Seguritecnia 502
/ Julio-Agosto 2023 98 Inteligencia y Seguridad medio de un devenir desconocido, que de forma sucesiva generan motivación para el logro. Pero con todo esto, ¿es entonces la estrategia de la cosificación tan incons- ciente como asegura el título? No pa- recería si la prevalencia del yo está tan bien orquestada con instrumentos de plena consciencia (al menos más que desconocidos y sumidos en la oscuridad de la inconsciencia). Y si además quere- mos conocernos a nosotros mismos, no podemos ser ajenos a ese marco perso- nal que dirige nuestra forma de ser, sen- timientos y lo que hacemos. Si me alaban, que lo hagan las per- sonas; si me insultan, que lo hagan las cosas. ¿Y entonces, qué? La cosificación se desmorona ante la risa de un niño, la luz de unos ojos, el azul de su mirada… La cosa salta hecha añicos y surge otro que no juzga, sino que tolera y perdona. Somos demasiado complejos para que podamos caber en una o varias etiquetas. La salvación es nuestra propia condena; emociones, vi- brar con una melodía, sentir los colores del cuadro… Todo aquello que nos aleja de las cosas inertes y nos sumerge en la prevalencia del yo. Entonces, ¿gana que no cosificamos como parece? Sigamos. Surge otra fuente más de angustia. ¿Yo soy objeto para la fuente? O peor aún, ¿la fuente me cosifica en su trabajo de proporcionarme información? Terrible, porque ambas respuestas contundentes (sí o no) me llevan a un mal momento para mi prevalencia del yo. Como instrumento válido, entender sus mecanismos no va a impedir que su ga- nancia siga impulsando su uso. Las rela- ciones han cambiado; “¡cosificar, juzgar, y ya no os importará cómo sois juzgados!”. Situación impersonal. Tren Madrid- Valencia. Otro me mira. ¿Qué encierra esa mirada? Marca su territorio al que no debo entrar, con la autoridad de su inconsciente. Pero todo salta hecho pe- dazos si con mi voz le pido amablemen- te “¿qué hora tienes?, porque se me ha parado el reloj, ¡vaya faena!”. No es una petición vacía de sentimiento. Le hago saber lo que me pasa, tanto de hecho (se me ha estropeado el reloj) como mi estado emocional afectado. Deja de ser cosa y yo dejo de ser cosa. Su actividad cosificadora no sirve cuando la actitud del otro da un golpe a la expectativa. Las defensas caen, porque el otro ya no es inseguro para nuestra comodidad: no es tan fiero el león como lo pintan. ¿Por fin parece que se resuelve? He- mos llegado a una situación paradójica o ambivalente en el caso del alcance de la cosificación. Me refiero al uso de las “personas electrónicas” que hablan con nosotros para facilitarnos la vida cotidia- na, y así, en vez de apretar el interruptor, pues se lo dices al oído electrónico que no sólo te escucha, sino que te obede- ce. Y enciende la luz por nosotros o la televisión. ¡Nos relacionamos con una “cosa” (un aparato electrónico) a la que tratamos como una persona! La cosifica- ción a la inversa. Y me resulta aún más curioso definir qué es la relación desde el punto de vista de la “cosa es igual a personificada”, con nosotros, los que la hablamos. ¿Para ella, la cosa, somos cosas o nos personaliza? En su dise- ño, el “nosotros” es algo con lo que se debe interrelacionar –está diseñada para ello–, por lo que encontramos la relación “cosa es igual a cosa personificada” por nuestra parte, y “persona es igual a per- sona cosificada” por la suya. Sería algo anecdótico si no ocupara un espacio en nuestra cotidianeidad. La cosificación se impone cada vez más en la condición humana que llegamos a diseñar nues- tras máquinas para que hagan “con” no- sotros lo que hacemos “entre” nosotros. Vosotros, los lectores, ocupáis (o ha- béis ocupado) puestos de trabajo perte- necientes a una estructura organizacio- nal más grande o más pequeña. Esas estructuras cumplen funciones. Alguno de vosotros es comercial, ingeniero, con- sultor o trabaja en un departamento de Recursos Humanos, cuya función en la de asistir al empleado, igual a persona. Creo que todos estaremos de acuerdo al considerar que si debe haber un área que “descosifique” ha de ser la de recur- sos humanos. ¿O no es así? Abramos una semejanza con el trabajo HUMINT. Si hay algunos (personas) que aplican la cosificación como mecanismo defen- sivo ante la repercusión de sus decisio- nes sobre los otros, no pueden ser otros sino los que han de tomar dichas reso- luciones. Y volvemos a encontrar otro aspecto tremendo del mecanismo en su empleo inconsciente: departamentos de recursos “humanos” con empleados que aplican –gracias a la instancia in- consciente de la cosificación– la tiranía, Hemos llegado a una situación paradójica en el caso de la cosificación con el uso de las “personas electrónicas” que hablan con nosotros para facilitarnos la vida cotidiana
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