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104 SEGURITECNIA Octubre 2016 Opinión U n verano más salgo a nave- gar con la embarcación de la familia, exhibe con orgullo el nombre de Galilea, en hebreo signi- fica la provincia. Levanto velas desde el puerto de Jávea, gozo al contem- plar desde el mar la majestuosidad del Cabo de La Nao. Apoltronado en la mis- mísima proa, columbrada la mirada en la lejanía, disfruto en soledad de un día diáfano, luminoso, de límpido cielo azul mientras el viento acaricia mi rostro. El aura, con lentitud muda a mistral, co- mienza a salpicarme el agua, las nubes aborregadas marcan el horizonte. Pre- veo que en breves instantes la mar en- gruese, se levanten respetables olas, habrá que recurrir a los trajes de agua. Esta perspectiva me lleva a evocar vie- jos tiempos, cuando junto a mis tíos Juan y Pepe, curtidos marinos profesio- nales, poníamos rumbo a la ilusión con indulgente ánimo sin dar demasiada importancia a los elementos. Mis tíos Juan y Pepe, maestros en el arte de vivir, antes de irse hacia otros piélagos más plácidos, me aleccionaron que en la mar como en la vida siempre se aborda un quehacer, programa u ob- jetivo con la probabilidad de acceder a lugares donde jamás imaginaste, a lo cual con la sabiduría del pueblo llano añadían que navegar por alta mar re- mueve la esperanza, el afán de arribar al abrigo de un buen puerto. El perfecto patrón, de modo permanente buscará el óptimo fondeadero para atracar, pro- teger la goleta y a su tripulación. En de- finitiva, lo aconsejado en estos casos: a golpe de mar, pecho sereno. En el mundo empresarial se dan bo- rrascas, incluso temporales capaces de hacer zozobrar el barco fabril o industrial mejor equipado. En cualquier entidad, la crisis económica, los problemas internos, el propio personal, son suficientes para producir el fracaso. Pese a ello, al igual que los navíos, las empresas son capa- ces de resistir los heterogéneos emba- tes, vientos y mareas, tan solo se requiere que en el gobierno de la misma esté un empresario capaz de capitanear la nave hasta alcanzar la apetencia proyec- tada. No obstante, en ocasiones, tendrán que buscar seguridad en un atracadero, abastecer y reparar la nave, para una vez franqueada la tempestad volver a la mar. Son muchos los empresarios que abrieron, inauguraron sus organizaciones en épocas de bonanza, cuando las eco- nomías eran prosperas, algunos ahue- cando pecho se jactaban que la em- presa andaba viento en popa a toda vela. Menguado el empuje, llegaron los vendavales, aguaceros, la mala mar se hizo presente, los mejores patrones no esperaron a que amainara, sin más cam- biaron el rumbo, sacaron el lastre y ti- raron por la borda cuanto no necesita- ban, aligeraron el peso, de modo que mejorados sortearon el temporal. No fue lo mismo para todos, hubo quien no supo maniobrar el navío, de suerte que cuando vinieron las intranquilidades, los sobresaltos, las sacudidas no supieron qué hacer. Algunos rezaron, otros per- manecieron paralizados, inmóviles y los más, tan solo fueron capaces de vocife- rar a la tripulación, cosechando con su proceder un histerismo colectivo. Hubo quienes se aventuraron al cambio de derrota rápido, sin sopesar las conse- cuencias de su medida, de manera que se arrimaron a tierra buscando cuanto antes el abrigo de cualquier puerto, con el peligro que ello entraña. Muchos no pudieron anclar, naufragaron, con la la- mentable pérdida de algún tripulante por despreciar lo aconsejado en estos casos: lo seguro es alejarse de tierra y ca- pear el temporal. Los parecidos, entre el completo na- vegante con el cabal empresario en los malos tiempos son evidentes, ambos necesitan llegar a buen puerto, poseer una óptima tripulación, equipos prepa- rados para secundar un mismo propó- sito, con idéntica visión de futuro, ilu- sión y voluntad colaboradora. El pa- trón no debe culpar de sus errores al mundo, ni a las adversas circunstancias a las cuales se ve sometido, no está en sus manos el influir en los clientes, en cambiar las corrientes del mercado ni en su forma de actuar. No cabe luchar contra el embate del oleaje, hay que na- vegar a su favor, saber “correr el tempo- ral”. Nadie debería dejar entre renglones que frente al desánimo, la impaciencia, flaqueza, desesperación, inconstancia, dejadez, la mar es reflejo de la vida que exige paciencia, constancia y tesón. S La mar como la vida …es mi barco mi tesoro, que es mi dios la libertad, mi ley, la fuerza y el viento, mi única patria, la mar…. José de Espronceda Antonio Ávila Chuliá

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