El Banco Central Europeo ha identificado el dinero en efectivo como un backup del sistema monetario por la vulnerabilidad del dinero digital. Y aunque algunos países como España ya cuentan con reservas estratégicas, es necesario asegurar una infraestructura que garantice su distribución. No basta con almacenarlo. Se trata de tener una capacidad suficiente, sostenible y viable que garantice su uso por la población en caso de emergencia o necesidad.
Desde la óptica de las infraestructuras críticas, el dinero ha de asimilarse a otros recursos básicos como la energía o las telecomunicaciones, porque también se refiere a la seguridad de suministro y, por tanto, a su disponibilidad y acceso.
Un escenario geopolítico cada vez más complejo explica que las autoridades alemanas estén diseñando planes de emergencia con preparativos específicos para la custodia y suministro a la población de dinero en efectivo que incluyen un acceso prioritario al combustible para las empresas de transporte de fondos.
Los países escandinavos, por su parte, proporcionan a sus ciudadanos un kit de emergencia en el que se incluye dinero en efectivo, evidenciando una incómoda paradoja en las naciones más cashless del mundo. Y muchos Estados están definiendo estrategias para evitar una desaparición del dinero en efectivo, incluidos aquellos donde menos se usa, precisamente por el riesgo sistémico que supone.
Dinero electrónico
Los sospechosos incidentes en la zona de las Islas Shetland (Escocia) en uno de los cables que permiten el funcionamiento de Internet, similares a los que afectaron al Nord Stream, advierten de la vulnerabilidad del dinero electrónico. Los cables submarinos dan soporte a diez billones de dólares en transacciones financieras que se realizan al día. A menudo olvidamos que lo digital también depende de la geografía.
Por eso es necesario integrar el dinero en el ecosistema de seguridad, porque comparte la misma transversalidad de otros recursos esenciales, «afecta a todos los ámbitos de la vida» como señaló un vicepresidente de la Comisión Europea en la presentación de la Estrategia Europea para una Unión de la Seguridad y advierte de la falsa dicotomía entre el mundo digital y el físico, que llevada al extremo nos arroja a un escenario de riesgo insoportable.
Una amenaza que se agrava ante fenómenos que hasta ahora no eran percibidos adecuadamente, como se advirtió en el último Congreso sobre Protección de Infraestructuras Críticas y Servicios Esenciales, como siempre magníficamente organizado por la Fundación Borredá, donde se evidenciaron los problemas energéticos de Europa por una excesiva dependencia de países extracomunitarios, que es extensible a otros mercados como nuestro sistema nacional de pagos.
Por este motivo es necesario considerar al euro, en su forma de billetes y monedas, como un recurso esencial que debe asegurarse. Es un bien público que materializa la soberanía de los europeos, una poderosa razón que justifica una decidida estrategia de protección mediante una mayor cooperación entre los sectores público y privado en línea con la estrategia europea en materia de seguridad.
Keynes advirtió que «no hay un medio más sutil, ni más seguro, de volcar las bases existentes de la sociedad que cuestionar la moneda. El proceso involucra a todas las fuerzas ocultas de la ley económica en el lado de la destrucción, y lo hace de una manera que ningún hombre en un millón puede diagnosticar».
El presente trae un complejo debate sobre el futuro del dinero, pero es conveniente recordar que el dinero físico no depende de Internet, no está sujeto a las amenazas al mundo digital, esas que ya vienen por mar, tierra y aire, ni siquiera de la energía eléctrica, lo que le convierte en un activo crítico y estratégico que interesa a todos proteger.