Los profesionales de la seguridad sabemos que la protección al cien por cien no existe, y que proteger no es tarea fácil, especialmente en el contexto dinámico y convulso que nos ha tocado vivir. Lejos de disponer del conocimiento preciso sobre los riesgos a los que nos enfrentamos, los actores y sus formas de amenaza, hemos visto cómo variables aparentemente alejadas de nuestro día a día pueden tener un impacto directo en nuestra actividad cotidiana. El constante cambio en el entorno nos obliga a una revisión continua de la función de seguridad. Además de integrar esos elementos adicionales (como el sanitario) también es necesario gestionar el importante proceso de transformación tecnológica que en poco tiempo está redefiniendo nuestras sociedades.
Hemos entrado en una nueva era marcada por la revolución tecnológica y la transformación digital. La tecnología no es buena o mala, depende del uso que se le dé, y encauzar esta disyuntiva constituye un reto. La expansión de la Inteligencia Artificial, el Cloud Computing, Internet de las Cosas o las redes 5G, por ejemplo, abren un sinfín de posibilidades a los atacantes, pero al mismo tiempo nos proporcionan nuevas herramientas de protección y defensa. La digitalización de capacidades y procesos permite la modernización de nuestra función. Y la ciberseguridad, englobada en el concepto más amplio de la seguridad digital, se ha desarrollado hasta convertirse en una función crítica en seguridad. La seguridad digital incluye los aspectos económicos y sociales de la ciberseguridad, más allá de los puramente técnicos o los relacionados con la aplicación de la ley penal o la seguridad nacional e internacional.
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Esta cuarta Revolución Industrial es una oportunidad extraordinaria para perfeccionar nuestro servicio a la sociedad, haciendo de la tecnología un aliado insustituible para la protección de bienes y personas.
Al mismo tiempo, la función de seguridad sigue requiriendo el desarrollo de ciertas capacidades. La anticipación de los riesgos, la rapidez, flexibilidad y eficiencia en la respuesta a los ataques, así como la resiliencia en la gestión de los impactos, determinan la adecuada y eficiente consecución de nuestros objetivos. Sin embargo, en el actual entorno cambiante, no es fácil alcanzar y mantener una capacitación y preparación óptimas. Por ello, es imprescindible que todos los que nos dedicamos a la seguridad aunemos nuestras fuerzas para hacer nuestra sociedad más segura.
Puntos de encuentro
Es importante tener puntos de encuentro, como esta publicación, que den cabida a todo el sector, tanto en su componente público como privado, y permitan la compartición y difusión del conocimiento. El diálogo que nace de estas páginas nos hace más fuertes a todos, y es un activo indiscutible para la seguridad en España.
La relevancia de la función de seguridad aumenta con el tiempo. Nos dedicamos a proteger lo que importa, activos, personas, datos (en último término, nuestra sociedad misma y su forma de vivir), de amenazas que, en ocasiones, todavía no conocemos. La colaboración entre todos es una eficaz palanca para sacar el máximo provecho de los cambios en un escenario más global, para protegernos de las amenazas y para hacer frente a los riesgos futuros.
Muchas veces la tecnología avanza más rápido que el marco de valores que nos queramos dar como sociedad para utilizar la tecnología. También, entre todos, a través de iniciativas y colaboraciones como las impulsadas por este foro, debemos decidir como sociedad qué es lo que es aceptable o no con la tecnología que es posible utilizar. Es el momento de los valores. No podemos regular con reglas del siglo pasado este nuevo mundo tecnológico. Hay que adaptar esas reglas y en eso Europa, en general, y España, en particular, tienen una oportunidad. Nosotros, como profesionales del sector de la seguridad, tenemos la obligación de colaborar en su definición.