La Organización Mundial de la Salud (OMS) habla de violencia laboral cuando el personal de un centro de trabajo “es objeto de malos tratos, amenazas o ataques en circunstancias relacionadas con su trabajo, incluyendo el trayecto entre el domicilio particular y el trabajo, y que pongan en peligro, explícitamente o implícitamente, su seguridad, bienestar o salud”.
Dada la propia definición de la salud que hace la propia OMS podemos colegir que la violencia laboral comprende tanto la violencia física (agresión física sobre el trabajador) como la violencia psicológica (intimidación, amenazas, insultos, etc.). En función de cómo se produzca la exposición a este riesgo, se puede caracterizar la situación como acoso laboral, violencia ocupacional, acoso sexual o acoso discriminatorio, entre otras.
La violencia ocupacional, entendida como aquella que se ejerce por parte de usuarios o pacientes hacia el personal del centro, dada la interrelación que se establece en el ámbito sanitario, recoge todas las conductas de violencia física o verbal que se produzcan en el entorno laboral durante la prestación del servicio, así como la proveniente de personas desconocidas del exterior (no relacionadas con el servicio que se presta). Estos tipos de agresiones son interpretadas por nuestro ordenamiento legal como constitutivas de distintos tipos de delitos: coacciones, calumnias e injurias, lesiones y atentados contra la autoridad.
Las personas tienen que trabajar en un entorno en el que no se sientan amenazadas. Esa es nuestra misión. Por tanto, es importante mejorar tanto la coordinación entre servicios y estamentos como el conocimiento sobre el manejo de personas agitadas y nuestra capacidad de intervención.
Denuncias por agresiones
El Informe bianual de las notificaciones de agresiones a los profesionales del Sistema Nacional Sanitario de los años 2019-2020, que recoge los datos remitidos por parte de las comunidades autónomas sobre las notificaciones registradas de las agresiones hacia los profesionales de su ámbito competencial, permite analizar este tipo de situaciones a las que se enfrentan los profesionales en todo el territorio nacional, a pesar de que la información no es homogénea.
En ese documento se pone de manifiesto que, durante 2019, se notificaron 10.450 agresiones en el conjunto del Sistema Nacional Sanitario; mientras que en 2020 fueron 8.532. Obviamente, el periodo de confinamiento por la pandemia puede explicar este descenso. Más aún cuando en el último informe presentado por el interlocutor policial sanitario de Policía Nacional, que recoge el número de situaciones de este estilo que se traduce en denuncia por parte de los profesionales sanitarios, afirma que el número de denuncias por estos comportamientos también disminuyó en 2020 respecto a 2019. No obstante, según el último informe presentado por esta figura policial, en 2021 las denuncias aumentaron un 14 por ciento, retornando a cifras prepandémicas.
En este sentido, es importante tener en cuenta que el número de denuncias es sensiblemente inferior a las notificaciones de agresión. Son múltiples las posibles causas de esta brecha y deben ser convenientemente analizadas. Un dato a destacar es que el 48 por ciento de las denuncias se corresponde con agresiones físicas.
Agitación psicomotriz
Quiero resaltar la importante labor de formación que lleva realizando la Policía Nacional con distintos profesionales de la salud y que nos ayuda de manera eficaz en la concienciación sobre la necesidad de interponer la denuncia correspondiente ante estos hechos.
Pero trabajando en un medio como el sanitario, en mi caso concretamente en salud mental, conviene diferenciar lo que es comportamiento antisocial o delictivo de una agitación psicomotriz.
Una definición de la agitación psicomotriz sería: un aumento de actividad mental y física que puede llegar a ser desordenada e incontrolable y, por lo tanto, peligrosa para el individuo que lo sufre y para los demás. Sus causas pueden ser de origen orgánico (como el delirium, las intoxicaciones de drogas y/o alcohol o el síndrome de abstinencia) o no orgánicas (como la producida por causas psiquiátricas o como reacción a un estrés agudo).
La agitación psicomotriz representa un grave problema para el paciente, para los familiares, los acompañantes, el personal sanitario y el entorno en general. Es una urgencia sanitaria frecuente, importante y de consecuencias potencialmente graves. Su manejo presenta ciertas dificultades, ya que, por lo general, son pacientes escasamente colaboradores.
Persona agitada y violenta
Es importante resaltar que no todas las agitaciones tienen un carácter hostil. Una persona agitada no debe confundirse con una persona violenta. En el violento, lo característico es la agresividad, hostilidad y brusquedad, lo que genera un problema de orden y de la seguridad en el personal del entorno. La frontera entre uno y otro es difícil de distinguir, ya que el paciente agitado se puede manifestar como nervioso, eufórico, colérico…
Obviamente no son cuadros excluyentes. Un paciente violento puede presentar agitación psicomotriz, y viceversa, un paciente agitado puede mostrarse violento o agresivo. Pero la intervención ante una persona violenta y la de una persona con una agitación psicomotriz deben ser distintas.
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