Usted se incorporó al Musseo Thyssen-Bornemisza en 1992 como supervisor de seguridad y, de hecho, participó en la creación del Departamento de Seguridad. ¿Cómo ha evolucionado desde entonces la seguridad del museo?
Podríamos hablar de dos aspectos: el capital humano y el ámbito tecnológico. En cuanto al primero, en nuestros inicios comenzamos con vigilantes de seguridad en cada sala. Pero a partir de la adquisición del museo por parte del Estado, en 1993, redujimos la plantilla: pasamos a contar con un vigilante cada dos salas, ya que lo anterior era excesivo e incluso un poco intrusivo.
A partir de 1998-1999, volvimos a reducir la plantilla de vigilantes e incorporamos auxiliares de sala. Estas figuras no son personal de seguridad, pero deben estar atentas a lo que sucede en las propias salas. Por tanto, aportan un valor añadido al museo, ya que se tratan de estudiantes o licenciados en alguna ciencia humanística o histórica que controlan los visitantes e informan tanto sobre las normas del museo como de las piezas artísticas. Para la parte coactiva se dejó un número de vigilantes por planta como el actual.
Por último, en el ámbito tecnológico, al principio no contábamos con cámaras que controlaran toda la sala. Ahora, la videovigilancia ya está presente en todas ellas. Aunque de este tema hablaré posteriormente.
Su trayectoria es un ejemplo de evolución, desde la profesión de vigilante de seguridad hasta asumir la protección de uno de los museos más importantes de España. Tomándolo como referencia, ¿qué cualidades cree que han de tener los profesionales de la seguridad de los museos para aportar valor a la institución?
Dentro de la seguridad, cada área o sector son diferentes. En el ámbito que nos compete, el director de seguridad se debería integrar con todos los departamentos, tanto de gestión como los artísticos, para buscar el objetivo común en la gestión del museo.
No obstante, también es necesario tener inquietud en el arte. Aunque no te gusten todas las disciplinas artísticas, hay que mostrar interés. Se debe entender lo que estás guardando y protegiendo, así como ser consciente de que lo conservado es un patrimonio histórico y artístico que ha de cuidarse y preservarse en un estado igual al que ha llegado para que el resto de las generaciones lo puedan disfrutar, valorar y estudiar.
¿Cuáles son las principales fortalezas de la seguridad del Museo Thyssen-Bornemisza?
Quizás la principal sea el factor humano; el personal del Departamento de Seguridad y los vigilantes y auxiliares que lo complementan e integran. Son las figuras sobre las que te apoyas, las que están de cara al público, las que están delante de las obras.
La parte tecnológica es una ayuda. Es decir, podemos visualizar lo que pasa en cada sala, tener un control de la gente y monitorizar. Pero, al final, la fortaleza son las personas, ya que son las que están pendientes de todo y las que incluso detectan un determinado individuo del que, a través de una cámara, no puede apreciarse correctamente su fisonomía.
Hace un par de años, el museo apostó por la digitalización de sus obras de arte. ¿Qué retos de seguridad ha planteado este proceso a su departamento y cómo los están resolviendo?
Realmente no ha resultado algo más laborioso que, por ejemplo, los montajes y desmontajes de las exposiciones temporales. El proceso de digitalización supone mostrar todas las obras en la página web en una calidad superior. Y esto ha demandado su traslado de la sala a la zona de almacén, desembalaje y digitalización.
Sin embargo, este proceso no ha conllevado más riesgos o problemas que cuando se retiran las piezas para su restauración, conservación u observación. Es una operativa habitual.
«Debemos mostrar el arte con el menor número de barreras físicas posible. Aunque esto implica poder sufrir agresiones»
En los últimos años, el museo también ha llevado a cabo importantes proyectos como el Plan de Protección, Conservación y Catalogación ante Emergencias o la creación de un SOC. ¿Qué otros proyectos destacados pondrá en marcha el museo en los próximos años para mejorar su seguridad?
El departamento lleva la seguridad física y la protección contra incendios. En cuanto a esta última, este año vamos a instalar un nuevo sistema de extinción por nitrógeno en el almacén de cuadros y en la zona de desembalaje. Estamos sustituyendo todos los detectores que ya se están empezando a descatalogar y contaremos con una nueva central de incendios. También vamos a intervenir en los grupos de presión, de los que debemos sustituir una parte por llegar ya al final de su vida útil.
En lo relacionado con el sistema de seguridad, el reto es instalar un sistema completo de videovigilancia con cámaras IP. Aunque el museo ya cuenta con este tipo de cámaras en algunas zonas, por ejemplo, en exposiciones temporales, queremos dotar a todas nuestras dependencias, sobre todo a las zonas de público, de una red de cámaras digitales para disfrutar de todo lo que permite hoy en día la analítica de vídeo: conteo de personas, protección de obras, mapas de calor, etcétera. Esto es en lo que estamos trabajando, y que esperamos ver a partir del año que viene.
Finalmente, mencionar que la mayoría de los sistemas de seguridad están conectados. Por tanto, hay un componente nuevo en este sentido: evitar la intrusión y el hackeo de dichos sistemas. Igual que antes solo se podía acceder a los servidores o a la red interna de seguridad a través de pendrives, actualmente contamos con aplicaciones donde se visualizan en tiempo real cámaras, alarmas o controles de accesos. Y eso supone otra amenaza más, otro riesgo más, algo más que hay que valorar o que hay que tener en cuenta a la hora de programar y gestionar la seguridad.
No debemos olvidar que el resto de departamentos del museo desean tener esta información. Por ejemplo, quieren saber cuántas personas han pasado por determinadas salas. Por tanto, personal ajeno al Departamento de Seguridad entra en el sistema. Además, cada cámara IP es un ordenador…
No en vano, con esta información se sabe cuáles son las obras que más interés suscitan y que, por consiguiente, pueden sufrir un daño. Debemos tener en cuenta que por aquí pasó el año pasado un millón de visitantes. Si esa obra no tiene caja climática o un cristal especial para cuidados y solamente está el óleo o la tabla, el calor y humedad de los visitantes pueden afectar. Quizás de una sola persona no, pero después de tres, cuatro o cinco años, puede que ese cuadro deba estar más tiempo monitorizándose para ver qué daño sufre.
Se trata de preservar en las mejores condiciones posibles, por ejemplo, un óleo o una tabla de los siglos XIII, XIV o XV que ha sufrido o tenga problemas de carcoma o humedad por haber estado en ambientes hostiles. Y si tengo un cuadro en el que los visitantes pasan de largo, no necesito estar pendiente.
El departamento de restauración tiene su propia política de monitorización y control de todas las obras, pero si cuenta con una ayuda adicional, bienvenida sea.
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