Alberto Téllez, Asociación Profesional de Detectives Privados de España (APDPE).
Alberto Téllez Bernabé Vocal de la Junta Asociación Profesional de Detectives Privados de España (APDPE)

La empatía del detective

Detective privado

Llevo tiempo dándole vueltas a sobre qué hablar en este pequeño artículo que va a ser publicado en una revista que hace tiempo es un referente en el mundo de la seguridad privada. Sé que hay artículos muy técnicos, algunos re­lacionados con la legalidad, otros ha­blando de los problemas de las distin­tas profesiones… En definitiva, es todo un mundo el de la seguridad privada.

¿De qué puedo hablar sobre los de­tectives que el personal de la seguridad privada no sepa ya? Todos estamos inmersos en nuestras parcelas, pero, poco a poco, nos vamos conociendo: que si estamos mal regulados, que si somos los más desconocidos, que si ayudamos a la sociedad, etcétera. Todo esto es cierto y me sumo a ello.

No obstante, he pensado centrarme mejor en las personas que hay detrás de los profesionales, en quiénes somos como personas. Y eso es lo que encon­tramos: personas. Esto no deja de ser una perogrullada, aunque parece que a veces se olvida. Detrás de todo profe­sional, trabajador, empresario, etcéte­ra, hay una persona, y los y las detecti­ves no somos una excepción.

Ejemplos satisfactorios

Por ejemplo, que tengas miedo a que tus hijos y/o hijas no estén bien aten­didos no es un tema baladí, y poder demostrar que eso no está ocurriendo o que la situación se pueda corregir gracias a tu investigación satisface y mucho.

Como me dijo uno de mis compañe­ros (Gerardo): «Lo pillé continuamente dejándolos solos para irse a beber, a ver qué dice ahora el fulano. Vaya pena».

Otro ejemplo es el de María, que tuvo una cita con una vecina de un barrio de Madrid que tiene un problema vecinal y le comenta a su socio: «Antonio, te­nemos que ayudarla, ya veremos cómo cobramos esto, es muy mayor y está sola». Este caso le recuerda a su pro­pia madre, que ya necesita ayuda para muchas actividades cotidianas, y poder ayudar a esta vecina le satisface y mu­cho.

También hay un adolescente que, en ese momento de la vida en el que so­mos como somos, no ha vuelto a casa en tres días después de salir con sus amigos. No contesta al teléfono, no de­vuelve las llamadas y la situación tortu­ra a la familia. Tras recabar información y hacer una larga espera, encontrarlo satisface y mucho. En palabras de mi compañera Luisa: «Me puse a llorar viendo la cara de alegría de la madre, fue brutal».

Los detectives estamos en contacto con los problemas íntimos que quitan el sueño a los mortales. Más que nunca, la gente necesita que la escuchen

Preocupaciones

Pero otras veces nos acongojamos porque las cosas no acaban bien. Los detectives estamos en contacto con los problemas íntimos que quitan el sueño a los mortales. Nos colamos en esas partes de su existencia que no compar­ten alegremente, para lo bueno y para lo malo. Escuchamos con paciencia, otras veces no tenemos tanta, pero lo que está claro es que la psicología debería establecerse como parte de nuestra formación. La gente necesita, más que nunca en esos momentos, ser escuchada.

De hecho, los temas de maltrato, bu­llying, abandono familiar, engaño en la pareja, engaño en la familia, ocul­tación de bienes, adicciones, sectas, desapariciones, pérdida de la realidad y tantos otros servicios que preocupan, afectan y hacen sentirse desprotegida a la gente en su vida más personal, son los que el detective va a encontrarse más de una vez a lo largo de su vida profesional. Además, me dejo en el tintero otros tantos casos, que más de un compañero me recriminará después de leer esto: «¿y cómo no has hablado de…?».

Esa imagen de persona dura, fría, calculadora y un poco egoísta que se nos ha asignado a los detectives no es real

No somos unas «hermanas de la cari­dad», claro que no, vivimos de esto. Dia­riamente, las investigaciones suelen ser monótonas, cada una con sus caracte­rísticas, pero parecidas. Son esas situa­ciones tan difíciles las que nos conmue­ven como a cualquiera. Esa imagen de persona dura, fría, calculadora y un poco egoísta que se nos ha asignado no es real. Podemos ser personas frías y calculadoras para conseguir el objeti­vo, sí, pero por dentro, para el detective, ya es otro cantar. Somos normales y co­rrientes con un trabajo peculiar.

Objetivo del detective

Lo que sí tenemos claro es que hay que acabar, de una vez por todas, con la im­punidad de los que causan un perjuicio a las personas y a la sociedad. Hay que sacar a la luz sus comportamientos y acabar con la impunidad que les da la creencia generalizada de que está bien hacerlo. Si alguien con sus hechos y de forma egoísta hace daño a otros indi­viduos, debe ser descubierto y afeada su conducta, y si es posible en los tri­bunales.

Por supuesto que todos los nombres aquí expuestos son ficticios, pero no las situaciones y reacciones de los compa­ñeros ante estas. Se podrían haber des­crito muchas más, pero tampoco quiero cansaros. Algunas frases son práctica­mente literales, otras las he modificado porque hay ciertas palabras que no se pueden publicar. De todas formas, ¿quién no quiere ser un pequeño héroe durante unos segundos?

La casa del detective

Y para nuestras cosas tenemos a la Asociación Profesional de Detectives Privados de España (APDPE), «la casa del detective», como se la ha denomi­nado en alguna ocasión. Somos un gru­po de detectives cada vez más nume­roso, que crece día a día, unidos para mejorar nuestras condiciones de vida y de trabajo.

En concreto, tenemos una de nues­tras joyas, el Congreso Anual que se realiza en distintas comunidades de Es­paña. Ahí es donde compartimos todas estas vicisitudes. Nos reímos (mucho), nos abrazamos, nos damos consejos, ánimos, compartimos conocimientos, trabajos y, sobre todo, nos reconoce­mos como profesionales y, cómo no, como personas.

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