echar a rodar una actividad… Aunque sí que son las que menos contribuyen a la producción, y por tanto en algún caso las más difíciles de justificar. En el ámbito de las infraes- tructuras críticas este argumento es di- fícilmente sostenible, ya que no se trata sólo de “producir” sino principalmente asegurar la continuidad de la actividad y minimizar los tiempos de paralización. Es cuestión, una vez más, de concien- ciación por parte del usuario final, y de aprovechar los recursos y el know how que las entidades profesionales del sec- tor de la seguridad contra incendios po- nen a disposición del cliente final. S diferentes medidas de seguridad, en- tre ellas, la instalación de sistemas de protección contra incendios en el edi- ficio de turbinas. La causa de esta de- jación, pues a saber: priorización de in- versiones en otros aspectos o, muy pro- bablemente, pensar que este tipo de desgracias no le suceden a uno mismo, un razonamiento muy propio del gé- nero humano. En otras ocasiones, el sis- tema de protección se ha implantado, pero su diseño no era el adecuado, o su mantenimiento era deficiente o inexis- tente… Finalmente, no hay que dejar de considerar la incidencia de las ma- las prácticas a la hora de provocar un incidente o de incrementar sus daños: cambios en la actividad que no conlle- van la correspondiente adaptación de los medios de protección, falta de lim- pieza, incumplimiento de los procedi- mientos para la subsanación de desvia- ciones, etc. gunas amenazas que no son observa- bles o previsibles en una primera ins- pección de riesgos. Sin embargo, luego la experiencia indica que determinadas hipótesis descartadas por ser a priori im- probables o no consideradas durante la evaluación, se producen. Es por esto que no existe la seguridad absoluta. En- tonces estas infraestructuras se some- ten a stress tests para ver el grado de afección que supondría que esa ame- naza, que ya se ha contrastado como posible, tuviese lugar en otras localiza- ciones, incluso con mayor severidad. Así ha sido como, tras la catástrofe de Fukushima, la seguridad de las centra- les nucleares se ha actualizado y re- diseñado; igual que ha sucedido con el sistema bancario, para evitar su co- lapso, ante circunstancias de mercado como la crisis que hemos vivido recien- temente. Se trata de aplicar el principio básico de mejora continua y de leccio- nes aprendidas. En segundo lugar, hay que considerar el factor humano en sus múltiples for- mas. En ocasiones se conoce el riesgo, pero no se han implementado las co- rrespondientes medidas para minimi- zarlo. Por ejemplo, en Vandellós I exis- tía desde tres años antes del accidente un informe del Consejo de Seguridad Nuclear solicitando la implantación de No existe ninguna receta mágica para asegurar que no haya accidentes, pero es posible trabajar para minimizar el riesgo

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