Seguritecnia 508

/ Julio-Agosto 2024 52 Protección contra Incendios E l primer jefe de bomberos con el que contó la Briga- da Edimburgo fue James Braidwood. Siendo su padre uno de los mejores constructores de la ciudad, la inclinación profesional más natural del hijo fue seguir los pasos de su progenitor, consiguiendo a su debido tiempo la titulación de maestro apareja- dor. A raíz de los numerosos incendios que le tocó combatir, con los años fue analizando el papel que tienen las cons- trucciones en el comportamiento del fuego; debió resultarle más que evidente que las edificaciones de madera propa- gan el fuego con más acritud que las de mampostería. En su papel de jefe de bomberos exigía a su personal la realización de simulacros nocturnos y de evacuación periódicos. Y no solo eso; él también participaba, como un bombero más, tanto en las prácticas como en los si- niestros. Sus trabajos sentaron las bases de lo que sería la organización de los futuros departamentos de bomberos, es- tableciendo procedimientos operativos para la extinción de los incendios de una manera racional y científica. Estos cono- cimientos los plasmó en un librito, de unas 200 páginas, publicado en 1830, al que llamó Fire Prevention and Fire Extinction (Prevención y extinción del fuego). En él, además, recogía los me- dios de extinción, un reglamento de 396 normas y la organización de la Brigada de Bomberos de Edimburgo. Solía insistir en que todo bombero debía tener cono- cimientos sobre construcción, bombas contra incendios, comportamiento del fuego y tácticas de intervención. A fin de resolver satisfactoriamente cualquier siniestro que se presenta- ra, a él le debemos también la espe- cialización que hizo en el seno de sus bomberos y que tanto influiría después en numerosos servicios del mundo. De este modo, el cuerpo fue contando con bomberos que dominaban otras artes y oficios, siendo todavía hoy algunas de estas especialidades requisitos necesa- rios para acceder a algunos cuerpos de bomberos españoles. En la época de Braidwood, los incen- dios se extinguían desde el exterior. Y esto era así, porque a unos bomberos poco o nada remunerados y con poca o ninguna protección personal contra el fuego, tan solo se les pedía salvar de las llamas el solar. Prendas ignífugas Corría ya plenamente el siglo XVII y los matafuegos no disponían todavía de una eficaz protección contra el fuego; de he- cho, las prendas que usaban los bombe- ros eran poco resistentes a ello. Por esta época, la protección del cuerpo estaba limitada a pantalones y chaquetones de lana; la lana es una sustancia natural que proporciona una excelente resisten- cia térmica, estando su temperatura de ignición en torno a los 600 grados cen- tígrados, mientras que las camisas inte- riores, por el contrario, eran de algodón, una sustancia que tiene una afinidad pasmosa por el fuego. La seda había demostrado ser una materia idónea para protegerse del fue- go, pero el laborioso trabajo del gusano La evolución de un incendio, sea cual sea su propagación, es un fenómeno que a veces no obedece al sentido común o a patrones conocidos La protección contra incendios de los bomberos J osé A ntonio M arín A yala V ocal de la J unta D irectiva de la A sociación E spañola de L ucha C ontra el F uego (ASELF)

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