La cantidad y calidad de empresas de un país desempeñan un rol fundamental en aspectos tales como la generación de riqueza, el bienestar y el dinamismo del mismo. Esto guarda una relación directa con el potencial de creación de valor que perciban en dicho territorio, es decir, por el atractivo y la seguridad, tanto económica como jurídica, y por la competitividad de las propias empresas, que dependerá principalmente de las capacidades de sus empresarios y directivos.
Para alcanzar el éxito, las organizaciones adoptan el paradigma de la Dirección Estratégica que, en términos simples, es el proceso mediante el cual una empresa analiza su entorno competitivo –para descubrir amenazas y oportunidades–, así como sus recursos y capacidades internas –para detectar fortalezas y debilidades–, integrando ambos análisis y llevándolos a la práctica con el objeto de obtener ventajas competitivas.
El entorno competitivo de las empresas
En un trabajo anterior, expusimos el concepto actual de competitividad en un entorno altamente cambiante e impredecible. Con independencia de que en foros académicos y empresariales le queramos poner acrónimos a este entorno como VUCA (volátil, incierto, complejo, ambiguo) o el más reciente BANI (frágil, ansioso, no lineal, incomprensible). La realidad es que, si simplemente observamos el mundo con atención, asistimos con sorpresa a una serie de acontecimientos totalmente inesperados.
Y este entorno afecta a todas las empresas, con independencia de su nacionalidad, ámbito de actuación o modelo de negocio, porque les exige, ahora más que nunca, capacidades continuas para regenerarse y cambiar. Por ello, necesitan dotarse de las herramientas necesarias para hacer frente a escenarios impredecibles, inseguros e invadidos de datos, información y desinformación. Ahora, las empresas tienen que reinventarse continuamente, siendo las que obtienen mayores rendimientos capaces de cambiar las reglas del juego de su sector.
Las empresas necesitan dotarse de herramientas para hacer frente a escenarios invadidos de datos, información y desinformación
La empresa como unidad de decisión
El concepto actual de empresa pasa a considerarla como una unidad de decisión. Esto pone el énfasis en la importancia que tiene para una organización desarrollar capacidades estratégicas que le permitan llevar a cabo un proceso óptimo de toma de decisiones. En este sentido, si le preguntáramos a los directivos, probablemente, nos contestarían que ellos disponen de un conocimiento experto de su industria y empresa. No obstante, tener un “conocimiento especializado” no es, per se, un intangible estratégico, pues es imprescindible saber integrar y coordinar conocimientos especializados de diferentes fuentes para minimizar o reducir esas altas dosis de inseguridad y tomar decisiones más acertadas.
Dando un paso más, además de las decisiones puramente operativas y estratégicas que tiene que tomar un directivo sobre su propia organización, nadie duda de que cualquier empresario se hace preguntas constantes sobre la situación actual y futura de sus competidores, sus clientes y los mercados en los que opera su empresa (tanto actuales como potenciales). Sin embargo, todavía en muchas empresas (especialmente pymes) no existe un mecanismo para facilitar la recopilación de información dirigida a la toma de decisiones. Los empleados, todos los días, obtienen grandes cantidades de información, algunas de valor estratégico, pero no parecen tener la suficiente capacidad para integrarla, ensamblarla, agruparla y ofertarla a otros que puedan hacer uso de ella.
Herramientas necesarias
Llegados a este punto, no cabe duda de que la herramienta que necesitan las empresas de nuestro país para competir es la inteligencia. Si observamos el mercado global, vemos que en los principales países (Japón, Estados Unidos, Israel, China, Francia, Corea del Sur, Alemania, etc.) las empresas incluyen la inteligencia como una práctica de management. En muchos, existen incluso sistemas formales de colaboración entre el sector público y privado para posicionar y hacer más competitivas a sus organizaciones.
España está en total desventaja en este aspecto. Si bien es cierto que aquí las grandes empresas incorporan la inteligencia a sus procesos de toma de decisiones estratégicas y reciben cierta colaboración por parte de algunos organismos públicos, no existe un sistema de asesoramiento o ayuda establecido en este ámbito y la mayor parte de nuestro tejido empresarial desconoce esta materia.
Competición entre empresas: la inteligencia competitiva
La IC es inteligencia aplicada a la empresa y, por tanto, se ajusta a sus demandas y peculiaridades, especialmente en aquellas áreas donde los directivos deseen obtener o mantener una ventaja competitiva. Es una inteligencia ligada necesariamente a la estrategia de una organización para optimizar la toma de decisiones en el seno de la misma.
Una empresa dispone de inteligencia cuando utiliza la información a su alcance para entender cuál es su situación real y la de su entorno en el contexto actual de alta incertidumbre y globalización. Y se emplea en el proceso de toma de decisiones para gestionar el riesgo, anticiparse a las amenazas y detectar (o en su caso crear) oportunidades, alcanzando así una posición de ventaja frente a sus competidores.
Por tanto, no es solo conocer lo que “está pasando”, sino entender su significado y actuar en consecuencia. En definitiva, actuar en lugar de reaccionar. De hecho, una empresa sin inteligencia podrá estar en el mercado hasta que un rival más competitivo se enfoque en debilitarla y, por ello, la IC es la herramienta necesaria para poder llevar a cabo un proceso de Dirección Estratégica de forma eficiente.
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