Durante los peores momentos de la crisis del COVID-19, la sociedad española tomó conciencia de que existen colectivos cuyo concurso es necesario para poder disfrutar del grado de bienestar al que estamos acostumbrados: además de los sanitarios de toda condición, verdaderos protagonistas de la crisis, transportistas, empleados de supermercados, servicios de emergencias y un largo etcétera, nos recuerdan que la orquesta desafina si falla un instrumento.
Uno de estos colectivos es la Seguridad Privada, cuyo papel se agiganta si tenemos en cuenta que los servicios de vigilancia y protección han ocupado puestos de riesgo en todos los sectores de interés y han sido el primer elemento de apoyo a la ciudadanía y a las Fuerzas y Cuerpos (FCS) en su misión de preservar la seguridad. Es evidente que las empresas de seguridad han sabido estar a la altura de las circunstancias y, lo que es ahora más importante, están preparadas para seguir prestando su inestimable servicio.
Se abre ahora un panorama incierto, en el que la crisis económica obligará a reducir gastos en todas direcciones y puede que la seguridad sea una de las áreas perjudicadas, como ha ocurrido tradicionalmente en estos casos. Sin embargo, si algo hemos aprendido en esta pandemia es que debemos tener perfectamente planificados, entrenados y a punto todos los mecanismos de defensa; obviamente los servicios de vigilancia privada forman parte de esos mecanismos.
Como siempre, nuestra experiencia está al servicio del sector de la seguridad privada y su interés, es el nuestro
Más aún, los informes de las FCS hablan de un repunte de las situaciones conflictivas a causa de la crisis económica y, una vez más, la primera barrera de contención frente a las actitudes antisociales, en cualquier escenario, será la seguridad privada. Por otra parte, la proliferación de medidas de lo que ha dado en llamarse biovigilancia, obliga a pensar con detenimiento quién debe hacerse cargo de su control y de qué autoridad debe estar investido.
Lo mismo ocurre, en general, con todas aquellas medidas que, más allá de la concienciación individual, deban implantarse necesariamente para mantener un adecuado orden social y evitar la formación de aglomeraciones en cualquier clase de espacios públicos. El Ministerio del Interior deberá valorar cuidadosamente si este tipo de actividades pueden llevarlas a cabo cualquier persona sin necesidad de poseer una habilitación especial, o si, por el contrario, la invasión de la privacidad, en el caso de que se produzca, o la coerción a ejercer sobre los ciudadanos, requiere la actuación de profesionales debidamente formados y habilitados específicamente para ello.
Esta labor de análisis de las funciones a desarrollar para la mejor implantación de las medidas contra la pandemia debe hacerse con premura para adelantarse a posibles hechos consumados fruto de políticas que, siendo generosas con la asistencia social, podrían obviar las limitaciones que la ley impone para el ejercicio de determinadas funciones relacionadas con la seguridad.
En todo caso, corresponde también a los representantes del sector, asociaciones, sindicatos y expertos, ejercer una intensa acción de concienciación sobre la Administración para llevar a su conocimiento las especiales circunstancias de la realidad que conocen, al tiempo que estudian soluciones a medida para satisfacer adecuadamente las nuevas demandas.
Como siempre decimos, hay dos claves para seguir contando con la seguridad privada: primero, el innegable servicio que presta a la sociedad en todos los ámbitos para garantizar el disfrute de altas cotas de bienestar, con una acreditada sensación percibida de seguridad. En segundo lugar, la experiencia demuestra cómo fluctuaciones importantes de la demanda a consecuencia de una situación de crisis pueden desmantelar el tejido de proveedores de servicios de seguridad y hacer desaparecer del mercado a profesionales bien formados. El impacto en la calidad de los servicios es inmediato y extraordinariamente negativo y, lo que es peor, la recuperación de los niveles previos es lenta y no está garantizada.
En la crisis económica de 2008 fuimos testigos de cómo se depreció la seguridad privada, incluso por las administraciones públicas, y asistimos a quiebras de empresas importantes, superadas por cálculos erróneos de sus beneficios en un mercado con precios aceleradamente a la baja. El efecto fue directo sobre los servicios: menor calidad y conflictividad laboral, junto a dificultades para contratar personal convenientemente preparado. Como consecuencia, huelgas en servicios esenciales, mala imagen para España y, en definitiva, menos seguridad.
En la situación que se avecina, resulta vital de cara a la continuidad del modelo español de seguridad privada hacer un esfuerzo de imaginación para adecuar los servicios privados a las nuevas necesidades, actuando en paralelo con la Administración. Esta debe adoptar medidas para que los servicios se presten con las máximas garantías para los ciudadanos, al tiempo que se sostiene una actividad que se revela estratégica para el mantenimiento de la seguridad ciudadana. Cuando se habla de planificar la contingencia de la contingencia con la vista puesta en la seguridad del futuro, no puede olvidarse la aportación del sector privado a esos planes.
Este esfuerzo corresponde a todos, en un ejercicio de unidad y anteponiendo el futuro de los servicios privados a los intereses corporativistas de asociaciones o sectores de actividad. Se requiere un proyecto realista para reconsiderar las propias posibilidades en relación con la necesidad de las empresas y de las administraciones de implantar nuevas medidas y servicios, en un contexto en el que la eficiencia debe primar sobre otras consideraciones.
En Seguritecnia queremos contribuir a ese ejercicio brindando todo nuestro apoyo, tanto al sector como a la Administración, poniendo a disposición de todos nuestro conocimiento y probada independencia para dar consistencia al proyecto, equilibrando fuerzas desiguales que tiendan a descompensar la coherencia de las propuestas. Desde nuestra editorial y la Fundación Borredá hemos realizado un esfuerzo para analizar y sistematizar las lecciones aprendidas. Y seguimos aprendiendo, en esta crisis, de forma que nos sirvan de punto de partida para ese ejercicio de prospectiva. Como siempre, nuestra experiencia está al servicio del sector de la Seguridad Privada y su interés, es nuestro interés.