La resiliencia de las infraestructuras críticas ha cobrado una importancia creciente en los últimos años. España, en sintonía con el marco normativo europeo, está impulsando la implementación de la Directiva de Resiliencia de las Entidades Críticas (CER) y la Directiva de Seguridad de la Información en la Red (NIS2), buscando fortalecer tanto la seguridad como la capacidad de adaptación de estas infraestructuras que sustentan los servicios esenciales. En un contexto de amenazas en constante evolución, como el cambio climático, las amenazas híbridas y la inestabilidad geopolítica internacional, el enfoque en la resiliencia se vuelve fundamental para garantizar la continuidad operativa y la confianza de los ciudadanos.
La nueva normativa introduce importantes herramientas para alcanzar estos objetivos, como la Estrategia Nacional de Protección y Resiliencia de las Entidades Críticas, la Evaluación Nacional de Amenazas y Riesgos o el Esquema Nacional de Certificación en materia de resiliencia de entidades críticas, diseñado para certificar la resiliencia de las entidades críticas.
Importancia de la resiliencia en infraestructuras críticas
La resiliencia se define como la capacidad de una infraestructura crítica para anticiparse, resistir, adaptarse y recuperarse ante eventos disruptivos. En un entorno donde fenómenos climáticos extremos y amenazas híbridas son cada vez más comunes y sofisticados, asegurar la continuidad de los servicios esenciales se convierte en un objetivo decisivo. Esta continuidad no solo garantiza el funcionamiento de la sociedad, sino que refuerza la confianza de los ciudadanos en el sistema y en su capacidad de protegerlos frente a las emergencias.
Para ser efectivas, las medidas de resiliencia en una infraestructura no pueden limitarse a evitar interrupciones. La gestión de una infraestructura crítica verdaderamente resiliente debe permitir aprender de cada crisis y mejorar las medidas preventivas y correctoras, así como los planes de resiliencia. Este proceso continuo implica una combinación de planificación, capacitación, comunicación entre entidades y una actualización constante para adaptarse a las nuevas amenazas.
Nuevo marco regulatorio
La Directiva CER y la Directiva NIS2 establecen un marco regulador sólido que enfatiza la resiliencia, la cooperación interinstitucional y la integración de la ciberseguridad en todos los niveles de las infraestructuras críticas. Con su transposición, España permitirá que las entidades críticas adopten mejores prácticas, efectúen evaluaciones de vulnerabilidades y refuercen sus capacidades de respuesta.
La Directiva CER aborda la seguridad de las infraestructuras críticas con un enfoque de resiliencia que considera tanto las amenazas físicas como lógicas, promoviendo la colaboración entre el sector público y el privado. Su objetivo es que las entidades críticas no solo mantengan la continuidad de sus operaciones en caso de crisis, sino que lo hagan minimizando los impactos para la sociedad y la economía.
Por su parte, la Directiva NIS2 refuerza los requisitos de ciberseguridad para las infraestructuras críticas, imponiendo medidas de protección frente a las ciberamenazas y estableciendo una serie de obligaciones de notificación y respuesta ante incidentes. Esta directiva promueve un intercambio de información constante entre entidades críticas y autoridades, permitiendo una gestión coordinada y eficaz de los incidentes y amenazas de ciberseguridad.
Desafíos de implementación para la resiliencia en infraestructuras críticas
Por ello, la implementación de este nuevo marco en el Sistema de Protección de Infraestructuras Críticas (PIC) de España representa un reto para nosotros. Desde la identificación y clasificación de las entidades críticas hasta la revisión y adaptación de los planes de seguridad existentes, el proceso requiere un enfoque integral y coordinado que contemple tanto las amenazas físicas como las lógicas.
Uno de los mayores retos es la actualización de las evaluaciones de riesgos y los planes de resiliencia. Para lograr una protección integral, es necesario un cambio en la cultura organizacional de muchas entidades, que deben considerar la seguridad física y la ciberseguridad como elementos inseparables de un sistema de protección integral. Además, se requiere un sistema ágil y seguro para el intercambio de información entre operadores y autoridades competentes, garantizando que las comunicaciones sean rápidas y seguras sin comprometer la seguridad de los datos.
No obstante, para alcanzar una resiliencia efectiva en las infraestructuras críticas, es necesario adoptar una estrategia que permita detectar patrones de riesgo y anticipar posibles vulnerabilidades en ellas y, por ende, en la prestación de los servicios esenciales.
El buen uso de la inteligencia artificial para analizar grandes volúmenes de datos debe ayudar a identificar riesgos en tiempo real y permitir una mejor toma de decisiones ante amenazas inminentes. La recopilación y análisis centralizado de estos datos, junto con modelos predictivos, pueden mejorar la capacidad de respuesta y la toma de decisiones ante incidentes, mitigando así su impacto.
Retos futuros
A medida que las amenazas evolucionan, también surgen nuevos retos en el ámbito de la resiliencia. Uno de ellos es la integración de las nuevas tecnologías en un entorno seguro, como la inteligencia artificial y el Internet de las Cosas (IoT). Estas tecnologías, aunque ofrecen grandes ventajas, introducen nuevas vulnerabilidades que deben ser gestionadas cuidadosamente para evitar riesgos adicionales en la seguridad de las infraestructuras críticas.
Además, la resiliencia y la seguridad deben avanzar de manera coordinada. Esto requiere una gestión de riesgos total que integre tanto las amenazas tradicionales como las emergentes y asegure que todos los actores implicados conozcan y desempeñen eficazmente su papel en la gestión de la amenaza.
En este sentido, el Esquema Nacional de Certificación en materia de resiliencia será un componente clave del nuevo marco normativo. Este esquema permitirá validar y certificar que las entidades críticas cumplen con los requisitos de resiliencia establecidos, aportando un estándar común y garantizando que todas las infraestructuras críticas han implementado medidas de seguridad adecuadas. La certificación no solo aumenta la confianza en el sistema, sino que también fortalece la cooperación entre sectores, permitiendo un intercambio de información que mejora la respuesta y adaptación ante amenazas.
Conclusiones
Por tanto, el desarrollo de herramientas como la Estrategia Nacional de Protección y Resiliencia, la Evaluación Nacional de Amenazas y Riesgos y el Esquema Nacional de Certificación en Resiliencia representa un paso importante hacia una cultura de seguridad y resiliencia en las entidades críticas. Estas iniciativas no solo fortalecerán el sistema de protección, sino que también promoverán la mejora continua en los sectores estratégicos.
A medida que se transpongan estas normativas, se fortalecerán las capacidades de las entidades críticas, pudiendo posicionar al Estado como un referente en resiliencia en Europa; con un enfoque integral en materia de seguridad, que garantice la continuidad de los servicios esenciales y proteja el bienestar de todos los ciudadanos.