Seguritecnia 450

98 SEGURITECNIA Febrero 2018 Así Opinan ¿Qué futuro le espera al guarda rural? Raúl Beltrán Presidente del Guarderío E l tiempo cambia la perspectiva de las cosas. Hay que estar atento para observar cuándo comienza la expresión “lo que pudo haber sido”. Es el momento en el que constatamos que la realidad no pasa por el lógico trayecto esperado o cómo los asuntos se abandonan o se pierde el interés y el impulso para abordarlos con la frescura e iniciativa de antaño. Si bien pensábamos que –operativamente y a la espera del reglamento– la figura del guarda rural salía reforzada de la nueva Ley de Seguridad Privada, la cosa ya no pinta tan bien; vamos, que en realidad tiene mal aspecto. Se dan todas las condiciones para que esta norma llegue a con- vertirse en el fin de una profesión tras casi 170 años de existencia. La cuestión, a mi modo de ver, es que además de po- tenciar operativa y funcionalmente a una figura profesio- nal, una norma reguladora debería fomentar un marco de ejecución de estas actividades que tenga una plasmación real en el mercado de la actividad; pero eso no ocurre en el caso de los guardas. Ninguna de las tres posibles modalidades laborales que tenemos los guardas es viable a largo plazo; se ha jugado a legislar “en vacío”. Ya avisamos de que las “cartas otor- gadas” no funcionan y que si ni se escucha a los que real- mente comemos de esto, ni se conoce el mercado real, por muy buena voluntad que se tenga… Los guardas que trabajan directamente para “el cliente” realizan funciones de seguridad, pero no servicios de se- guridad; es decir, quedan fuera del 90 por ciento de los controles, garantías y condicionantes que la norma im- pone para que éste sea un sector confiable. Están conde- nados al ostracismo, fuera incluso del manto social que debería ser el convenio colectivo del sector. Los guardas que trabajan como autónomos, aunque ya prestando “servicios de seguridad” y debiéndose, por tanto, al control administrativo “en la práctica solo nomi- nal”, reciben un “rejón de muerte a través de la misericor- dia”, ya que la falta de cualquier requisito para ejercer la actividad hace que los recién habilitados prueben el mer- cado sin medios, ni inversión, a precio de saldo, haciendo poco competitivo al profesional asentado, preparado y bien equipado. Es fácil encontrar hoy estos “guardas” que ofertan lo que los profesionales cobrábamos en los años noventa. Completa el asunto un borrador reglamentario que contradice al estatuto del trabajo autónomo (más os- curidad y falta de garantías, ya conocemos el resultado). Y cómo no, los servicios de futuro, los que deben posi- cionar al guarda donde le corresponde dentro del mundo de la seguridad –y me refiero a aquellos que el artículo 38.6 de la Ley de Seguridad Privada reserva a los guardas encuadrados en empresas–, también se encuentran en en- tredicho. La empresa que quiere contratar guardas sufrirá una serie de hándicaps absurdos sobre la uniformidad, ar- meros, precio del personal… Unas diferencias que las em- presas aprovecharán para cubrir puestos con vigilantes y así dar al traste con la esperanza de los que buscan en este oficio su forma de vida. Hoy, más que nunca, el SEPROSE reforzará o liquidará el oficio. S Si pensábamos que la figura del guarda rural salía reforzada de la nueva Ley de Seguridad Privada, la cosa ya no pinta tan bien

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