El 9 de septiembre de 2024, Mario Draghi, antiguo gobernador del Banco Central Europeo, expresidente del Consejo de Ministros de Italia1 y actualmente a la espera de la presidencia de Italia2, presentó un informe que le había encargado la Comisión de la Unión Europea (UE). Dada la poderosa personalidad y la trayectoria del autor, se lo conoce como «Informe Draghi«.
El informe completo tiene 328 páginas3. No obstante, existe un resumen de 66 páginas4, que se suele utilizar para el análisis y es el que he manejado para este artículo.
Antes de empezar, ¿por y para qué ha encomendado la Comisión de la UE este trabajo fundamental al más experto y capacitado asesor externo5 posible? La respuesta es clara, en mi opinión.
La UE se halla en un momento difícil, no solo por los (muchos y graves) errores cometidos por la Comisión dirigida por la política democristiana alemana Úrsula Von der Leyen, sino por las circunstancias geopolíticas que presenta la realidad actual. Así las cosas, un informe externo, elaborado por el más prestigioso asesor posible, puede ser utilizado para instrumentar políticas que, de otra manera, se verían como un exceso adicional de voluntarismo intervencionista por parte de un Ejecutivo comunitario extremadamente desacreditado.
Ese es el marco en el que nos vamos a mover.
El diagnóstico del informe Draghi
Y bien, ¿qué dice el informe? Lo que se puede ver en el texto viene adelantado por el prefacio, el cual se divide en dos partes. La primera explica (diagnostica) cuál es la situación en la que se encuentra la UE (a la que, como es lamentable y penosa costumbre, llama Europa, revistiéndose de un alcance del que carece y adornándose con la historia del más grandioso continente que en el mundo ha sido). La segunda propone salidas (médicas) a la situación en tres áreas diferentes6.
En este sentido, los problemas de los países miembros de la UE se conocen: crecimiento lento desde comienzos del siglo XXI; una renta per cápita que, como media, se arrastra penosamente tras la norteamericana7; baja o muy baja productividad, sobre todo a la vista del escaso desempeño en el ámbito de la revolución digital; pérdida de ritmo en el crecimiento de las exportaciones debido a una competencia creciente y reiterados fracasos a la hora de solventar esos problemas.
La Unión Europea se halla en un momento difícil por las circunstancias geopolíticas que presenta la realidad actual
Draghi no carga las tintas en lo negativo. El informe recuerda que cada vez se integran más mujeres en la fuerza de trabajo de los países miembros8; que el desempleo se mantiene a bajo nivel, en general, y que el Estado de Bienestar brilla en todo su esplendor.
Parece obvio que Mario Draghi busca equilibrar las buenas con las malas noticias, aunque para ello haya que mezclar churras con merinas.
Por cierto, en el diagnóstico, Draghi no menciona uno de los mayores problemas que la Comisión de la UE ha producido de manera innecesaria desde la perspectiva de la inversión y del crecimiento, aunque sea fundamental desde el planteamiento de control sobre los Estados miembros que la Comisión persigue incesantemente: la hiperregulación. Lo hará luego, como de pasada. Recordemos quién financia este informe.
Dicho todo esto, Draghi refleja la llegada de las vacas flacas y el edificio de la UE tiembla. La energía barata en forma de gas natural, suministrada por Rusia, que beneficiaba a Alemania a cambio de poner su economía en manos rusas, se ha encarecido gravemente, aunque suministradores alternativos hayan contribuido a minimizar los daños. La guerra de Rusia contra Ucrania ha puesto de relieve que los gastos militares de los países europeos son ridículamente bajos9. Además, la demografía es suicida y resta fuerza de trabajo disponible para el crecimiento futuro10. El entorno multilateral ya no es sólido: países antiguamente socios fiables han dejado de serlo y el comercio internacional se resiente.
Así las cosas, hay que reaccionar, porque la deriva en la que se halla la UE aboca a toda ella y a sus países miembros a un lento deterioro de su posición relativa. Si ya estamos en la irrelevancia11, tanto tomados de uno en uno como en el conjunto de los 27, el futuro es aún peor.
Hasta aquí, el diagnóstico de Draghi.
El primero de los problemas de la UE es autoinfligido, en forma de designio ideológico, para alcanzar un inalcanzable ‘Net Zero’ en 2050
Los problemas reales
Lamentablemente, el informe no toma en consideración algunos de los verdaderos problemas de fondo que afectan a la UE12, por lo que las soluciones que aporta a objetivos secundarios no podrán resolver la cuestión principal.
El primero de los problemas reales es autoinfligido, en forma de designio ideológico, para alcanzar un inalcanzable Net Zero en 2050. Las energías alternativas orientadas a enfrentar un inexistente cambio climático antropogénico destrozarán más de lo que lo están haciendo a los países que pongan en práctica políticas energéticas estúpidas e indignas de confianza. La producción, el consumo y el bienestar se despeñarán. Lo sabemos todos, lo sabe la UE y lo sabe Draghi, pero es el camino para la socialización compulsiva de la UE.
El segundo es la invasión procedente de países islámicos, que no pretende integrarse en los países de acogida, sino explotar un Estado del Bienestar sobredimensionado13. Si no se atiende primero a este problema, el desorden social y político esterilizará cualquier acción de orden financiero.
En cambio, el tercer problema sí ha sido identificado correctamente. Rusia se va a extender hasta los límites que alcanzó la URSS si no se para los pies al presidente Putin. La prueba de fuego es Ucrania, de cómo se enfoque su resolución depende la seguridad de Europa (esta vez sí, Europa toda), no la energética, sino la total, la libertad y el futuro. Y para ello es preciso una organización militar operativa y unitaria. No hay defensa común más allá de la OTAN, que es como decir los Estados Unidos. Sin embargo, ni una palabra de todo esto en el prefacio del “Informe Draghi”.
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