A veces, cuando pensamos en que será o cómo será el futuro, siempre se evocan imágenes que tienden a no parecerse a las que hay hoy en día. En este sentido, Julio Verne o Leonardo Da Vinci debieron pensar lo mismo, y prueba de ello son sus obras literarias y planos de máquinas fantásticas. Por ejemplo, obras literarias como Viaje a la luna, Veinte mil leguas de viaje submarino o planos como el precursor de la maquina voladora y el primer traje de buceo para andar por el fondo de las aguas, siendo éstos relatos y ficciones de mentes adelantadas a su tiempo y que hoy tenemos asumidas como cotidianas.
Pero en estos momentos en los que la ciencia empieza a dejar de ser ficción para ser parte de nuestra realidad cotidiana (y en su rápida evolución quiero hacer mención de una tecnología que ha venido abriéndose camino en los últimos tiempos con muchísima rotundidad), la tecnología no es un sueño, sino una realidad que ha venido para quedarse y que transforma de una forma radical la sociedad en la que ahora mismo vivimos.
Cuando hacemos referencia a aeronaves no tripuladas, todos sabemos qué son; sin embargo, una mayoría los ve como un tipo de arma, otros como un juguete, y pensamos que es algo que está aún por desarrollar. En este sentido, es cierto que antiguamente los desarrollos tecnológicos tardaban en llegar a la sociedad varios años, incluso décadas, pero hoy en día las cosas no son así; los avances llegan casi de forma inmediata a la sociedad. Para que nos hagamos una idea, les pondré el caso de la industria farmacéutica: hace años, el desarrollo de un fármaco más o menos novedoso tardaba desde su inicio hasta su comercialización no menos de 10 años; sin embargo, recientemente hemos asistido al desarrollo de vacunas capaces de combatir una pandemia en pocos meses y con una reducción de mortalidad y eficacia superior al 90 por ciento.
Los drones, como herramienta de trabajo, dan mayor autonomía para la realización de determinadas operaciones
En suma, tal y como se está desarrollando la sociedad moderna, si queremos ser y seguir siendo competitivos, no podemos dejar que la obsolescencia se apodere de nuestras empresas. Para ello, no nos queda más remedio que estar formados, informados y abiertos a nuevas tecnologías, ya que si no lo hacemos estaremos abocados a la irrelevancia empresarial y, en muchos casos, a una penosa subsistencia.
Drones y costes
Lo primero es considerar a la aeronave no tripulada como una aeronave como tal, con la misma consideración que una tripulada, y exigir a todos los usuarios la preparación y acreditación de conocimientos oportuna, ya que cualquier negligencia en este aspecto puede acarrear graves consecuencias tanto empresariales como personales.
Lo segundo es pensar el lugar que puede ocupar el desarrollo de la utilización de las aeronaves no tripuladas en nuestra industria, el rendimiento que le podemos sacar frente a otras opciones, y ver si es rentable la inversión. Para ello me serviré de ejemplos que ayuden a aclarar el posicionamiento del dron (aeronave no tripulada), que es el término que utilizaré a partir de este momento.
Como ejemplo de reducción de costes, podemos considerar que el coste que tiene una avioneta por hora para fumigar una plantación es de 600 euros la hora, mientras que el coste de fumigación de un dron por hectárea es de 20 euros, incluido desplazamiento y coste del piloto del dron. De tal modo, podríamos pensar que el rendimiento del avión es mayor por ser más grande, pero al no poder esparcir el producto a una menor altura que el dron, la merma de producto y la reducción de eficacia serán mayores.
Si analizásemos el mismo caso en una empresa de seguridad, el enfoque que habría que darle sería distinto, ya que habría que verlo como algo complementario, pues su implementación se traduciría en una mayor eficacia, disminución de riesgos y reducción de costes. La razón es que, como herramienta de trabajo, daría mayor autonomía en la realización de determinadas operaciones, reduciría costes y aumentaría la seguridad de la operación al minimizar los riesgos para el factor humano. Respecto a los costes, en este caso habría que considerar las variables que fuesen objetivables, como el coste en carburante por operación, amortización del capital invertido por operación, desgaste de los elementos utilizados y riesgo para el capital humano empleado.
Es evidente que la inversión en medios móviles es cuantiosa y la pérdida de capital por devaluación de uso es palpable. Además, los medios son limitados en cuanto a cualificación dependiendo del entorno, ya que no es lo mismo el tiempo que se debe emplear en un ámbito nocturno que en uno diurno (aquí se incluiría el concepto de economía de tiempo). Este caso podría ser asumido con un menor coste, dependiendo de la situación en la que nos encontrásemos; por ejemplo, si se trata de un entorno iluminado, la inversión no sería muy costosa, ya que podemos encontrar drones con altas prestaciones desde 800 euros con marcas de primera línea y contrastada calidad. No obstante, si nuestra operación se realiza en medios más exigentes con poca luz y requiere drones con mayores prestaciones, deberíamos incrementar la inversión.
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