A nivel nacional, según el Ministerio del Interior, se denunciaron durante el 2019 un total de 2.201.859 delitos, lo que supone 6.032 delitos al día, de los cuales entre 270 y 391 están específicamente clasificados como robo con fuerza en domicilios. Crecen los ciberataques, que ya alcanzan el 10 por ciento del total de delitos, y aumentan las ocupaciones de viviendas desocupadas. La tasa de esclarecimiento de robos en domicilios es del 15,6 por ciento, la más baja, con diferencia, de todas las tipologías de delito denunciadas. Y se estima que estas cifras son solo entre el 60 y el 70 por ciento de la realidad.
Pero no existe una estadística fiable, ni siquiera una estadística, que vincule los datos de robos denunciados con los sistemas de seguridad de las viviendas. No obstante, se conoce que en España existen 1,3 millones de sistemas de alarma UNE 50131 grado 2 conectados a servicio de central receptora de alarmas, de los cuales el 80 por ciento son sistemas inalámbricos de una sola vía, que no permiten verificar la intrusión en caso de sabotaje o fallo de línea. En cuanto a resistencia física, las aseguradoras manejan el dato de que entre el 60 y 70 por ciento de sus asegurados disponen de puertas blindadas con llaves de seguridad.
A la vista de los datos, no cabe ninguna duda de que la actividad del robo es altamente atractiva. No requiere grandes esfuerzos. Gracias a las insuficientes defensas y despreocupación de los propietarios, la expectativa de botín es adecuada y en algunos casos sobresaliente. En el aspecto punitivo de la acción, el robo no tiene especial castigo además de que, como indica el Balance del Ministerio del Interior, tiene una probabilidad de esclarecimiento muy baja (entre el 15% y el 19%).
¿Cómo revertir la situación?
La buena noticia es que esto tiene solución. Tanto el riesgo como la protección son construidos por cada persona o comunidad, en función de sus decisiones, actividad, hábitos y entorno; lo cual indica que tanto “riesgo” como “protección” pueden ser construidos, destruidos, medidos, planificados y prevenidos.
En ese sentido, Genoma del Robo utiliza una metodología basada en una pirámide evolutiva que consta de cinco niveles, ordenados jerárquicamente según las necesidades técnicas que requiere el diseño de una protección, donde el comportamiento humano es altamente relevante.
Otro aspecto muy importante es saber caracterizar el riesgo de forma completa y no perdiendo la perspectiva de que una vivienda no es un edificio. Las viviendas están solas durante gran parte del día y, además del riesgo patrimonial, hay que considerar el daño emocional de ser víctima de una intrusión.
Lo recomendable en este aspecto es caracterizar la vivienda, la actividad o el entorno, para identificar los gaps que generan atractividad y son susceptibles de ser atacados.
A modo de conclusión, diré que para ir por delante del delincuente actual, en el ámbito residencial lo principal no es la tecnología sino el proceso metodológico para diseñar espacios seguros sin alterar sustancialmente el estilo de vida de sus moradores. Y para esto, mi recomendación son:
- Entrevistar a los propietarios para conocer sus preocupaciones y construir la consciencia que permita modificar hábitos y activar nuevos procedimientos.
- Caracterizar sitio, actividad y entorno.
- Diseñar en anillos de protección combinando resistencia, detección y control.
- Implementar, con profesionales capacitados y con dedicación.