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68 SEGURITECNIA Julio-Agosto 2016 Seguridad contra incendios Humo y detección Según lo expuesto en la primera parte de este artículo, definiremos cuándo y cómo se debe actuar de acuerdo con el riesgo o los daños que nos permiti- mos asumir. Pero para elegir la tecnología ade- cuada a la detección en cada caso, dado que nos interesa detectar el pro- ceso que desembocará en un conato cuán importante es para ellos la se- guridad, y qué niveles quieren cubrir y cuáles asumir a riesgo, asegurado o no. Una vez llegados a este punto, es cuando debemos empezar a pensar en el diseño de la protección, en las tecnologías empleadas y en las marcas que nos resulten más fiables en cuanto a la calidad necesaria para esa protec- ción en concreto. nos quedará para actuar antes de que la evolución pase a la siguiente fase. De esta manera, en la fase 1, la actua- ción debe ser la detección; en la fase 2, la detección y la puesta en práctica de un plan de contingencia; y en la fase 3, la detección y la extinción. La actuación en la fase 4 correría a cargo de los cuer- pos de bomberos y la fase 5 sería la pér- dida total de los bienes. (ver imagen 2) En la imagen 3 vemos como para cada proyecto de protección contra in- cendios, existe una zona de inversión “adecuada”, que es donde se producen las contraprestaciones de riesgo/segu- ridad más significativas. Por debajo de este nivel de inver- sión en seguridad sólo alcanzamos unos mínimos, que corresponderían con la normativa prescriptiva, también con una cierta holgura que nos ofre- cerá mayor o menor seguridad depen- diendo de factores de calidad del di- seño, materiales y ejecución de la obra. En el nivel “insuficiente” no llegaría- mos ni siquiera a cubrir los mínimos legales. Por encima de la banda “adecuada”, la de inversión “elevada” no justifica el incremento de seguridad en térmi- nos económicos, pero a veces no hay más remedio que llegar a esos nive- les por otros factores, como la impor- tancia histórica de un edificio, el va- lor incalculable de una obra de arte, el riesgo para la vida de personas que dependan de ese servicio o la reputa- ción que pueda conllevar la bancarrota de una empresa. El nivel “inviable” queda claramente definido como tal, dado que el riesgo cero no puede ser alcanzado en nin- gún caso. Centrémonos, por lo tanto, en las bandas de inversión “adecuada” y “ele- vada” y vayamos a la tabla de decisión de la figura siguiente (imagen 4), para establecer la frecuencia con la que se pueden dar determinados sucesos y cuál sería la implicación de cada uno. De nuevo, esta decisión tiene más de subjetiva que de objetiva, pero en definitiva son los propietarios y sus consultores los que deben decidir Imagen 3 Imagen 4

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