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36 SEGURITECNIA Septiembre 2018 Seguridad Aeroportuaria blicos contra agresivos químicos por ser elementos relativamente fáciles de con- seguir y que producirían grandes daños en la población civil. Detección e identificación La tecnología ideal debería detectar la presencia e identificar a gran veloci- dad el agente de forma que el usuario disponga de tiempo para proteger la zona y al personal antes de ser afecta- dos por el agente. Pero con las tecnolo- gías actuales, es difícil lograr las tres ta- reas en un período corto de tiempo. Por lo tanto, el reto en este escenario está generalmente dividido en varios seg- mentos de conveniencia: por un lado, la detección individual y puntual para una alerta temprana y, por otro lado, su pos- terior identificación y verificación. Normalmente, se asocian tres funcio- nes con la tecnología de detectores: “Detectar para advertir”, utilizada en situaciones en las que hay tiempo suficiente para la protección y eva- cuación de personas. “Detectar para proteger”, que se em- plea cuando no da tiempo de ad- vertir que un incidente va a suceder pero que se dispone del tiempo ne- cesario para tomar las medidas de protección adecuadas. “Detectar para tratar”, que se utiliza en situaciones donde la exposición ya se ha producido o que es inmi- nente y donde el tratamiento es el único curso de acción lógico. Las tecnologías de detección deben ser capaces de cumplir estos tres crite- rios, y cualquier obstáculo reduce la efi- ciencia del dispositivo. Desde el punto de vista operacional, los detectores de agentes químicos pueden clasificarse en: Detector in situ o puntual: permite la detección de agentes de guerra quí- mica sobre superficies, materiales o personal en puntos concretos donde se haya podido producir la contami- nación. Detector standoff o a distancia: es- pecíficamente diseñado para detec- tar la presencia de AGQ y TICs en la en el sistema de ventilación si no hu- biera sido descubierto y desactivado. Más recientemente, los terroristas del Estado Islámico realizaron un intento de atentado contra un avión de Etihad Airways que salía de Sídney (Australia) el pasado 15 de julio de 2017. El plan ini- cial consistía en introducir un explosivo de fabricación casera (IED) en el avión que despegaría de dicha ciudad, pero ante la imposibilidad de introducir el ar- tefacto en la aeronave, intentaron ac- tivar su plan B, que aún se estaba fra- guando y que pasaba por fabricar un dispositivo de dispersión química con el que pensaban liberar sulfuro de hi- drógeno o ácido sulfhídrico –una sus- tancia altamente tóxica– en un espa- cio público. Las autoridades australianas no revelaron más detalles, pero asegu- raron que se trataba de “uno de los pla- nes terroristas más sofisticados que se haya intentado nunca en suelo austra- liano”. Si no hubiera sido por el gran tra- bajo desempeñado por las agencias de inteligencia y por los servicios de se- guridad en un muy corto espacio de tiempo, este país podría haber sufrido un evento catastrófico. Este intento de atentado con agentes químicos ha despertado nuevamente el interés de las autoridades de todos los países por la protección de lugares pú- las personas y sobre el funcionamiento en sí de la infraestructura. El posible uso de químicos industria- les tóxicos (conocidos como TICs por sus siglas en inglés) como medio de ataque en lugar de los agentes de gue- rra químicas convencionales (AGQ) está altamente contemplado por los exper- tos en contra-terrorismo y por las auto- ridades gubernamentales. Muchos pro- ductos químicos que se producen a gran escala y que son utilizados en la vida diaria pueden causar daños signi- ficativos si son liberados a la atmósfera, ya sea de forma accidental o con inten- ción maliciosa. Sin duda, el famoso ataque con gas sarín realizado en el metro de Tokio (Ja- pón) de 1995 por la secta Aum Shin- rikyo ha sido el referente en este tipo de atentados, donde su liberación en va- rias estaciones provocó la muerte de trece personas y la intoxicación grave de otras cincuenta y cuatro, a lo que se le sumó las más de 900 que fueron afectadas. A los pocos meses de perpetrarse el ataque anterior, se encontró un disposi- tivo con control remoto en un baño de la estación de metro Kayabacho de To- kio. Este dispositivo podría haber libe- rado una cantidad mortal de gas de cia- nuro de hidrógeno o ácido cianhídrico
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