Desde siempre, se han escrito extensamente ríos de tinta sobre los detectives, ya sea acerca de los casos más complejos y curiosos, las implicaciones personales o las renuncias que impone un trabajo como este. Sin embargo, poco se ha hablado sobre los comienzos. No me refiero a los primeros pasos del señor Vidocq ganando su primer franco, ni a Antonio de Nait robando planos militares, sino a los inicios de la nueva generación de detectives privados en la época actual.
La ínsula del estudiante
En este contexto, la mayoría de los matriculados en el título propio de detective privado lo cursará en modalidad online, una facilidad en estos tiempos que les permite ajustar la rutina de estudio a su conveniencia, así como organizar la formación y su aprendizaje de una manera más cómoda y personalizada, mientras, seguramente, deban compaginarlo con el trabajo, vida familiar, etcétera. Posiblemente, incluso haya facilidades en el pago, permitiendo un gran número de nuevas matrículas cada año.
De este modo, se inician los estudios con una sobredosis de derecho, donde el primer año la mayoría de las asignaturas te acercan a las leyes, derecho penal, derecho procesal penal y civil, derecho laboral, derecho constitucional o derecho mercantil, entre otras. Sin embargo, su interpretación y aplicación la digiere el estudiante frente a su escritorio, en su habitación, en su isla; sin ese compañero de codo y mirada cómplice, sin el contagio de la vocación vibrante del profesor, sin preguntas de mano en alto ni bullicio al fondo del aula.
Los siguientes años cursará asignaturas que ahondan más en la investigación y sus técnicas, o la propia organización y gestión del despacho, que puede resultar mucho más entretenido, pero en las que va a necesitar ser autodidacta y no conformarse con un temario extenso. En resumen, se trata de un estudiante preparándose solo para una actividad que aún desconoce, que es compleja y solitaria y que, irónicamente, requiere, necesita, avanza y se nutre cuando actúa en colectivo.
El detective de Schrödinger
Nadie podría imaginarse que un médico no hiciese prácticas antes de operar a una persona, o que un tatuador probase su máquina entintada por primera vez en piel humana. Toda profesión necesita un período de práctica en el que se pueda aplicar la teoría aprendida, permitiendo cierta adaptación, experimentando con los materiales y contando con un compañero veterano que guíe, por ejemplo, sobre la mejor manera de manejar la cámara.
De hecho, la formación universitaria en España para detectives privados es de las mejores de Europa. Los estudiantes completan el título propio o grado con una preparación mucho mayor que en años anteriores, aunque algunos veteranos piensen lo contrario. Sin embargo, lo que realmente falta es la oportunidad de rodearse y sumergirse en la profesión sin tener que abrir un despacho propio con la TIP (tarjeta de identidad profesional) recién emitida y sin experiencia previa, arriesgándose a un posible fracaso empresarial que pueda desanimarlos.
Además, hay muy pocas plazas para aquellos que optan a que un gran despacho los contrate por cuenta ajena justo al terminar los estudios, y si lo hacen, hay pocas posibilidades de que aguanten a un jefe detective mucho tiempo y decidan quedarse bajo el ala de su RNSP (Registro Nacional de Seguridad Privada), aunque seguro que algo habrán aprendido en ese transcurso de tiempo.
El colectivo debería facilitar el acceso al ejercicio con buena praxis y profesionalidad para que las nuevas generaciones no tengan que abrir su propio despacho sin experiencia
En muchas universidades, los estudiantes que completan el título propio de detective privado tras tres años de estudio no disponen de un módulo de prácticas para realizarlas en despachos de detectives privados, ya que, al no estar aún habilitados, aparentemente no se les considera detectives. Entonces, ¿qué son realmente? A su vez, los estudiantes del grado en criminología con mención en detective privado –otra vía de acceso a la profesión– sí pueden realizar prácticas en estos despachos consolidados y solventes, aunque únicamente en labores administrativas, sin participar en trabajos de campo. Entonces, ¿un estudiante de criminología sí es considerado detective?
Estas incógnitas son un elefante en la habitación que solo inquieta a quienes pasan por ese periodo en el que se ven afectados, mientras que las universidades y los centros de estudios colaboradores que imparten la formación no se preocupan por cambiar la situación porque «los negocios son negocios, socio». Sin embargo, el colectivo podría empezar a modificar esto, abriendo esa puerta y facilitando el acceso al ejercicio con buena praxis y profesionalidad, para que las nuevas generaciones no tengan que abrir su propio despacho desmotivadas o sin experiencia alguna. De hecho, un alto porcentaje de esos estudiantes nunca llegará a ejercer, y de aquellos que lo hagan, un porcentaje importante no superará los dos años de actividad debido a la complejidad de la profesión.
El sector de los detectives privados
Hoy en día, existe una nueva generación de estudiantes que avanza en la carrera mientras participa en cenas, reuniones, encuentros y congresos, rodeándose, en la medida de lo posible, de otros profesionales del sector con experiencia, que ya peinan canas o deberían.
De esta manera, la Asociación Profesional de Detectives Privados de España (APDPE) reconoció esta necesidad hace unos años y destinó recursos y espacios para organizar varias ediciones del Encuentro Nacional de Estudiantes de Detective Privado, junto con sus congresos anuales, ofreciendo formación gratuita a los estudiantes. En estos eventos, compañeros veteranos e incluso algunos ya retirados, auténticas leyendas vivas, han compartido su sabiduría de manera altruista con los nuevos estudiantes, fomentando amistades, vínculos, contactos y un sentido de cercanía entre nuevos y antiguos profesionales, tanto estudiantes como ejercientes.
Y es que, si un estudiante de detective privado no decide o desconoce que puede asociarse o colegiarse, o participar de alguna forma en la red de compañeros activos que se reúnen en diversos eventos o formaciones, su única fuente de aprendizaje será el contenido universitario y lo que logre obtener de forma autodidacta desde su aislamiento. Por eso, es crucial que el propio sector, con sus herramientas de unión y representación, proteja, incentive y luche por una mejora constante desde el inicio.