Seguritecnia 493

/ Enero-Febrero 2022 194 Opinión D espués de bastantes años, con más dificultades y re- celos de los razonables, la Inteligencia es hoy percibi- da por muchos como una herramienta imprescindible en el apoyo a la toma de decisiones, tanto en el ámbito guberna- mental como en el privado. Es así par- ticularmente en el caso de las grandes compañías; pero, desafortunadamente, no ocurre lo mismo con las pequeñas y medianas empresas. Cuando se escucha hablar de Inteli- gencia es muy frecuente oír menciones a las actividades de obtención más o menos en boga, como OSINT (Inteligen- cia de fuentes abiertas), CIBERINT (cibe- rinteligencia), etcétera. Y también son frecuentes los comentarios acerca de la importancia del análisis y, por ende, de contar con buenos analistas. Nada habría que objetar a todo ello si no fue- ra porque el proceso de producción de Inteligencia, conocido como “Ciclo de Inteligencia”, es bastante más que eso y, además, tiene su complejidad. El Ciclo de Inteligencia se desarrolla en cinco fases: dirección, obtención, elaboración (que incluye el análisis), difusión y realimentación. En las líneas que siguen trataremos la fase de Direc- ción, la primera de todas y aspecto clave del Ciclo de Inteligencia. En esta fase han de identificarse las necesidades de Inteligencia del decisor, aquél al que va destinado el producto resultante de todo el proceso. La satisfacción de sus necesidades constituye la razón última de todo el proceso, por lo que ha de ha- cerse de tal manera que el producto se adapte como un guante a su problema. Como dice Brei: “inteligencia no es infor- mación, sino conocimiento que ha sido especialmente preparado para las cir- cunstancias específicas de un usuario”. No se trata, pues, de proporcionar un producto genérico, sino de confeccionar un traje a medida. Si nos ponemos en la mente del deci- sor, cabe preguntarse con toda razón si el conocimiento en que va a apoyar su resolución debe generarse internamente o, por el contrario, cabe externalizarlo; es decir, encargarlo a una empresa es- pecializada en la materia. Es obvio que, en la mayoría de los casos, solo las grandes corporaciones tienen músculo económico suficiente como para disponer de departamentos dedicados a esta materia, algunos inclu- so más grandes que consultoras de pe- queño o mediano tamaño. No obstante, no todas lo tienen y, en bastantes casos, la solución adoptada suele ser encargar sus trabajos a una consultora externa. Las pymes, salvo casos excepcionales, desarrollan pocas o nulas capacidades de Inteligencia. En su gran mayoría, estas empresas quedan expuestas a tomar sus decisiones más en base a la buena suer- te o la intuición que al conocimiento. Inteligencia en la empresa: ¿propia o externa? V alentín M artínez V alero S ocio de INT3+ C onsulting

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