Aunque los incidentes de tiradores activos son un fenómeno relativamente recurrente en Estados Unidos, marzo ha sido de especial intensidad, tras dos ataques con una elevada cifra de víctimas mortales. Ninguno de los dos incidentes era de tipo terrorista, si bien el análisis de los acontecimientos revela, por añadidura, otra serie de elementos comunes que resulta interesante señalar por las implicaciones a nivel de gestión que pueden conllevar.
El tiroteo de los ‘spa’ de Atlanta
El 16 de marzo, el joven de 21 años Robert A. Long asesinaba a ocho personas en el Estado de Georgia, en tres localizaciones diferentes, una en el Condado de Cherokee y dos en Atlanta, la capital. El nexo común es que eran tres spa-centros de masajes orientales. Inicialmente la policía no identificó que se tratara de un solo atacante, sino de un robo con violencia; pero conforme los ataques se sucedían a lo largo de la tarde en distintas localizaciones, si bien en negocios similares, y se revisaron las diversas grabaciones de seguridad, se identificó a un solo atacante, que fue detenido horas más tarde.
Long había estado en rehabilitación por su adicción sexual y ,según declaró posteriormente, había sido usuario de los tres locales. El joven pertenecía a una comunidad especialmente conservadora de la iglesia baptista local, lo cual hacía que su problema de adicción le generase una sensación de culpa extrema. Por ello, decidió atacar los centros de masajes, que, según su visión distorsionada de la realidad, le obligaban a pecar y por ello debían ser eliminados, como una de las causas de su problema. Paradójicamente, sus problemas psicológicos no tenían una traducción en ningún tipo de conducta delictiva, sino que por el contrario era un ciudadano modelo, participante activo en su iglesia y en su comunidad, al menos hasta su primer año de universidad. Ello le permitió adquirir una pistola de nueve milímetros sin mayores dificultades.
El tiroteo de King Soopers en Boulder, Colorado
Apenas una semana más tarde, se producía un segundo incidente en una frutería en la zona comercial de King Soopers, en Boulder, Colorado. El atacante, de edad similar a Long, era un joven de origen sirio, Ahmad al-Aliwi Al-Issa, de familia inmigrante acomodada que emigró en 2000 a Estados Unidos, huyendo del régimen autoritario de los Assad. Al-Issi vivía todavía con sus padres, pues según los interrogatorios a familiares y conocidos, era un joven solitario que nunca llegó a adaptarse a la vida en Estados Unidos. Había sufrido acoso a lo largo de toda su etapa en el instituto debido a su origen sirio y religión musulmana, especialmente tras el 11-S y el advenimiento del Estado Islámico en Siria, si bien no se han encontrado indicios de radicalización ni vínculos con ningún movimiento religioso radical de Oriente Medio.
Al-Issa había desarrollado con los años rasgos de esquizofrenia paranoide, donde creía que el gobierno estadounidense tenía pinchado su teléfono y sus redes sociales. Esto le impedía llevar una vida normal y tener relaciones normales con jóvenes de su edad, o incluso tener pareja. En este caso, el joven tampoco presentaba antecedentes, por lo que adquirió sin dificultad una pistola AR-556 con brazo; es decir, legalmente una pistola, pero con la potencia de fuego, alcance y precisión de un rifle de asalto. Entró en uno de los comercios de la zona, y comenzó a disparar sobre los clientes que se encontraban en el interior. Tras un breve intercambio de disparos con los primeros policías en llegar a la escena (uno de los cuales falleció a causa de un disparo en la cabeza), finalmente fue reducido y detenido. El saldo total fue de diez víctimas mortales.
Elementos comunes de ambos ataques
Podemos señalar tres elementos comunes: la naturaleza de los negocios, el perfil de los atacantes y el número de víctimas.
Naturaleza de los negocios. En ambos casos se trataba de entidades comerciales, si bien con distintas actividades y tamaños. Este tipo de localizaciones se pueden asociar a la categoría de soft targets u objetivos blandos, puesto que normalmente carecen de fuertes medidas de seguridad para no perturbar ni interrumpir la actividad que se desempeña en las mismas. En consecuencia, la percepción de la amenaza de los clientes o usuarios es también limitada, sin prestar atención a los alrededores (conciencia situacional). En este sentido, podemos considerar dos elementos: en primer lugar el número de víctimas potenciales que se pueden encontrar en las instalaciones, y en segundo lugar la disposición o estructura de dichas instalaciones. La primera condicionará el número potencial de víctimas, la segunda las posibilidades de evacuación o cobertura que dichas víctimas van a tener. En este sentido, los centros de masajes presentan menor número de víctimas potenciales, pero también menores posibilidades, por su tamaño y configuración, de evacuación, lo cual, unido a que Long realizó un ataque en múltiples localizaciones, explica el número de víctimas similar al de al-Issa.
Motivación no terrorista por parte de los atacantes. En ambos casos, el terrorismo o la motivación ideológica quedaron excluidos desde los momentos iniciales. En el caso de Long, aparecen algunos rasgos o indicadores de comportamiento obsesivo compulsivo, tanto en lo referente a su adicción al sexo como en su sentimiento de culpabilidad. Del mismo modo, también presenta algunos rasgos típicos del pseudocomando, como son la construcción de agravios hacia los spa y centros de masajes donde lleva a cabo el ataque, culpabilizándolos de sus problemas de adicción, así como el interés por las armas (el joven era cazador de ciervos desde su niñez). En el caso de al-Issa, por otra parte, guarda ciertas similitudes con Seung Hui Cho, el tirador del Virginia Tech (2007): ambos procedían de familias de inmigrantes con recursos y ambos eran jóvenes con problemas de adaptación a su nueva vida en los Estados Unidos, Cho con problemas de depresión y comportamiento antisocial y al-Issa con problemas de paranoia tras años de acoso escolar. En ambos casos también, lograron adquirir armas de fuego legalmente, Cho porque no existía un registro sobre sus problemas mentales y al-Issa porque ni tan siquiera, a pesar de sus problemas recurrentes, llegó a recibir ningún tipo de evaluación psicológica.
Similar número de víctimas. El número similar de víctimas -ocho en Atlanta y diez en Colorado- se deben en buena medida a las pautas de concentración. La concentración de víctimas potenciales en Boulder era considerablemente superior, puesto que el objetivo era una tienda en el marco de un centro comercial, lo que constituye, en consecuencia, un entorno mucho más amplio y abierto que facilitó la huida y dispersión de las víctimas. Por el contrario, en el caso de Long la concentración de víctimas era menor, así como sus posibilidades de huida debido a espacios confinados y mucho más reducidos que en el caso anterior; no obstante, compensó este hecho con la división del ataque en múltiples localizaciones, lo cual incrementó el saldo final de bajas.
Como conclusión, no se puede afirmar que exista una solución para la prevención, detección y gestión de los incidentes de tirador activo, pero el estudio y análisis de las pautas subyacentes que emergen en los mismos constituye un valioso indicador acerca de cómo se puede proceder de forma adaptada a los activos e instalaciones a proteger, cuáles son sus vulnerabilidades frente a determinados perfiles de atacantes y de ataques, y cuáles son los mecanismos más adecuados de mitigación o gestión.