El largo plazo de recuperación al que están sometidas las masas forestales tras ocurrir una catástrofe ambiental genera incertidumbre a la hora de tomar decisiones de inversión, por ejemplo, en los montes. Esa pérdida de inversión deriva el menoscabo de bienes y servicios tanto económicos como ambientales y sociales. Ante la falta de respuesta de cobertura adecuada utilizando los mecanismos tradicionales, han surgido nuevas formas de transferencia alternativa del riesgo que utilizan los mercados de capital para aumentar la oferta de coberturas en aquellos casos en los que las existentes sean insuficientes o nulas. Este artículo muestra el proyecto que propone realizar esto a través de la creación y emisión de derivados financieros basados en seguros (Insurance-Linked Securities), como bonos, opciones y swaps.
En el artículo se aborda la creación de un bono sobre catástrofes que permita llevar a cabo la cobertura de las masas forestales naturales contra los daños sufridos por sucesos naturales o antropógenos catastróficos. Con este objetivo, se estudia la estructuración del bono de dos formas en cuanto a definición del desencadenante: o bien se optará por un subyacente basado en un índice de pérdidas o bien en forma de parametrización (es decir, definición de unos parámetros concretos de la catástrofe que se han de producir para que tenga lugar la cobertura).
Pero la incorporación de los derivados financieros requiere una medición detallada de riesgo, muy alejada de los cálculos que se aplican en la actualidad. Esta medición y el punto de equilibrio con las nuevas inversiones es otro objetivo del proyecto que obliga a adoptar métodos de gestión alternativos.
Desde el punto de vista tecnológico, el proyecto se centra en la mitigación de las consecuencias que producen las catástrofes naturales mediante el control de la fragilidad de las masas forestales, que es mucho más fácil que predecir que la dinámica de los sucesos que provocan el daño. Los errores que se comenten al gestionar los riesgos naturales mediante este procedimiento son muy inferiores a los que se producen cuando se gestionan los desastres a partir de índices promedios del riesgo de que se desencadenen los sucesos que producen daños. Este enfoque también permite unir las políticas de desarrollo con las de lucha contra catástrofes naturales. Además, es más fácil trabajar con las consecuencias de las catástrofes que con su intensidad (obligando a las personas a no pasar por ciertas zonas, adoptando nuevas formas de gestión, diseñando infraestructuras robustas para vías de evacuación, suministro de agua, comunicaciones y energía, etc.).
Afortunadamente, la naturaleza tiene un umbral alto de colapso ante factores inesperados, incluso se puede beneficiar de la incertidumbre en la ocurrencia de catástrofes. Un entorno volátil aumenta la tasa de supervivencia de especies robustas y elimina aquellas cuya superioridad depende solo de la intervención humana. La gestión de los espacios forestales debe considerar esta aleatoriedad y hacer que la naturaleza juegue a nuestro favor en el aseguramiento de las inversiones a través de la mejora de la resiliencia del espacio natural.
Un último objetivo del proyecto es cuantificar la extensión del aseguramiento de las masas forestales naturales, desarrollando los seguros existentes o creando otros nuevos que se ajusten en mayor medida a las necesidades de los propietarios.
Riesgos forestales
Históricamente la gestión de los riesgos naturales se ha enfocado desde los puntos de vista actuarial (aseguramiento financiero contra los riesgos) y tecnológico (que busca minimizar los riesgos debidos a catástrofes naturales).
Cada uno de esos enfoques ha evolucionado independientemente y desarrollado sus propias soluciones; sin embargo, el problema no deja de crecer.
Naciones Unidas valoró en 306.000 millones de dólares las pérdidas causadas por catástrofes naturales en 2017, de las cuales solo el 42,7 por ciento estaba asegurado
Las estimaciones del Banco Mundial son incluso superiores (un 60%) a las de la ONU porque, además de las pérdidas materiales (vivienda, infraestructuras…), incluyen la merma de bienestar: gastos en alimentación, educación, salud, etc., que ya no pueden permitirse los que han perdido casi todo.
Aunque el sistema español de aseguramiento contra catástrofes naturales es uno de los más garantistas, al estar respaldado por los Presupuestos Generales del Estado, no atiende al largo plazo de recuperación al que están sometidas las masas forestales tras suceder una catástrofe, lo que genera incertidumbre a la hora de tomar decisiones de inversión en los montes. Esta pérdida de inversión deriva en un menoscabo de bienes y servicios tanto económicos como ambientales y sociales.
También se debe replantear el enfoque tecnológico basado en la probabilidad de ocurrencia de las catástrofes naturales. De hecho, la posibilidad de sucesos raros no es cuantificable, aunque sí es posible mitigar las consecuencias de las catástrofes mediante el control de la fragilidad de las masas forestales. La debilidad de los bosques es mucho más fácil de predecir que la dinámica de los sucesos que provocan el daño y, además, los errores que se comenten al gestionar de este modo son muy inferiores a los que surgen cuando se gestiona a partir de índices promedios de la probabilidad de que se desencadenen catástrofes naturales.
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